Secretos de vida: hacer lo mejor que se pueda con lo que se tiene

miércoles, 23 de diciembre de 2009

La soledad no le duró mucho, al cabo de un rato llegaron los familiares, escuchó el sonido de un auto, era una limusina que les había traído desde el hotel, por cuestiones que el muchacho atribuyó a ser parte del premio.
Al entrar a la casa, sus hermanos le saludaron y se fueron cada uno a sus cuartos a desempacar, lo mismo hicieron sus padres, pero el joven les siguió, con el ánimo de un alma en pena pero la actitud fingida de alguien que no ha conocido el dolor.
Pronto llegaron sus hermanos también, todos contaban experiencias alegres, anécdotas: la salida del sol, su puesta, la comida, el mar, la gente, el servicio, etc., etc., etc. El sonreía fingiendo interés, solo esperaba el momento adecuado para decir lo de la nueva casa. Ya eran alrededor de las nueve, y todos estaban realmente muy cansados, pero aún así sus hermanos se fueron a ver televisión. Hizo como una seña a su madre, mientras su padre estaba concentrado en otra cosa. Ella no entendió, el hizo como seña de una casa, su madre sorprendida le respondió asintiendo con la cabeza.
“Hay algo de lo que tenemos que hablar”-dijo su madre dirigiéndose a su padre.
“¿Si?, ¿qué pasó?” Parecía que esta frase no le agradó mucho, pero miraba a la madre con cierta curiosidad.
“¿Te acordás de Lucio?”
“Si, por supuesto”
“Pues antes de irnos al viaje, fuimos Lahel y yo a su casa…-estas palabras tan sinceras y explícitas no agradaron al joven, para entonces la atención de su padre era total- y resulta que contrató a Lahel para que diera unas clases de idiomas, apenas supo que éramos sus padres, quiso hacernos un regalo”
“Ajá, y ¿qué regalo es ese? ¿Y por qué yo no me enteré de nada?”-su padre parecía molesto.
“Ese día tenías que trabajar, además Lucio quería que te lo comentara a ver qué pasaba, el regalo que nos quiso hacer fue una casa nueva, regalada, sin nada que darle a cambio”
“Di por mi perfecto, pero no hay nada de fondo ¿Verdad?”
“No, de hecho quería que viéramos las casa juntos…”
“…Mañana” interrumpió el muchacho.
“¿Mañana? ¿No es muy rápido?”-decía su padre.
“De hecho hablé con don Lucio en estos días y quería, que si aceptamos nos pasemos mañana mismo, ya nos había dicho que la casa nueva está totalmente amueblada, solo habría que pasar cosas personales o si quieren pasar algo más, el va a alquilar un camión para llevarse lo que haga falta.”
Su madre estaba tan sorprendida como ahora lo estaba su padre.
“De hecho tengo unas fotos por si las querés ver” dijo su madre a al padre. La mujer sacó las fotos de un cajón de su ropero, al lado de su cama. El hombre las miró con recelo.
“No se… habría que pensarlo… parece un bonito lugar pero… ¿Qué es lo que se propone Lucio con esto?”
“Nuestro regalo de bodas”- respondió su madre.
“Hagamos una cosa-siguió el muchacho-que tal si hablamos con los menores, luego la vamos a ver y decidimos”
“Me parece sensato-dijo su madre- ¡Jehiel, Ismael, vengan!”
Sus hermanos bajaron con un poco de pesadumbre, no les gustaba que los molestaran ahora que estaban ‘descansando’.
Una vez que estuvieron en el cuarto, su madre lanzó la pregunta:
“Si nos fuéramos a vivir a otro lado ¿a ustedes les gustaría?” Lahel ya había dado una respuesta, por lo que la pregunta estaba dirigida a ellos. Su padre guardaba silencio, parecía que su duda se inclinaba al sí.
Jehiel respondió primero: “Di, no sé, creo que habría que ver el lugar primero, pero a mí no me importaría.” Su hermano menor dijo que él pensaba lo mismo.
“Vean, mañana después del almuerzo vamos al lugar y veremos” agregó su padre. Hasta ahí llegó la conversación. Con esta posibilidad que sugería su padre, el muchacho quedó al menos un poco satisfecho. Tenía ganas de que el mundo le cayera encima, pero al menos había logrado algo bien; ahora, cansado, se iba a su cuarto, se cambiaba la ropa y en el silencio, se retiraba a dormir. Antes, había mandado un mensaje a André contándole la situación.
Al día siguiente, todo parecía como si nada de lo reciente, hubiese pasado, sus hermanos y el encargándose de la limpieza, junto con su madre y su padre, este último lavando el auto.
Al cabo de un rato, almorzaron y aproximadamente a la una de la tarde, André apareció.
Lahel le abrió y le dejó entrar y se sentó con él en la sala. Al momento vinieron sus padres. Su madre no estaba para nada sorprendida de tal visita, contrario a su padre, que no sabía el propósito de la venida del tal hombre. André se presentó:
“Buenas, soy André Vianeau, representante de don Lucio. El quería estar aquí, pero por cuestiones de trabajo, no pudo, entonces me mandó encargarme de indicarles el camino hasta la casa que les había ofrecido”-sonreía como siempre.
El padre del muchacho era el que desconfiaba de todo el asunto, su madre en cambio pensaba en lo bonito que sería ver la casa en persona. El joven tuvo una extraña sensación al oír estas palabras y saber que no eran del todo ciertas, al menos no la verdad con todos sus detalles.
“Si bueno-comentó su padre- déjenos alistarnos un poco y saldremos con usted en el auto”
“Muy bien, iré a mi auto y les esperaré.”- Lahel acompañó a André mientras salía, y luego le guiñó un ojo, en señal de que el plan salía bien hasta ahora. Su madre llamó a los menores y les comentó la situación y cada uno fue a alistarse. Unos minutos después, ya estando todos listos, se subieron al auto, lo sacaron del garaje y su padre le hizo una señal a André para que guiara el camino. André arrancó y los otros le siguieron en su respectivo auto. Al cabo de un rato, de algunas vueltas, cruces, etc., llegaron muy cerca de la mansión de Lucio. André se estacionó frente a un portón negro enorme, en medio de paredes de cemento de la misma altura. Se bajó del auto, y el muchacho y su familia hicieron lo mismo. Al acercarse a André, este dijo:
“Está será su nueva casa si lo quieren, don Lucio ya ha hecho el papeleo del traslado, solo se necesitaría la firma de ambos-decían dirigiéndose al padre y la madre de Lahel- pero según su deseo, veremos la casa primero.”
Hizo una seña a un guardia que nadie había notado, en una casetilla al lado del gran portón, este les abrió los portones, que poco a poco dejaron ver una preciosa casa de enorme tamaño, prácticamente, una mansión; ubicada en el lado izquierdo del lugar.
Era de tres pisos, igual que en las fotos, construida de ladrillos y cemento, conservaba el color de los ladrillos, tenía ventanales, un palco, enredaderas.
Al lado derecho estaba un garaje con un auto nuevo de color vino y espacio para otro auto. Cada espacio con sus puertas eléctricas.
En el medio, un camino daba hacia el garaje y en el fondo, una zona verde enorme en el que se podía divisar una glorieta, y un espacio para cultivar.
Todos estaban atónitos, aunque Lahel no tanto, ya que había visto desde hace un tiempo toda clase de lujos.
“¿Qué les parece?-dijo André- ¿quisieran entrar a la casa?”
Hizo un gesto para que avanzaran primero hacia el interior. Lahel abrió la puerta principal, como siempre de madera labrada. Lo primero era un recibidor sencillo, las paredes eran todas de blanco, un candelabro en el techo… Notaba el parecido con la mansión de Lucio. Al fondo se veía una especie de sala-comedor. Al caminar hacia allí, a la izquierda había una espacio ligeramente elevado donde había sillones, y un pasillo daba a un baño y a un estudio, a la derecha había un ventanal que daba a la terraza desde el que se divisaba la glorieta y la entrada a la cocina. Una escalera que forma de caracol y un ascensor a su lado permitían llegar al segundo y tercer pisos. En el segundo había tres cuartos medianos y uno grande, más un baño y en el tercero un cuarto grande, una sala de televisión que podía usarse como cuarto; un baño y una oficina, además de la salida a un balcón. Cada cuarto de los pequeños tenía un escritorio, cama y ropero, de los más grandes, solo el del tercer piso tenía escritorio, pero por lo demás eran iguales a los de menor tamaño. André mostraba todo el contenido de cada lugar, haciendo una especie de ‘tour’ por todas partes. Cada lugar tenía sus propios detalles. Una vez que hubieron visto todo, hizo la pregunta: “Ahora, ¿piensan quedarse con la casa o no?”
Todos los miembros de la familia se miraban las caras sin poder decir nada. Luego las miradas se desviaron de los jóvenes a sus padres. Su madre asintió y sonrió. Su padre al sentir la presión de la necesidad de sus hijos de que dijera que sí, le hizo musitar:
“Es que no se, parece demasiado, no sé qué pensar, además… este…”La madre entonces tomó la iniciativa, pidió el papel a André y lo firmó:
“Ahora solo falta tu firma”-dijo al padre. Este, con desgano, firmó, ante la alegría de Jehiel e Ismael que sonreían con efusividad; y el alivio de Lahel, ahora todo estaba listo.
Acordaron entonces que se irían pasando por partes, así que André les pidió que comenzaran a empacar apenas regresaran, para mandar un camión en la noche.
“¿Puedo venir en la noche a quedarme aquí?” –preguntó Lahel.
Sus hermanos preguntaron lo mismo. La cara de sus padres no revelaba mucha aprobación, pero en el fondo ellos también querían hacer lo mismo, pero les parecía muy pronto, pues su antigua casa representaba muchas cosas para ambos. Ambos asintieron, afirmando que ellos también se quedarían, porque al día siguiente los menores tendrían que ir a la escuela.
Así, regresaron a la casa, empacaron todo lo que pudieron: ropa, libros, alguna que otra cosa.
En la noche, aun bastante antes de la hora de la cena, llegó el camión, montaron las cosas y la familia entera se fue siguiéndolo.
Otra vez en la nueva casa, descargaron sus cosas y cada quien las fue acomodando en el lugar donde quería quedarse. Lahel escogió el cuarto en el tercer piso, siempre gustó de vivir como en su ‘propio piso’. Sus hermanos tomaron los cuartos medianos y sus padres el grande del segundo piso. André llegó para cerciorarse que todo estuviera en orden, y la madre del joven le pidió que se quedara a cenar, a lo que el hombre aceptó gustoso, con el padre no muy complacido.
Mientras sus hermanos estaban en la sala de televisión, su padre en su cuarto que también tenía televisor y su madre en la cocina, Lahel le pidió a André conversar. Ambos se fueron al estudio del primer piso. Tenía, además de un escritorio, tres asientos. Se sentaron.
“¿De qué quería hablar, señor Lahel?”
Iba a preguntar por Lucio, pero pensó: ‘Qué necio, si no me ha dicho nada, es que nada se sabe de él’ así que comenzó con su preocupación original:
“Ahora que todo está listo aquí, ¿qué es lo que va a pasar?
“Pues nada, ahora usted siga su vida, seguirá el entrenamiento con Suzu- cosa que le disgustó al solo oírlo- y ahora podemos protegerlo a usted y a su familia mejor”
“Si, pero no sé cómo voy a hacer sin don Lucio”
El hombre contestó con una sonrisa: “Sencillo, para eso estamos los ‘12’, para ayudarle. Aún no se puede nombrar como el nuevo ‘Don’, pero es el sucesor oficial”
“Si, pero… -decía esto mientras desviaba la mirada hacia un lado- me siento incapaz de hacer algo con este cargo, y tan pronto, yo creo que don Lucio se equivocó de persona, además he estado pensando en que esto no es lo que quiero hacer.”
André pareció ponerse un poco serio: “No diga eso, al menos usted tiene la oportunidad de hacer algo con todo esto, desde ahora, yo tuve que sufrir mucho para poder tener esta oportunidad”
“Si, pero vos sos… más…” André le interrumpió:
“Le voy a contar algo, sólo guárdelo en secreto ¿Ok?- el joven asintió, le había captado la atención- Hace mucho tiempo yo quería ayudar al mundo y hacer muchas cosas buenas, desde joven estuve metido con grupos religiosos y hasta sacerdote iba a ser, pero en cada cosa que me metía, siempre algo salía mal y no lograba nada. Pasaban los años y mi fe se fue haciendo más pequeña cada vez. No sabía cómo ayudar a la gente, si nada me salía. Mi padre tenía un arma y un día decidí usarla, le eché valium en el fresco. Cuando se durmió salí a las calles, harto de no hacer nada, viajé hasta un lugar muy peligroso, todo vestido de negro y vi un asalto, sin pensarlo le disparé al tipo y salí corriendo de vuelta a mi casa.-el muchacho se agitó un poco, no podía creerlo- Al día siguiente me sentía excelente, había salvado a alguien. Así, cada noche hice lo mismo, asaltantes, drogadictos, de todo maté. Curiosamente nunca lograban saber quién era el que hacía esas cosas, o no les importaba. Una vez me peleé con mi hermano por algo tonto, y sin pensarlo le disparé.- los ojos de André parecieron ponerse llorosos- ¿Qué irónico no? La cosa que me permitió ‘cambiar’ el mundo, también me lo desgració. No murió, pero cuando llamé a una ambulancia y describí lo que pasó, la policía me ligó a todos los asesinatos, y me metieron a la cárcel. No fue hasta que caí a lo más bajo que entendí que todo estaba mal, solo debí haber esperado una mejor ocasión para hacer algo bueno de verdad. En la cárcel, aunque me fue mal, me daban privilegios por buena conducta y cada día oraba pidiendo perdón por lo que hice. Un día, don Lucio que aún no era ‘Don’; entró a la cárcel de encubierto para descubrir una red de narcotraficantes en el mismo lugar donde yo estaba y poco a poco nos fuimos haciendo amigos, llegamos incluso protegernos las espaldas el uno al otro porque yo le comencé a ayudar en su investigación sin saberlo. Así él supo el porqué de mi reclusión. A los seis meses, don Lucio salió, según sus planes y me dijo que si quería salir; si estaba dispuesto a trabajar con el por algo bueno y no tomar el poder por la fuerza, sino luchar como se debía contra lo malo del mundo.- el hombre suspiró y se tocó la barbilla- Le dije que sí, en broma, pero ese mismo día me sacó de la cárcel y me convertí en el sétimo de sus ‘12’. Cuando don Lucio se hizo ‘Don’, con la muerte de su padre, me convertí en su mano derecha. Al fin había podido encontrar la forma de ayudar a la gente, y desde entonces he tratado de cada día corregir mis errores…”
Lahel estaba atónito, incluso tenía la boca abierta, de la impresión que le causaba tal historia. Hubo un momento de silencio, el muchacho no salía de su asombro. André continuó:
“Por eso aproveche esta oportunidad, por que a usted se le ha regalado poder para hacer cosas muy buenas, poder que quise tomar a la fuerza y a mi manera, y por el que tuve que pagar, hasta que se me dio una segunda oportunidad. No renuncie a este regalo”
“O, o, ok…-respondió el joven- gracias André, me siento un poco mejor” Esto era en parte mentira, porque aún estaba como en ‘shock’ por tal historia, además no veía mucha diferencia en lo que hizo André a lo que hacía ahora con Lucio, pero alguna diferencia habría de haber. O al menos eso suponía.
Lo que si era seguro era que él quería hacer algo por este mundo que tanto había odiado y ahora, tal como André decía, tenía los medios para lograr casi lo que quisiera.
Al momento, su madre llamó a todos a comer, por un intercomunicador de la cocina, que todos los cuartos, excepto los baños, tenían. André y el joven se levantaron y fueron a la sala.
Algún optimismo tenía ahora el muchacho.

(Continuará...)

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