Parte 14: Todo fin es un principio; bueno o malo, el tiempo dirá

miércoles, 26 de enero de 2011

El muchacho podía percibir una tenue luz sobre su rostro, aun sin haber abierto los ojos. No se escuchaba ruido alguno.


Abrió los ojos, percibiendo una lámpara que emitía aquel brillo, una luz tenue y agradable que no dañaba sus ojos. Pensaba en dónde estaba, que era un sueño, y que pronto despertaría en su cama, listo para bajar a la sala de su casa y saludar a su familia. Se sonreía levemente sin incorporarse de lo que parecía ser una cama.


Tal vez despertaría y sería el día en que se enfrentarían al primo de Lucio.
Como un balde de agua fría, este pensamiento desató todos los acontecimientos que había vivido: ya había sucedido la batalla. Se incorporó de golpe, pero cuando se preparaba a bajarse de aquella cama, se sintió un poco mareado y volvió a recostarse. Se tapó el rostro con una mano.

No sabía qué era lo que había pasado, pero poco a poco cada una de las cosas que habían sucedido antes de perder el conocimiento, volvían a su cabeza.


¿Cuánto tiempo habría pasado? ¿Seguirían en la base?...


Miró un poco a su alrededor, había unas cortinas azul oscuro que aislaban el lugar donde se encontraba. Trató de incorporarse, esta vez más lentamente, su mareo se había ido. Aún estaba vestido con la camisa de manga larga y pantalón formales; pero no tenía la corbata ni el saco y estaba descalzo; su camisa un poco desabrochada.


Al poco tiempo, se escucharon algunas voces cerca, una voz en particular sonaba familiar, era ese típico acento francés: André.
Este último corrió una de las cortinas, dejándose ver por entre ellas. Se había quitado la corbata y desabrochado la camisa, pero aún vestía el saco y tenía las manos en sus bolsillos.


“¿Se siente mejor señor Lahel?-sonreía un poco a pesar de que el sabía que el joven estaba un poco traumado por el incidente reciente.


“Supongo que sí, al menos ya no me siento mareado.”-el muchacho trataba de sentarse al borde de la cama. Al pie de esta, yacían sus zapatos.


“Bueno, entonces saldré un rato, hay cosas por hacer antes de irnos, entonces si ocupa algo, hay un guardia en la entrada del cuarto, para lo que necesite”- decía esto mientras se alejaba y viraba hacia una salida a la derecha del muchacho que por las cortinas no se podía ver.


“André…”-dijo el muchacho con una voz muy suave, pero lo suficientemente audible.
El hombre se detuvo, pero no volvió a ver-“¿Si?”.
El muchacho musitó, con la mirada baja- “… ¿Se sabe algo de don Lucio?...”


La expresión aparentemente feliz del hombre se torno seria por un instante, pero luego volvió a sonreír. Viendo al joven a la cara dijo:
“No, pero no pierda la fe, mientras tanto, sólo queda esperar”-luego de esto, continuó su salida.


Aún le quedaban algunas preguntas por hacer, pero prefirió dejarlo así por el momento.
Se puso sus zapatos y salió del cuarto, la puerta, como era de costumbre era de madera. El pasillo al que daba era un poco más claro que el cuarto del que salía, con pasillos de un color ocre.

Un hombre moreno de aspecto muy joven, vestido con un uniforme igual al de los marinos del barco y el submarino, le saludó con efusividad:


“Señor Lahel, si puedo ayudarlo en algo no dude en preguntar”


“Ehhh ¿me podrías llevar con Suzu?”


“La señorita Suzu está ocupada, tomó el lugar de la señorita Cassandra en una reunión de emergencia que ‘los 12’ están realizando en este momento”


Al joven le pareció graciosa la forma de hablar de aquella persona:
“¿Entonces me podrías llevar con Cassandra?” el hombre hizo un gesto para que le siguiera.


Caminaron, el muchacho siguiendo a esa persona, por algunos pasillos más del complejo submarino, si es que ahí era donde estaban aún. Todas las áreas eran iguales: paredes ocre, con algunas lámparas de pared cada tanto.


Al final llegaron a una de tantas puertas, igualmente detalladas, pero estas eran de metal.
El muchacho se preguntaba cómo si Lucio era tan cuidadoso en los detalles, todo en ese lugar parecía como apagado y oscuro.


El marino indicó que este era el cuarto donde estaba Cassandra, tocó un par de veces y abrió la puerta para el muchacho.

La vista del lugar era completamente diferente a toda la arquitectura del resto del lugar.
Parecía un jardín con miles de flores y plantas, era un salón circular. El piso estaba hecho de adoquín de varios colores, primero un camino que daba al centro con unos pequeños canales a los lados por los que fluía el agua y en el medio, un círculo que albergaba una mesa de metal con algunos asientos. En el centro, estos canales formaban un patrón como de estrella, dejando escuchar el sonido del agua en movimiento por todo el lugar. Las plantas por supuesto, estaban a los lados del camino y alrededor del círculo de adoquín del centro. Las paredes, pintadas como un cielo azul con nubes y algunas luces en la cúpula de este domo daban luz de aspecto muy natural al lugar. La joven estaba sentada a la mesa con algunos bocadillos y una tetera y vajilla. Mientras el joven caminaba ya dentro del cuarto, el marino cerró la puerta tras él.


Cassandra, al ver que era el joven quien entraba al lugar, se levantó con efusividad y corrió hasta el abrasándolo.
Lahel no sabía que decir, y le molestaba el hecho de tener puesta la misma ropa del evento, a pesar de que no sabía cuantas horas habían pasado, aunque Cassandra también tenía el mismo vestido que antes. El se quedó quieto, ante el abrazo que le transmitía cierta tranquilidad.


La joven, sonriendo solamente, le tomó de la muñeca y lo llevó hasta la mesa, sentándolo.
Acercó un plato con algunos dulces al muchacho, y comenzó a verter té en una taza para el.

Mientras esto pasaba, Lahel con un tono de preocupación dijo:
“Cassandra… ¿Qué pasó hasta ahora?”


Ella sonrió con malicia: “Pues, te desmayaste y dormiste como doce o trece horas, la verdad no sé muy bien. La gente estaba muy preocupada, pero los doctores dijeron que eran solo cansancio y stress acumulados que en cierto punto, cuando tu cuerpo se relajó tan solo un poco, hicieron una especie de reacción como ‘desconectándose’, y la consecuencia natural fue el desmayo”


“Pero si no hice nada de esfuerzo”-respondió el muchacho extrañado. Al dar una mirada fugaz a la comida, se dio cuenta que estaba bastante hambriento.


“Claro que sí, esfuerzo emocional-respondió la joven- Don André y Suzu quisieron que yo me quedara aquí, mientras ellos están reunidos de emergencia, planeando lo que vendrá ahora que don Lucio…- Cassandra hizo una leve pausa.- Ahora que nadie sabe nada de don Lucio”.


Un escalofrío invadió al muchacho, que tenía el bocado en la boca.


La muchacha suspiró y continuó: “Bueno, c’est la vié


De repente Lahel cayó en cuenta de lo que había pasado con él, atragantándose. Tosió un poco ante la preocupación de la muchacha, bebió un poco del té, que le faltaba azúcar y dijo:
“Si dormí tanto, ¿qué hora o día es?”


“Es domingo, son como las dos o tres de la tarde, como saberlo jajaja”


“¿Y seguimos en la base submarina?”-dijo el muchacho, más que como pregunta, como afirmación.


“Si. El resto de los 12 llevan desde las diez de la mañana en esa reunión. Pero Suzu me traerá un reporte cuando termine”.


Por un momento, el muchacho hizo como si fuera a preguntar por Lucio, pero se detuvo a sí mismo recordando que ya había hecho esa pregunta. Guardaron silencio un rato, mientras el muchacho comía lenta pero interminablemente de todo lo que había en la mesa, ante la mirada asombrada y a la vez entretenida de Cassandra. Luego esta última comenzó a hablar de algunas cosas de la fiesta, tratando como de obviar el incidente que había acontecido inmediatamente después a ella. El muchacho trataba de corresponder a la iniciativa de conversación, pero muchas dudas sobre lo que pasaría a continuación le abrumaban. Las respuestas que daba en la conversación, estaban lejos de ser conscientes y denotar interés puro.


Al cabo de una media hora, alguien tocaba la puerta y fue Suzu quien entró.
Todavía tenía su vestido elegante y de hecho a pesar de los incidentes, parecía completa y perfectamente arreglada. Tanto Lahel como Cassandra le volvieron a ver mientras se acercaba.
Suzu bajó la cabeza en forma de saludo, como fuera su costumbre.


“Buenas tardes-su acento causaba cierta gracia en Lahel, sentía como si no lo hubiera notado nunca- debo llevarme a la señorita Cassandra unos instantes”.


“Bien-dijo ella mientras se levantaba de su asiento y dirigiéndose a Lahel- pronto nos veremos”.
Ambas se retiraron un tiempo.

El joven se mantuvo mirando desde su asiento aquel domo, escuchando el agua y pensando un poco en su familia, deseando que ellos estuvieran en una mejor situación. Le preocupaba el hecho de que el fin de sus ‘vacaciones’ era ese día, no sabía a qué hora llegarían y maquinaba alguna excusa por si llegaba tarde. Mientras hacía esto, miró en su mano derecha el anillo de Lucio, se le quedó mirando un rato y entonces tuvo un pensamiento fugaz. ¿Y su arma?... Tuvo una leve sensación en el cuerpo, como ese vacío en el estómago que había sentido horas antes, pero en menor medida. No sabía dónde estaba, pero se tranquilizó pensando en que preguntaría luego. A pesar de la cantidad de pensamientos que tuvo, pasaron muchos minutos más antes que las dos muchachas volvieran, pero solo volvió Suzu.


“Se le convocó a la reunión de los doce, por favor acompáñeme” Parecía un algo seria, pero no era muy diferente de su expresión facial normal, aún así estas palabras lo turbaron un poco.


Esta lo guió por otros pasillos más hasta un salón que bien hubiera podido confundirse con el salón donde originalmente fue nombrado Sucesor, aquel día que tuvo que pasar por el laberinto.
Era el mismo lujo y los mismos detalles, con una mesa igual, solo que esta vez estaban nada más los doce, incluyendo a Cassandra, Las cabeceras vacías, lugares que habían ocupado Lucio y Lahel. Este último tomó asiento en una de ellas, otra vez.


André tomó la palabra: “Señor Lahel, hemos estado deliberando sobre los pasos a seguir y esto es lo que hemos decidido-tomó un tono muy serio, diferente a su actitud normal, después de todo, era la mano derecha de Lucio- luego de esta reunión, partiremos al puerto más cercano. Los doce, excepto yo irán a sus casas, a prepararse por cualquier eventualidad. Ya eso ha sido planeado, yo iré a dejarle en su casa y esperará a su familia, para hablar del traslado a la casa nueva, la prioridad ahora es protegerlo a usted que es el más vulnerable- el muchacho sintió un escalofrío y algo de rabia, por no poder hacer nada ‘por la causa’- mientras tanto se pondrán algunos hombres cerca de su casa como precaución. Mientras tanto, se va a organizar una búsqueda de don Lucio.”

El joven suspiraba y asentía. A la distancia, Cassandra le miraba con algo de lástima. Los demás de los 12, solo se quedaban callados, ante tal situación. Tenían rostros como de frustración ante lo sucedido, especialmente por el poco uso de Lucio de vastos recursos de la Familia.


“Bueno, todos abordemos el transporte y vámonos, hay mucho por hacer”- añadió André.
Esta vez el joven miró al resto de los doce con todo detalle, mientras iban saliendo como en silencio de funeral, de aquel salón: don Montebianco, don Martello, la señora Camara, el señor Smith, las señoras Lee, Naidu y García, los señores Yosef, Zheng y O’connor. Uno que otro de ellos ponían su mano sobre el hombro del muchacho, otros le sonreían, otros lo reverenciaban un poco. Cada uno parecía querer expresarle su apoyo. Cassandra y André permanecieron sentados hasta que los demás salieran. Luego se levantaron y desplazándose hasta el muchacho, André, con las manos en los bolsillos aún y una expresión más relajada, dijo:
“Vamos, que dicen que el tiempo y la marea no esperan a nadie jajaja”.


Ambos el hombre y la muchacha continuaron hasta la salida. El joven se levantó y como la salida quedaba a su espalda, volteó:
“Bueno, pero mi arma… ¿Dónde está?”


André se volteó a su vez, la joven hizo lo mismo, por pura curiosidad.


“Pues-respondió el hombre- don Lucio nunca te dijo cómo se llamaba ¿verdad?”


“¿Llamarse?- el muchacho estaba sorprendido, Cassandra no tanto, más bien sonreía con interés- ¿para qué le ponen nombres a las cosas?- encogía los hombros en señal de desaprobación.


A André le molestó un poco el comentario- “Se llama ‘Uroborus’” André siguió caminando hasta salir de la habitación. Cassandra lo seguía con cara de aprobación.


“¿A que vino todo eso?”- se preguntaba el joven extrañado, tanto que la expresión de su rostro no dejaba ni la más mínima duda, ni siquiera había contestado su pregunta… ¿o sí?


Caminó rápidamente hasta alcanzar al hombre y a la muchacha. Les siguió hasta el submarino, en el que ya los otros 12 habían abordado. Dos grupos de al menos veinte hombres y mujeres cada uno estaban a los lados del camino que servía como puerto para el submarino, estos marinos saludaron a los tres, mientras se acercaban y subían al vehículo.


Lahel fue el último en subirse, y al bajar la escalera, vio que sobre el asiento que hubiera ocupado antes, estaba su arma, la tal ‘Uroborus’. Se preguntaba el por qué de ese nombre y lazando una mirada a André, que estaba en los controles, vio que le sonreía y le guiñaba un ojo.
Fueron más o menos un par horas de viaje, aunque a la mitad del trayecto, el muchacho comenzó a ‘cabecear’ y se durmió; algo como en sueños escuchó como la voz de Cassandra diciendo algo como ‘parece un niño aún, a pesar de ser un adulto’ y a alguien riendo, pero no sabía si era un sueño o no, la verdad no le importó.


Al llegar al destino, el submarino emergió en un lugar bajo techo, como una bodega con las luces prendidas. Todos se bajaron, Lahel un poco somnoliento aún. Todos se despedían de cada uno de los y las otros. Algunos se retiraban por diferentes puertas del lugar, otros por la misma. André notó la duda en el muchacho y le explicó que cada puerta daba a lugares diferentes, para no causar sospechas. Cassandra también se despedía, abrazando otra vez al muchacho.


Cuando ya no quedaba nadie, André, Suzu y el joven salieron por una de las tantas puertas, esta daba a un pasillo medio oscuro que luego de un rato de caminar, daba a otra puerta. Al salir, estaban en otra bodega llena de autos negros. Abordaron uno de ellos y André comenzó a manejar. Lahel iba atrás y Cassandra en el otro asiento del frente.


El portón del lugar estaba abierto, salieron a una especie de parqueo cercado. Al salir del parqueo, el hombre pitó a una mujer anciana de aspecto humilde que parecía ser la dueña del lugar, sentada dentro de una casetilla. Esta solo levantó su mano como saludando.
Casi tres horas más tarde estaban ya al frente de la casa del muchacho, habían pasado a un restaurante de comida rápida a medio camino, y así se entretuvieron y llegaron un poco más tarde de lo esperado.


Frente a la casa, André miró hacia atrás diciendo:
“Bueno señor Lahel, ya conoce el plan, por favor sígalo al pie de la letra. ¿Si?”-sonreía.


El joven asintió con cierto desgano pero sonriendo levemente y Suzu se ‘despidió’ con otra sonrisa y un leve movimiento de su cabeza, como indicándole que se bajara del auto.


Era ya la noche, en sus bolsillos estaban su llaves y en su mano derecha su arma. Al bajarse, levantó su mano para despedirse y André arrancó. Tal vez iría a dejar a Suzu.
Abrió los portones, la puerta… cerró todo. Su sala vacía evidenciaba que nada había cambiado y que su familia por suerte aún no había llegado. Las luces aún estaban encendidas.


Fue a buscar un vaso, se sirvió un poco de refresco y se sentó en la misma silla de la mesa de la sala que frecuentaba, a la cabecera.


Solo, como había partido a la catástrofe del día anterior, había vuelto a su casa.
Pronto su familia llegaría y las mentiras por tratar de protegerlos de la extraña realidad, continuarían.

(CONTINUARÁ!!! HASTA QUE AL FIN XD)