El poder no es sólo para ordenar, también para servir

miércoles, 30 de diciembre de 2009

Aunque no entendía muy bien el por que de la historia de André, sabía que algo tendría que ver con el hecho de que le quería recalcar que no debía aprovechar este ‘regalo’. Conforme se acercaban a la mesa, sus hermanos y padre llegaron también. Se sentaron todos y comieron compartiendo algunas conversaciones, y su padre, apreció, ahora dejar de lado, al menos un poco su rechazo por André. Al terminar la cena, el hombre y el muchacho ayudaron a recoger la mesa, junto con su madre y al cabo de un rato, André se despidió de todos y partió. Luego cada quien fue directo a su cuarto. Al llegar a el, Lahel se recostó y quedó dormido, en esta semana que comenzaba tendría un par de exámenes y no quería hacer ya nada. Al día siguiente clases, al otro un examen para el que no había estudiado mucho, pero del cual ya sabía la materia. Que mas daba, ahora solo quería tener un poco de paz.
Al día siguiente, fue a clases y a las horas de haber regresado a su nueva casa, André volvió en la tarde para cuidar todo detalle de este plan. Suzu, o al menos eso dijo André, estaba fuera del país, por lo que no le daría algún que-hacer por un buen tiempo.
En el trajín de acomodarse a la nueva casa, los exámenes de el y de sus hermanos pasaron 2 semanas. No se supo más de Lucio, a pesar de los esfuerzos de la Familia de encontrarlo, y de las esperanzas del joven. Ahora su padre y su madre tenían los dos un auto, por el de color negro que había en el garaje desde el principio, habían acordado turnárselo. Su vida religiosa había vuelto a la normalidad, iba al oficio religioso cada fin de semana. Luego de ese tiempo, había terminado el curso lectivo. Sus compañeros de universidad hicieron una fiesta de fin de año lectivo, pero a pesar de que fue y aprovechó el rato bastante, algo le faltaba. La felicidad que había obtenido no se había ido, todo era especial, pero faltaba algo, y sentía que no podía sacarle el mayor provecho a todo. Era un sentimiento ambivalente y difícil de comprender: sentirse vacío y lleno al mismo tiempo.
Al cabo del tiempo de su salida de la universidad, fue a visitar la casa de Lucio, que ahora quedaba tan cerca de la suya. Tocó el timbre que estaba a un lado del gran portón negro. André respondió, y le pidió que le abriera. Mientras los grandes portones se abrían, el muchacho se preguntaba si había alguien más en esa mansión de la típica gente, que en total serían como 4 personas. Caminó hasta el pórtico, abriendo a su vez la puerta. Pasó los cuartos, recordando todos los eventos que desencadenaron el día presente: el cuarto en el que se encontró con Lucio, luego la sala donde había descubierto que era amigo de la infancia de sus padres… El vitral enorme parecía más brillante de lo habitual, debía ser porque eran las 12 pasadas.
Esperó un momento y nadie bajó, así que decidió subir por las escaleras.
“¿A la derecha o a la izquierda?” se preguntaba, pero su pregunta le resultó trivial ya que los dos caminos se volvían a unir. Un pasillo con varios cuartos en el medio era lo único que había, con un cuadro de Lucio en el fondo del pasillo largo y tenue. El muchacho iba abriendo cada una de las puertas, en una un baño, otra un cuarto, otra un estudio, etc… Ninguna parecía importante y todas ellas estaban vacías. El cuadro de Lucio era lo único que le faltaría por revisar.
Una pequeña mesa estaba debajo del cuadro, un aparato, parecía de esos que se utilizan para las huellas digitales, solo por diversión puso su dedo índice, conociendo a Lucio, detrás del cuadro estaría su cuarto. Dicho y hecho, el aparato pareció reconocer la huella de Lahel y le dejó entrar, corriéndose tanto el cuadro, la mesa y la pared hacia adentro de aquel reciento ‘secreto’. AL entrar, la ‘puerta’ se cerró tras el. Era un espacio con una piscina en el centro y pilares blancos a su alrededor y masetas con palmeras, entre ellos. Al fondo la cama estilo antigua de Lucio. A un lado, una puerta que daba la baño con tina y un espejo enorme y al otro lado del lugar, otra puerta que daba a un ropero, lleno de trajes exactamente iguales, todos negros.
“Típico de Lucio” pensaba para sí, tanto lujo ya no le sorprendía. A la cabecera de la cama uno ventanales con cortinas blancas, iluminaban el lugar. Igualmente, a un lado del salón estaban unas sillas con una pequeña mesa y al otro un escritorio. El joven se acercó al escritorio. Había un libro abierto, con sus páginas escritas a mano, el último trozo de texto decía:
“ ‘Ilusiones eternas de un idiota’
Quise ser grande, quise también servir al Creador, pero entre tanta cosa, descubrí que quería vivir mi vida también.
Sin más que decir, me quedé sumido en la tonta oscuridad del pensamiento inamovible.
Quiero todo, pero también quiero nada, tal vez si mi vida no tuviera fin, tal vez si fuera inmortal, si el tiempo para mí no significara nada: podría hacer lo que quisiera, volar, saltar, correr, vivir, hacer y no tener que vivir preocupado porque un día más a pasado y con la eterna agonía de añorar un mañana, sabiendo que mañana moriré.
Existen miles de caminos, tres para ser exacto. El del mundo, el Divino y el mío. Si los uno todos tal vez…”
Antes de que terminara de leer, su celular sonó, era un mensaje de André que le pedía que bajara a la mini biblioteca del salón del primer piso. Tocó un interruptor al lado de la puerta de salida, la pared volvió a correrse y al bajar las escaleras, André lo esperaba sentado en una de los sillones. El hombre se puso de pie y estrechando su mano le dijo:
“Veo que ya conoció el cuarto de don Lucio- el joven iba a decir algo, pero André continuó- ese era muy obvio, pero vamos al que no lo es tanto”
El hombre tiró de un libro que decía algo como ‘Aquila non capit muscas’. No sabía lo que significaba, pero esto abrió un pasaje por uno de los estantes de libros, el muchacho pensaba el lo ‘clichésco’ de aquella cosa. Ambos entraron por es lugar, pero ahí fue donde lo obvio acabó.
Un espacio enorme con paredes que semejaban la fachada de varias ventanas vista desde la parte de atrás de la casa de Lucio, pero los muros estaban hechos de un material sólido que dejaba pasar la luz de afuera, por ello el vitral se veía tan brillante del otro lado. Había algunas plantas y en el centro del lugar había 13 pedestales y al pie de cada uno símbolos. André se acercó a uno de ellos y le pidió al muchacho que pusiera su mano sobre el. No le parecía una buena idea, pero siguió las indicaciones del hombre. Al poner su mano, sitió un piquete en su dedo índice, hizo que iba a quitar la mano, pero André se la sujetó en su lugar. Lahel le volvió a ver con el ceño fruncido, pero el hombre le pidió que se esperara. AL momento, en forma de aro, el piso alrededor de los pedestales comenzó a descender, formando una espiral de escalones. André sonriendo, le pidió que bajara con él. Comenzó a bajar por ellas junto con el hombre, al final, una puerta que se abrió de pronto ante la presencia de los dos, ubicada en el pilar central alrededor del cual estaban los escalones. Ambos entraron y el piso comenzó a descender luego que las puertas se cerraron, el lugar tenía su propia luz en el techo, pero era una luz muy tenue y de color azulado. El joven había mantenido total silencio. Miró su mano, de la impresión había olvidado el pinchazo que había sentido, un pequeño punto rojo era lo único que tenía.
Luego de varios minutos, casi una eternidad para el joven, el ‘ascensor’ se detuvo. La puerta se abrió y los hombres salieron por ella. Caminaron por un pasillo más o menos ancho y a pesar de que al final del mismo, a los lados habían más escalones que daban hacia abajo, el hombre se montó en otro ascensor en el medio de ellos, espero que el joven hiciera lo mismo y corrió una pequeña baranda, este aparato perecía, a pesar de nuevo, de un modelo muy antiguo. A pesar de ello, una pantalla de tacto que había en uno de los lados del ascensor se activó. El hombre miraba algunos datos en el monitor, sin que el joven tomara mucha importancia. Unos cuantos minutos después, una sala enorme se habría frente a sus ojos.
Miles de luces iluminaban aquel lugar: un salón enorme que parecía un jardín, tenía una pequeña casita. Un sendero con un puente sobre un riachuelo que corría por un lado de la casa pequeña a la derecha del lugar daba a una sala de computadoras. Una pantalla enorme desplegaba miles de datos. Y varias personas estaban en las computadoras, realizando operaciones que parecían no tener sentido para el joven.
Mientras caminaban hasta el lugar de computadoras, el muchacho preguntó en vos muy baja qué era eso, hasta el momento no había entendido el propósito de ese lugar.
“Esta es la base de operaciones de don Lucio, o más bien la segunda base. Se conoce como ‘Valhalla’. Es una medio-ciudad construida para controlar los asuntos de don Lucio desde este país en coordinación con la base original: 'Elysium', una fortaleza en el océano atlántico, justo debajo de ese lugar donde se pierden los barcos jajajaja” Mientras André reía, el muchacho pensaba si era el mismo lugar que el mismo pensaba, y si en algún momento algo tuvo que ver Lucio en la desaparición de barcos o así, pero la verdad prefirió no pensar en ello.
“¿Y qué hacen aquí?” preguntó Lahel ya una vez que estaban en el lugar con computadores, la gente se levantó y saludó de forma militar a André y al muchacho, parecía que ya lo conocían.
“Pues-dijo André luego de saludar de vuelta- está construido en una caverna natural varios metros bajo la superficie, como pudo ver, aquí en esta parte de sistemas, estas personas se encargan de estar en contacto con Elysium, y a su vez Elysium está en contacto con toda la red de la Familia alrededor del mundo, o sea los 12 reportan a Elysium, y esta misma base funciona con el sistema de Elysium, así que la base principal tiene un reporte de todos los movimientos de la Familia. Esta base fue construida por don Lucio, pero la otra fue construida por su padre.”
André le indicó al joven que viera la pantalla. Y dijo algo al oído de una mujer en una de las computadoras. La imagen de los planos del complejo apareció en la pantalla: el norte indicaba hacia la izquierda de la pantalla. En la parte oeste estaba la entrada del ascensor y el jardín con la sala de control. Hacia el este, por el jardín estaba otra sala más grande que parecía ser un parque, este era como el centro del complejo. Hacia el norte desde el centro, estaba el área residencial, al noroeste el área de cultivos, hacia el suroeste los sistemas del complejo. Hacia el sur el hospital, en la parte sureste el generador principal de energía y en un gran área al este, el área de investigaciones. Lahel preguntó el porqué de área residencial y de investigación.
André le miró fijamente: “La residencial es porque este lugar está lleno de operarios y científicos, por eso también el área de investigación”
“¿Y qué clase de investigaciones hacen?”-el joven a su vez miraba al hombre muy interesado.
“Más que todo, de tipo biológico, robótico y así, pero no crea que hacemos virus o pistolas y tanques- dijo esto ante una expresión de preocupación del joven- es algo más productivo. De hecho podemos ir a ver, creo que está listo” Al decir esto, salieron por uno de los lados de la sala de computadores saliendo a un parque enorme lleno de árboles y un lago rodeado de una carretera pequeña, tenía luz propia provista por luces especiales en el techo del lugar que asemejaban la luz del sol de día, pero un poco menos intensa. Había un pequeño carro muy primitivo en construcción pero de tipo eléctrico. Lo montaron y André, cual fuera su costumbre, manejó hasta los escalones de piedra de la entrada que asemejaba un estilo nórdico que el joven hubiera visto en internet. Al entrar, una mujer detrás de un mueble a la derecha de la entrada, solicitó a los dos poner su mano en un pedestal, otra vez. Dos guardias cuidaban la entrada sellada por una puerta que parecía de bóveda de banco. Primero lo hizo André y luego el muchacho, que volvió a sentir el pinchazo, pero en el dedo medio. La mujer, mirando una pantalla en su mueble, musitó algo en voz baja mientras tecleaba y dijo a los guardias que abrieran la entrada. Un pasillo blanco con paredes y piso brillosos era lo que estaba detrás de la puerta que lenta y pesadamente se abrió una vez que los guardias la abrieron a mano.
Había una que otra puerta, pero André caminaba si detenerse, con el joven siguiéndole por detrás. Un giro por un lado, por otro, unos pasos más y al fin una puerta. ‘Área de investigaciones biológicas: División de Nanotecnologías’ se leía en la puerta, pero en otro idioma que le muchacho entendía. André acercó el revés de su mano a un sensor al lado de la puerta, tenía un anillo de oro engarzado con una piedra negra con algo grabado que no era muy visible desde el lugar donde estaba parado el muchacho. La puerta se abrió, dejando ver un cuarto con una puerta de algún material transparente sólido y grueso con una cerradura de palanca. Luego de abrirla corriéndola, no sin antes haberse cerrado la anterior, lo que había era un área de paso libre, como un pasillo al que se conectaban 3 cuartos, una a la derecha, otro a la izquierda y otro al final del pasillo, este el más grande y todos con paredes del mismo material transparente. Había alguna gente trabajando con trajes de cuerpo completo, con casco incluido en uno de los cuartos, en el otro había gente con animales realizando actividades de aprendizaje y observación de habilidades con ellos, principalmente monos. Al final, un área de pruebas dividida en dos partes, en la primera hombres solo con gabacha y otros con una bata parecida a la de hospital, realizando observación unos y ejercicios los otros. La otra sala estaba vacía. Adré le sugirió al muchacho que dirigiera su atención al área con personas.
“¿Qué tengo que ver?”-dijo el muchacho que sólo veía gente ejercitándose.
“Los estudios que se realizan aquí son nanomáquinas ¿recuerda? Esas personas tenían algunos problemas con sus órganos especialmente el corazón, otros no tenían problemas, pero están en observación por la introducción de nanomáquinas en el organismo para ver sus reacciones. Los animales de allá atrás pasaron por estos mismo procedimientos, se trata de evaluar la respuesta animal y humana- el muchacho no sabía que decir, era algo muy raro- por ejemplo, mire aquel hombre- señaló a un hombre muy joven, tal vez 27 años, de tipo norteamericano- tenía un pequeño hoyo en el corazón desde el nacimiento, fue un milagro que viviera tanto, pero luego del procedimiento de nanomáquinas, estas se unieron a su corazón formando un tejido artificial y ahora tiene una condición física mejor que la mía. De hecho yo tengo algunas nanomáquinas experimentales que sirven para activar cosas electrónicas al recibir la señal. Funcionan igual que un chip que inventó un científico de los años noventa, solo que ese chip medía lo mismo que un grano de arroz, las mías son casi microscópicas.”
“¿Entonces pueden reparar órganos pero no reemplazarlos?”
“No, solo se puede ayudar al órgano, por que las ‘nanos’, como les dicen aquí, no pueden programarse aún para cumplir con funciones más complejas que tejido. O al menos eso dice el Dr. Drexler”
“¿Y ese quién es?”-preguntó el muchacho, ahora más interesado en la investigación. Le parecía curioso que Lucio trataba de hacer lo mejor en casi todos los campos. Tal vez no era solo como el dijo en un inicio, detener a las demás Familias de la Mafia, sino que estaba yendo más allá.
“Es ese de el fondo, de cabello café hacia atrás. Es de rasgos asiáticos, pero es norteamericano, es el director de la investigación”
Era un hombre de anteojos con traje casi entero y con gabacha blanca que estaba junto a uno de los pacientes con implantes de nanos. André le hizo señas de que viniera, y el hombre señalándose con extrañeza se percató de que era a él a quien llamaba y salió del cuarto.
André estrechó la mano del hombre “Doctor, este es Lahel, el sucesor de don Lucio”
“¡Hola!-dijo mientras estrechaba la mano del muchacho, tenía ese acento extraño de su país- Me llamo Richard T. Drexler, jefe de esta investigación, es un placer, joven”
Hablaba muy formal aunque aparentaba la misma edad de Lucio, tal vez sería por la barrera del lenguaje.
“Vengan al laboratorio, tengo algo que podría gustarles”, dijo el doctor muy entusiasmado de mostrar a personas de tan alto rango parte de su investigación.
Se acercaron a la pared-ventana del cuarto donde las personas usaban trajes de cuerpo completo y señaló una mesa con una caja de petri y un líquido plateado adentro que parecía mercurio.
“Miren atentamente-dijo sonriendo- esto es lo mejor que hemos logrado en años”
Una de las personas en la sala introdujo algunos datos en la computadora, y el líquido comenzó a tomar forma, primero moviéndose como agua vibrando y luego pareció asemejarse a un insecto extraño. A pesar que estaba a punto de tomar forma por completo, volvió a disolverse.
El hombre dejó su sonrisa a un lado y quitándose los anteojos, se frotó sus ojos con los dedos.
“Bien, sé que no es perfecto, pero al menos podemos programar un grupo de nanos jajaja” Ahora reía un poco.
El muchacho estaba atónito, nunca había visto algo igual, solo, tal vez, en películas o historias, pero no en la vida real. Ahora si estaba aún más interesado en el puesto.


(Inoficialmente: Primer post del año; CONTINUARÁ)

Secretos de vida: hacer lo mejor que se pueda con lo que se tiene

miércoles, 23 de diciembre de 2009

La soledad no le duró mucho, al cabo de un rato llegaron los familiares, escuchó el sonido de un auto, era una limusina que les había traído desde el hotel, por cuestiones que el muchacho atribuyó a ser parte del premio.
Al entrar a la casa, sus hermanos le saludaron y se fueron cada uno a sus cuartos a desempacar, lo mismo hicieron sus padres, pero el joven les siguió, con el ánimo de un alma en pena pero la actitud fingida de alguien que no ha conocido el dolor.
Pronto llegaron sus hermanos también, todos contaban experiencias alegres, anécdotas: la salida del sol, su puesta, la comida, el mar, la gente, el servicio, etc., etc., etc. El sonreía fingiendo interés, solo esperaba el momento adecuado para decir lo de la nueva casa. Ya eran alrededor de las nueve, y todos estaban realmente muy cansados, pero aún así sus hermanos se fueron a ver televisión. Hizo como una seña a su madre, mientras su padre estaba concentrado en otra cosa. Ella no entendió, el hizo como seña de una casa, su madre sorprendida le respondió asintiendo con la cabeza.
“Hay algo de lo que tenemos que hablar”-dijo su madre dirigiéndose a su padre.
“¿Si?, ¿qué pasó?” Parecía que esta frase no le agradó mucho, pero miraba a la madre con cierta curiosidad.
“¿Te acordás de Lucio?”
“Si, por supuesto”
“Pues antes de irnos al viaje, fuimos Lahel y yo a su casa…-estas palabras tan sinceras y explícitas no agradaron al joven, para entonces la atención de su padre era total- y resulta que contrató a Lahel para que diera unas clases de idiomas, apenas supo que éramos sus padres, quiso hacernos un regalo”
“Ajá, y ¿qué regalo es ese? ¿Y por qué yo no me enteré de nada?”-su padre parecía molesto.
“Ese día tenías que trabajar, además Lucio quería que te lo comentara a ver qué pasaba, el regalo que nos quiso hacer fue una casa nueva, regalada, sin nada que darle a cambio”
“Di por mi perfecto, pero no hay nada de fondo ¿Verdad?”
“No, de hecho quería que viéramos las casa juntos…”
“…Mañana” interrumpió el muchacho.
“¿Mañana? ¿No es muy rápido?”-decía su padre.
“De hecho hablé con don Lucio en estos días y quería, que si aceptamos nos pasemos mañana mismo, ya nos había dicho que la casa nueva está totalmente amueblada, solo habría que pasar cosas personales o si quieren pasar algo más, el va a alquilar un camión para llevarse lo que haga falta.”
Su madre estaba tan sorprendida como ahora lo estaba su padre.
“De hecho tengo unas fotos por si las querés ver” dijo su madre a al padre. La mujer sacó las fotos de un cajón de su ropero, al lado de su cama. El hombre las miró con recelo.
“No se… habría que pensarlo… parece un bonito lugar pero… ¿Qué es lo que se propone Lucio con esto?”
“Nuestro regalo de bodas”- respondió su madre.
“Hagamos una cosa-siguió el muchacho-que tal si hablamos con los menores, luego la vamos a ver y decidimos”
“Me parece sensato-dijo su madre- ¡Jehiel, Ismael, vengan!”
Sus hermanos bajaron con un poco de pesadumbre, no les gustaba que los molestaran ahora que estaban ‘descansando’.
Una vez que estuvieron en el cuarto, su madre lanzó la pregunta:
“Si nos fuéramos a vivir a otro lado ¿a ustedes les gustaría?” Lahel ya había dado una respuesta, por lo que la pregunta estaba dirigida a ellos. Su padre guardaba silencio, parecía que su duda se inclinaba al sí.
Jehiel respondió primero: “Di, no sé, creo que habría que ver el lugar primero, pero a mí no me importaría.” Su hermano menor dijo que él pensaba lo mismo.
“Vean, mañana después del almuerzo vamos al lugar y veremos” agregó su padre. Hasta ahí llegó la conversación. Con esta posibilidad que sugería su padre, el muchacho quedó al menos un poco satisfecho. Tenía ganas de que el mundo le cayera encima, pero al menos había logrado algo bien; ahora, cansado, se iba a su cuarto, se cambiaba la ropa y en el silencio, se retiraba a dormir. Antes, había mandado un mensaje a André contándole la situación.
Al día siguiente, todo parecía como si nada de lo reciente, hubiese pasado, sus hermanos y el encargándose de la limpieza, junto con su madre y su padre, este último lavando el auto.
Al cabo de un rato, almorzaron y aproximadamente a la una de la tarde, André apareció.
Lahel le abrió y le dejó entrar y se sentó con él en la sala. Al momento vinieron sus padres. Su madre no estaba para nada sorprendida de tal visita, contrario a su padre, que no sabía el propósito de la venida del tal hombre. André se presentó:
“Buenas, soy André Vianeau, representante de don Lucio. El quería estar aquí, pero por cuestiones de trabajo, no pudo, entonces me mandó encargarme de indicarles el camino hasta la casa que les había ofrecido”-sonreía como siempre.
El padre del muchacho era el que desconfiaba de todo el asunto, su madre en cambio pensaba en lo bonito que sería ver la casa en persona. El joven tuvo una extraña sensación al oír estas palabras y saber que no eran del todo ciertas, al menos no la verdad con todos sus detalles.
“Si bueno-comentó su padre- déjenos alistarnos un poco y saldremos con usted en el auto”
“Muy bien, iré a mi auto y les esperaré.”- Lahel acompañó a André mientras salía, y luego le guiñó un ojo, en señal de que el plan salía bien hasta ahora. Su madre llamó a los menores y les comentó la situación y cada uno fue a alistarse. Unos minutos después, ya estando todos listos, se subieron al auto, lo sacaron del garaje y su padre le hizo una señal a André para que guiara el camino. André arrancó y los otros le siguieron en su respectivo auto. Al cabo de un rato, de algunas vueltas, cruces, etc., llegaron muy cerca de la mansión de Lucio. André se estacionó frente a un portón negro enorme, en medio de paredes de cemento de la misma altura. Se bajó del auto, y el muchacho y su familia hicieron lo mismo. Al acercarse a André, este dijo:
“Está será su nueva casa si lo quieren, don Lucio ya ha hecho el papeleo del traslado, solo se necesitaría la firma de ambos-decían dirigiéndose al padre y la madre de Lahel- pero según su deseo, veremos la casa primero.”
Hizo una seña a un guardia que nadie había notado, en una casetilla al lado del gran portón, este les abrió los portones, que poco a poco dejaron ver una preciosa casa de enorme tamaño, prácticamente, una mansión; ubicada en el lado izquierdo del lugar.
Era de tres pisos, igual que en las fotos, construida de ladrillos y cemento, conservaba el color de los ladrillos, tenía ventanales, un palco, enredaderas.
Al lado derecho estaba un garaje con un auto nuevo de color vino y espacio para otro auto. Cada espacio con sus puertas eléctricas.
En el medio, un camino daba hacia el garaje y en el fondo, una zona verde enorme en el que se podía divisar una glorieta, y un espacio para cultivar.
Todos estaban atónitos, aunque Lahel no tanto, ya que había visto desde hace un tiempo toda clase de lujos.
“¿Qué les parece?-dijo André- ¿quisieran entrar a la casa?”
Hizo un gesto para que avanzaran primero hacia el interior. Lahel abrió la puerta principal, como siempre de madera labrada. Lo primero era un recibidor sencillo, las paredes eran todas de blanco, un candelabro en el techo… Notaba el parecido con la mansión de Lucio. Al fondo se veía una especie de sala-comedor. Al caminar hacia allí, a la izquierda había una espacio ligeramente elevado donde había sillones, y un pasillo daba a un baño y a un estudio, a la derecha había un ventanal que daba a la terraza desde el que se divisaba la glorieta y la entrada a la cocina. Una escalera que forma de caracol y un ascensor a su lado permitían llegar al segundo y tercer pisos. En el segundo había tres cuartos medianos y uno grande, más un baño y en el tercero un cuarto grande, una sala de televisión que podía usarse como cuarto; un baño y una oficina, además de la salida a un balcón. Cada cuarto de los pequeños tenía un escritorio, cama y ropero, de los más grandes, solo el del tercer piso tenía escritorio, pero por lo demás eran iguales a los de menor tamaño. André mostraba todo el contenido de cada lugar, haciendo una especie de ‘tour’ por todas partes. Cada lugar tenía sus propios detalles. Una vez que hubieron visto todo, hizo la pregunta: “Ahora, ¿piensan quedarse con la casa o no?”
Todos los miembros de la familia se miraban las caras sin poder decir nada. Luego las miradas se desviaron de los jóvenes a sus padres. Su madre asintió y sonrió. Su padre al sentir la presión de la necesidad de sus hijos de que dijera que sí, le hizo musitar:
“Es que no se, parece demasiado, no sé qué pensar, además… este…”La madre entonces tomó la iniciativa, pidió el papel a André y lo firmó:
“Ahora solo falta tu firma”-dijo al padre. Este, con desgano, firmó, ante la alegría de Jehiel e Ismael que sonreían con efusividad; y el alivio de Lahel, ahora todo estaba listo.
Acordaron entonces que se irían pasando por partes, así que André les pidió que comenzaran a empacar apenas regresaran, para mandar un camión en la noche.
“¿Puedo venir en la noche a quedarme aquí?” –preguntó Lahel.
Sus hermanos preguntaron lo mismo. La cara de sus padres no revelaba mucha aprobación, pero en el fondo ellos también querían hacer lo mismo, pero les parecía muy pronto, pues su antigua casa representaba muchas cosas para ambos. Ambos asintieron, afirmando que ellos también se quedarían, porque al día siguiente los menores tendrían que ir a la escuela.
Así, regresaron a la casa, empacaron todo lo que pudieron: ropa, libros, alguna que otra cosa.
En la noche, aun bastante antes de la hora de la cena, llegó el camión, montaron las cosas y la familia entera se fue siguiéndolo.
Otra vez en la nueva casa, descargaron sus cosas y cada quien las fue acomodando en el lugar donde quería quedarse. Lahel escogió el cuarto en el tercer piso, siempre gustó de vivir como en su ‘propio piso’. Sus hermanos tomaron los cuartos medianos y sus padres el grande del segundo piso. André llegó para cerciorarse que todo estuviera en orden, y la madre del joven le pidió que se quedara a cenar, a lo que el hombre aceptó gustoso, con el padre no muy complacido.
Mientras sus hermanos estaban en la sala de televisión, su padre en su cuarto que también tenía televisor y su madre en la cocina, Lahel le pidió a André conversar. Ambos se fueron al estudio del primer piso. Tenía, además de un escritorio, tres asientos. Se sentaron.
“¿De qué quería hablar, señor Lahel?”
Iba a preguntar por Lucio, pero pensó: ‘Qué necio, si no me ha dicho nada, es que nada se sabe de él’ así que comenzó con su preocupación original:
“Ahora que todo está listo aquí, ¿qué es lo que va a pasar?
“Pues nada, ahora usted siga su vida, seguirá el entrenamiento con Suzu- cosa que le disgustó al solo oírlo- y ahora podemos protegerlo a usted y a su familia mejor”
“Si, pero no sé cómo voy a hacer sin don Lucio”
El hombre contestó con una sonrisa: “Sencillo, para eso estamos los ‘12’, para ayudarle. Aún no se puede nombrar como el nuevo ‘Don’, pero es el sucesor oficial”
“Si, pero… -decía esto mientras desviaba la mirada hacia un lado- me siento incapaz de hacer algo con este cargo, y tan pronto, yo creo que don Lucio se equivocó de persona, además he estado pensando en que esto no es lo que quiero hacer.”
André pareció ponerse un poco serio: “No diga eso, al menos usted tiene la oportunidad de hacer algo con todo esto, desde ahora, yo tuve que sufrir mucho para poder tener esta oportunidad”
“Si, pero vos sos… más…” André le interrumpió:
“Le voy a contar algo, sólo guárdelo en secreto ¿Ok?- el joven asintió, le había captado la atención- Hace mucho tiempo yo quería ayudar al mundo y hacer muchas cosas buenas, desde joven estuve metido con grupos religiosos y hasta sacerdote iba a ser, pero en cada cosa que me metía, siempre algo salía mal y no lograba nada. Pasaban los años y mi fe se fue haciendo más pequeña cada vez. No sabía cómo ayudar a la gente, si nada me salía. Mi padre tenía un arma y un día decidí usarla, le eché valium en el fresco. Cuando se durmió salí a las calles, harto de no hacer nada, viajé hasta un lugar muy peligroso, todo vestido de negro y vi un asalto, sin pensarlo le disparé al tipo y salí corriendo de vuelta a mi casa.-el muchacho se agitó un poco, no podía creerlo- Al día siguiente me sentía excelente, había salvado a alguien. Así, cada noche hice lo mismo, asaltantes, drogadictos, de todo maté. Curiosamente nunca lograban saber quién era el que hacía esas cosas, o no les importaba. Una vez me peleé con mi hermano por algo tonto, y sin pensarlo le disparé.- los ojos de André parecieron ponerse llorosos- ¿Qué irónico no? La cosa que me permitió ‘cambiar’ el mundo, también me lo desgració. No murió, pero cuando llamé a una ambulancia y describí lo que pasó, la policía me ligó a todos los asesinatos, y me metieron a la cárcel. No fue hasta que caí a lo más bajo que entendí que todo estaba mal, solo debí haber esperado una mejor ocasión para hacer algo bueno de verdad. En la cárcel, aunque me fue mal, me daban privilegios por buena conducta y cada día oraba pidiendo perdón por lo que hice. Un día, don Lucio que aún no era ‘Don’; entró a la cárcel de encubierto para descubrir una red de narcotraficantes en el mismo lugar donde yo estaba y poco a poco nos fuimos haciendo amigos, llegamos incluso protegernos las espaldas el uno al otro porque yo le comencé a ayudar en su investigación sin saberlo. Así él supo el porqué de mi reclusión. A los seis meses, don Lucio salió, según sus planes y me dijo que si quería salir; si estaba dispuesto a trabajar con el por algo bueno y no tomar el poder por la fuerza, sino luchar como se debía contra lo malo del mundo.- el hombre suspiró y se tocó la barbilla- Le dije que sí, en broma, pero ese mismo día me sacó de la cárcel y me convertí en el sétimo de sus ‘12’. Cuando don Lucio se hizo ‘Don’, con la muerte de su padre, me convertí en su mano derecha. Al fin había podido encontrar la forma de ayudar a la gente, y desde entonces he tratado de cada día corregir mis errores…”
Lahel estaba atónito, incluso tenía la boca abierta, de la impresión que le causaba tal historia. Hubo un momento de silencio, el muchacho no salía de su asombro. André continuó:
“Por eso aproveche esta oportunidad, por que a usted se le ha regalado poder para hacer cosas muy buenas, poder que quise tomar a la fuerza y a mi manera, y por el que tuve que pagar, hasta que se me dio una segunda oportunidad. No renuncie a este regalo”
“O, o, ok…-respondió el joven- gracias André, me siento un poco mejor” Esto era en parte mentira, porque aún estaba como en ‘shock’ por tal historia, además no veía mucha diferencia en lo que hizo André a lo que hacía ahora con Lucio, pero alguna diferencia habría de haber. O al menos eso suponía.
Lo que si era seguro era que él quería hacer algo por este mundo que tanto había odiado y ahora, tal como André decía, tenía los medios para lograr casi lo que quisiera.
Al momento, su madre llamó a todos a comer, por un intercomunicador de la cocina, que todos los cuartos, excepto los baños, tenían. André y el joven se levantaron y fueron a la sala.
Algún optimismo tenía ahora el muchacho.

(Continuará...)

Así es la vida: seguir o quedarse en el camino

miércoles, 16 de diciembre de 2009

El muchacho podía percibir una tenue luz sobre su rostro, aun sin haber abierto los ojos. No se escuchaba ruido alguno.
Abrió los ojos, percibiendo una lámpara que emitía aquel brillo, una luz tenue y agradable que no dañaba sus ojos. Pensaba en dónde estaba, pensaba que era un sueño, y que pronto despertaría en su cama, listo para bajar a la sala de su casa y saludar a su familia. Se sonreía levemente sin incorporarse de lo que parecía ser una cama.
Tal vez despertaría y sería el día en que se enfrentarían al primo de Lucio.
Como un balde de agua fría, este pensamiento desató todos los acontecimientos que había vivido: ya había sucedido la batalla. Se incorporó de golpe, pero cuando se preparaba a bajarse de aquella cama, se sintió un poco mareado y volvió a recostarse. Se tapó el rostro con una mano. No sabía qué era lo que había pasado, pero poco a poco cada una de las cosas que habían sucedido antes de perder el conocimiento, volvían a su cabeza.
¿Cuánto tiempo habría pasado? ¿Seguirían en la base?...
Miró un poco a su alrededor, había unas cortinas azul oscuro que aislaban el lugar donde se encontraba, incluso detrás suyo. Trató de incorporarse, esta vez más lentamente, su mareo se había ido. Aún estaba vestido con la camisa de manga larga y pantalón formales; pero no tenía la corbata ni el saco y estaba descalzo y su camisa un poco desabrochada.
Al poco tiempo, se escucharon algunas voces cerca, una voz en particular sonaba familiar, era ese típico acento francés: André.
Este último corrió una de las cortinas, dejándose ver por entre ellas. Se había quitado la corbata y desabrochado la camisa, pero aún vestía el saco y tenía las manos en sus bolsillos.
“¿Se siente mejor señor Lahel?-sonreía un poco a pesar de que el sabía que el joven estaba un poco traumado por el incidente reciente.
“Supongo que sí, al menos ya no me siento mareado.”-el muchacho trataba de sentarse al borde de la cama. Al pie de esta, yacían sus zapatos.
“Bueno, entonces saldré un rato, hay cosas por hacer antes de irnos, entonces si ocupa algo, va a haber un guardia en la entrada del cuarto, para lo que necesite”- decía esto mientras se alejaba y viraba hacia una salida a la derecha del muchacho que por las cortinas no se podía ver.
“André…”-dijo el muchacho con una voz muy suave, pero lo suficientemente audible como para que André le escuchara.
El hombre se detuvo, pero no volvió a ver-“¿Si?”.
El muchacho musitó, con la mirada baja- “… ¿Se sabe algo de don Lucio?...”
La expresión aparentemente feliz del hombre se torno seria por un instante, pero luego volvió a sonreír. Viendo al joven a la cara dijo:
“No, pero no pierda la fe, mientras tanto sólo queda esperar”-luego de esto, continuó su salida.
Aún le quedaban algunas preguntas por hacer, pero prefirió dejarlo así por el momento.
Se puso sus zapatos y salió del cuarto, la puerta, como era de costumbre era de madera. El pasillo al que daba era un poco más claro que el cuarto del que salía, con pasillos de un color ocre. Un hombre moreno de aspecto muy joven, vestido con un uniforme igual al de los marinos del barco y el submarino, le saludó con efusividad:
“Señor Lahel, si puedo ayudarlo en algo no dude en preguntar”
“Ehhh ¿me podrías llevar con Suzu?”
“La señorita Suzu está ocupada, tomó el lugar de la señorita Cassandra en una reunión de emergencia que ‘los 12’ están realizando en este momento”
Al joven le pareció graciosa la forma de hablar de aquella persona:
“¿Entonces me podrías llevar con Cassandra?” el hombre hizo un gesto para que le siguiera.
Caminaron, el muchacho siguiendo a esa persona, por algunos pasillos más del complejo submarino, si es que ahí era donde estaban aún. Todas las áreas eran iguales: paredes ocre, con algunas lámparas de pared cada tanto.
Al final llegaron a una de tantas puertas, igualmente detalladas, pero estas eran de metal, y así todas las de ese pasillo.
El muchacho se preguntaba cómo si Lucio era tan cuidadoso en los detalles, todo en ese lugar parecía como apagado y oscuro. Llegados a una puerta, el marino indicó que este era el cuarto donde estaba Cassandra, tocó un par de veces y abrió la puerta para el muchacho.
La vista del lugar era completamente diferente a toda la arquitectura del resto del lugar.
Parecía un jardín con miles de flores y plantas, era un salón circular. El piso estaba hecho de adoquín de varios colores, primero un camino que daba al centro con unos pequeños canales a los lados por los que fluía el agua y en el medio, un círculo que albergaba una mesa de metal con algunos asientos. En el centro, estos canales formaban un patrón como de estrella, dejando escuchar el sonido del agua en movimiento por todo el lugar. Las plantas por supuesto, estaban a los lados del camino y alrededor del círculo de adoquín del centro. Las paredes estaban pintadas como un cielo azul con nubes y algunas luces en la cúpula de este domo daban luz de aspecto muy natural al lugar. La joven estaba sentada a la mesa con algunos bocadillos y una tetera. Mientras el joven se caminaba ya dentro del cuarto, el marino cerró la puerta tras él.
Cassandra, al ver que era el joven quien entraba al lugar, se levantó con efusividad y corrió hasta el abrasándolo.
Lahel no sabía que decir, y le molestaba el hecho de tener puesta la misma ropa del evento, a pesar de que no sabía cuantas horas habían pasado, aunque Cassandra también tenía el mismo vestido que antes. El se quedó quieto, ante el abrazo que le transmitía cierta tranquilidad.
La joven, sonriendo solamente, le tomó de la muñeca y lo llevó hasta la mesa, sentándolo.
Acercó un plato con algunos dulces al muchacho, y comenzó a verter té en una taza para el.
Mientras esto pasaba, Lahel con un tono de preocupación dijo:
“Cassandra… ¿Qué pasó hasta ahora?”
Ella sonrió con malicia: “Pues, te desmayaste y dormiste como doce o trece horas, la verdad no sé muy bien. La gente estaba muy preocupada, pero los doctores dijeron que eran solo cansancio y stress acumulados que en cierto punto, cuando tu cuerpo se relajó un poquito, hicieron una especie de reacción como ‘desconectándose’, y la consecuencia natural fue el desmayo”
“Pero si no hice nada de esfuerzo”-respondió el muchacho extrañado. Al dar una mirada fugaz a la comida, se dio cuenta que tenía mucha hambre.
“Claro que sí, esfuerzo emocional-respondió la joven- Don André y Suzu quisieron que yo me quedara aquí, mientras ellos están reunidos de emergencia, planeando lo que vendrá ahora que don Lucio…- Cassandra hizo una leve pausa.- Ahora que nadie sabe nada de don Lucio”.
Un escalofrío invadió al muchacho, que tenía el bocado en la boca.
La muchacha suspiró y continuó: “Bueno, c’est la vié”
De repente Lahel cayó en cuenta de lo que había pasado con él, atragantándose. Tosió un poco ante la preocupación de la muchacha, bebió un poco del té, que le faltaba azúcar y dijo:
“Si dormí tanto, ¿qué hora o día es?”
“Es domingo, son como las dos o tres de la tarde, como saberlo jajaja”
“¿Y seguimos en la base submarina?”-dijo el muchacho, más que como pregunta, como afirmación.
“Si. El resto de los 12 llevan desde las diez de la mañana en esa reunión. Pero Suzu me traerá un reporte cuando termine”.
Por un momento, el muchacho hizo como si fuera a preguntar por Lucio, pero se detuvo a sí mismo recordando que ya había hecho esa pregunta. Guardaron silencio un rato, mientras el muchacho comía lenta pero interminablemente de todo lo que había en la mesa, ante la mirada asombrada y a la vez entretenida de Cassandra. Luego esta última comenzó a hablar de algunas cosas de la fiesta, tratando como de obviar el incidente que había acontecido inmediatamente después a ella. El muchacho trataba de corresponder a la iniciativa de conversación, pero muchas dudas sobre lo que pasaría a continuación le abrumaban, y sus respuestas estaban lejos de ser conscientes y denotar interés puro.
Al cabo de una media hora, se escuchó un tocar en la puerta y entró Suzu.
Todavía tenía su vestido elegante y de hecho a pesar de los incidentes, parecía completa y perfectamente arreglada. Tanto Lahel como Cassandra le volvieron a ver mientras se acercaba.
Suzu bajó la cabeza en forma de saludo, como fuera su costumbre.
“Buenas tardes-su acento causaba cierta gracia en Lahel, sentía como si no lo hubiera notado nunca- debo llevarme a la señorita Cassandra unos instantes”.
“Bien-dijo ella mientras se levantaba de su asiento y dirigiéndose a Lahel- pronto nos veremos”.
Ambas se retiraron un tiempo. El joven se mantuvo mirando desde su asiente aquel domo, escuchando el agua y pensando un poco en su familia, deseando que ellos estuvieran en una mejor situación. Le preocupaba el hecho de que el fin de sus ‘vacaciones’ era ese día, no sabía a qué hora llegarían y maquinaba alguna excusa por si llegaba tarde. Mientras hacía esto, miró en su mano derecha el anillo de Lucio, se le quedó mirando un rato y entonces tuvo un pensamiento fugaz. ¿Y su arma?... Tuvo una leve sensación en el cuerpo, como ese vacío en el estómago que había sentido horas antes, pero en menor medida. No sabía dónde estaba, pero se tranquilizó pensando en que preguntaría luego. A pesar de la cantidad de pensamientos que tuvo, pasaron muchos minutos más antes que las dos muchachas volvieran, pero solo volvió Suzu.
“Se le convocó a la reunión de los doce, por favor acompáñeme” Parecía un algo seria, pero no era muy diferente de su expresión facial normal, aún así estas palabras lo turbaron un poco.
Esta lo guió por otros pasillos más hasta un salón que bien hubiera podido confundirse con el salón donde originalmente fue nombrado Sucesor, aquel día que tuvo que pasar por el laberinto.
Era el mismo lujo y los mismos detalles, con una mesa igual, solo que eran solo los doce, incluyendo a Cassandra quienes estaban sentados, y las cabeceras vacías, lugares que habían ocupado Lucio y Lahel. Este último tomó asiento en una de las cabeceras, otra vez.
André tomó la palabra: “Señor Lahel, hemos estado deliberando sobre los pasos a seguir y esto es lo que hemos decidido-tomó un tono muy serio, diferente a su actitud normal, después de todo, era la mano derecha de Lucio- luego de esta reunión, partiremos al puerto más cercano. Los doce, excepto yo irán a sus casas, a prepararse por cualquier eventualidad. Ya eso ha sido planeado, yo iré le dejaré en su casa y esperará a su familia, para hablar del traslado a la casa nueva, la prioridad ahora es protegerlo a usted que es el más vulnerable- el muchacho sintió un escalofrío y algo de rabia, por no poder hacer nada ‘por la causa’- mientras tanto se pondrán algunos hombres cerca de su casa como precaución. Mientras tanto, se va a organizar una búsqueda de don Lucio.” El joven suspiraba y asentía. A la distancia, Cassandra le miraba con algo de lástima. Los demás de los 12, solo se quedaban callados, ante tal situación. Tenían rostros como de frustración ante lo sucedido, especialmente por el poco uso de Lucio de vastos recursos de la Familia.
“Bueno, todos abordemos el transporte y vámonos, hay mucho por hacer”- añadió André.
Esta vez el joven miró al resto de los doce con todo detalle, mientras iban saliendo como en silencio de funeral, de aquel salón: don Montebianco, don Martello, la señora Camara, el señor Smith, las señoras Lee, Naidu y García, los señores Yosef, Zheng y O’connor. Uno que otro de ellos ponían su mano sobre el hombro del muchacho, otros le sonreían, otros lo reverenciaban un poco. Cada uno parecía querer expresarle su apoyo. Cassandra y André permanecieron sentados hasta que los demás salieran. Luego se levantaron y desplazándose hasta el muchacho, André, con las manos en los bolsillos aún y una expresión más relajada, dijo:
“Vamos, que dicen que el tiempo y la marea no esperan a nadie jajaja”.
Ambos el hombre y la muchacha continuaron hasta la salida. El joven se levantó y como la salida quedaba a su espalda, volteó:
“Bueno, pero mi arma… ¿Dónde está?”
André se volteó a su vez, la joven hizo lo mismo, por pura curiosidad.
“Pues-respondió el hombre- don Lucio nunca te dijo cómo se llamaba ¿verdad?”
“¿Llamarse?- el muchacho estaba sorprendido, Cassandra no tanto, más bien sonreía con interés- ¿para qué le ponen nombres a las cosas?- solo movía su cabeza en señal de desaprobación.
A André le molestó un poco el comentario- “Se llama ‘Uroborus’” André siguió caminando hasta salir de la habitación. Cassandra lo seguía con cara de aprobación.
“¿A que vino todo eso?”- se preguntaba el joven extrañado, tanto que la expresión de su rostro no dejaba ni la más mínima duda, ni siquiera había contestado su pregunta… ¿o sí?
El joven caminó rápidamente hasta alcanzar a hombre y a la muchacha. Les siguió hasta el submarino, en el que ya los otros 12 habían abordado. Dos grupos de al menos veinte hombres y mujeres cada uno estaban a los lados del camino que servía como puerto para el submarino, estos marinos saludaron a los tres, mientras se acercaban y subían al vehículo.
Lahel fue el último en subirse, y al bajar la escalera, vio que sobre el asiento que hubiera ocupado antes, estaba su arma, la tal ‘Uroborus’. Se preguntaba el por qué de ese nombre y lazando una mirada a André, que estaba en los controles, vio que le sonreía y le guiñaba un ojo.
Fueron más o menos un par horas de viaje, aunque a la mitad del trayecto, el muchacho comenzó a ‘cabecear’ y se durmió; algo como en sueños escuchó como la voz de Cassandra diciendo algo como ‘parece un niño aún, a pesar de ser un adulto’ y a alguien riendo, pero no sabía si era un sueño o no, la verdad no le importó.
Al llegar al destino, el submarino emergió en un lugar bajo techo, como una bodega con las luces prendidas. Todos se bajaron, Lahel un poco somnoliento aún. Todos se despedían de cada uno de los y las otros. Algunos se retiraban por diferentes puertas del lugar, otros por la misma. André notó la duda en el muchacho y le explicó que cada puerta daba a lugares diferentes, para no causar sospechas. Cassandra también se despedía, abrazando otra vez al muchacho.
Cuando ya no quedaba nadie, André, Suzu y el joven salieron por una de las tantas puertas, esta daba a un pasillo medio oscuro que luego de un rato de caminar, daba a otra puerta. Al salir, estaban en otra bodega llena de autos negros. Abordaron uno de ellos y André comenzó a manejar. Lahel iba atrás y Cassandra en el otro asiento del frente.
El portón del lugar estaba abierto, salieron a una especie de parqueo cercado. Al salir del parqueo, el hombre pitó a una mujer anciana de aspecto humilde que parecía ser la dueña del lugar, sentada dentro de una casetilla. Esta solo levantó su mano como saludando.
Casi tres horas más tarde estaban ya al frente de la casa del muchacho, habían pasado a un restaurante de comida rápida a medio camino, y así se entretuvieron y llegaron un poco más tarde de lo esperado.
Frente a la casa, André miró hacia atrás diciendo:
“Bueno señor Lahel, ya conoce el plan, por favor sígalo al pie de la letra. ¿Si?”-sonreía.
El joven asintió con cierto desgano pero sonriendo levemente y Suzu se ‘despidió’ con otra sonrisa y un leve movimiento de su cabeza, como indicándole que se bajara del auto.
Era ya la noche, en sus bolsillos estaban su llaves y en su mano derecha su arma. Al bajarse, levantó su mano para despedirse y André arrancó. Tal vez iría a dejar a Suzu.
Abrí los portones, la puerta… cerró todo. Su sala vacía evidenciaba que nada había cambiado y que su familia por suerte aún no había llegado. Las luces aún estaban encendidas.
Fue a buscar un vaso, se sirvió un poco de refresco y se sentó en la misma silla de la mesa de la sala que frecuentaba, a la cabecera.
Solo, como había partido a la catástrofe del día anterior, había vuelto a su casa. Pronto su familia llegaría y las mentiras por tratar de que no les pasara nada malo, continuarían.

(Ahora si: fijo CONTINUARÁ)

Movimiento inesperado-esperado: paz como excusa para la tomenta.

miércoles, 21 de octubre de 2009

Ya había quedado solo, al fin todo estaba por comenzar, su entrenamiento de esa semana parecía terminar ese día, y al día siguiente se esperaba el ataque de Alfonso.

Ese día decidió dedicarse por exclusivamente a tratar de mejorar algo para estar listo, al menos psicológicamente para el día por venir.

Luego de realizar algunos quehaceres de la casa, fue directamente a donde Suzu, siguiendo el mismo procedimiento que el primer día: tocar el timbre, esperar a que el portón eléctrico se abriera y luego de ponerse el traje de entrenamiento hacer todo lo que Suzu le dijera.

Aunque había hecho algún progreso, se sentía bastante inseguro, y ese día en la práctica se equivocaba constantemente debido a su falta de concentración.

“Por favor concéntrese, mañana tiene que estar en la mejor forma posible para cualquier eventualidad.”-dijo Suzu en un momento de hastío, al ver que el muchacho no ponía de su parte en el entrenamiento. Bajó su arma, esperando una respuesta del muchacho.

Lahel bajó la guardia y también la mirada. “No puedo…de hecho… no quiero. Tengo mucho en la cabeza como para poder concentrarme”

“¿Pero no ha entendido el problema después de todos estos días?”-preguntó la joven un poco molesta.

“Si, pero ¿qué voy a hacer? Ha pasado solo una semana y aunque he hecho progresos, no me siento listo. Y tampoco voy a ir ahí matando gente, nunca lo he hecho y no quiero hacerlo…”

“Solo eso faltaba -replicó la joven, desvió su mirada a un lado- si no quiere no mate a nadie, pero al menos sepa defenderse, y terminemos con esto, que ya se hace tarde y tengo algunas obligaciones”

“Bueno…”

A pesar de que el joven no estaba nada tranquilo, logró terminar bien el entrenamiento. Ya era la tarde y no habían almorzado por dar más importancia al trabajo físico.

La joven finalizó la lección, pidiéndole al joven que se cambiara.

Una vez que se hubo cambiado de ropa, se disponía a irse, pero Suzu le dijo:

“¿Ahora va para su casa?”

“Si, por supuesto”-respondió Lahel.

“¿Y tiene al almuerzo preparado?”

Esta pregunta no agradó para nada al muchacho, no quería tener que cocinar para alguien más:

“No, todavía no he hecho nada, pero algo me inventaré”-dijo un poco inexpresivo.

“¿No quiere quedarse a comer?”

Fue como un shock para el joven, no esperaba tal cosa de ella. De hecho no sabía ni que esperar, sintió además un poco de remordimiento por pensar en no querer cocinarle nada y que ahora fuera ella quien le invitaba a comer.

“Di, está bien”-dijo extrañado.

“Bien-parecía que la joven se alegró un poco de tal respuesta, pero no era fácil afirmarlo- por favor suba al departamento y siéntese en la mesa”.

Subió por aquellas escaleras que daban al segundo piso del lugar. La muchacha le seguía detrás.

Al subir veía un espacio casi vacío con una mesa redonda de madera simple de cuatro sillas, una cocina sencilla, un lavabo con algunos estantes, suponía que esto era la ‘sala-cocina-comedor’; a unos metros se veía una puerta de madera que daba al dormitorio, con una pequeña cama arreglada, y algunos libros apilados encima, todas las paredes pintadas de un color ocre.

Pensaba que aunque trabajaba para Lucio, este lugar era muy solo y aburrido como para tenerlo por hogar, pero recordó también que era solo temporal, mientras se mudaba otra parte. Aún así, sabía ya el por qué de tener a alguien como compañía.

Suzu se apuró y sirvió uno que otro platillo, Lahel trató de ayudarle, pero ella prefirió que se sentara, lo cual le dio un poco de pena, pues estaba acostumbrado a ayudar a la hora de servir las comidas en su casa.

Comieron de lo que la joven había preparado, a Lahel le sabía bien, pero no dijo nada, porque ella misma permanecía en silencio.

Cuando hubieron ambos terminado, el muchacho se levantó y llevó los platos, vasos y cubiertos al fregadero, ante la mirada semi-satisfecha de Suzu.

“Muchas gracias por todo-dijo el joven-pero mejor me voy a alistarme para mañana”

“Esta bien, solo espere abajo mientras le traigo su traje para mañana, don André pasará las 4 de la tarde en punto, yo ya estaré allá.”

El muchacho bajó las escaleras y esperó junto al portón, y al instante la joven bajó con un traje entero similar al que había utilizado antes Lahel, con un estilo un poco oriental también, parecía que Lucio sabía un poco lo que le gustaba.

El joven se despidió alzando su mano, y Suzu agachando un poco la cabeza, parecía feliz, pero cómo saberlo.

El mismo proceso para llegar, solo que al revés; salir de la casa de Suzu, caminar y volver a la suya propia. Abrió, se metió y cerró todo nuevamente, y su casa aunque acogedora, estaba vacía sin su familia. Subió a su cuarto y puso el traje sobre la cama.

Así, pasó todo el resto del día aunque vio alguno que otro programa en televisión y se conectó al internet un rato, tenía un sentimiento de ansiedad y no podía apoyarse en nadie.

En la noche su madre le llamó, comentándole lo bello del lugar a donde habían ido, el excelente trato recibido, etc, etc, etc… Él solo escuchaba fingiendo una alegría empática, pero algo feliz muy en el fondo por que se estaban despejando un poco, aunque él no pudiera estar ahí.

Luego se acostó a dormir, y pudo dormir en paz, sin sueños, pero en paz.

La nueva mañana se presentaba extraña. Había una pequeña y suave llovizna, el silencio en su casa era anormal. Acostado de medio lado, como aún estaba, se cubrió el rostro con las cobijas y se quedó así un rato, a pesar de haber dormido bien estaba agotado por tal semana.

No había manera de zafarse de esto. Entre tantos pensamientos que se le venían a la mente, ilusiones de lo peor que podría pasar; recordó una frase “vivir cada día como el último”, una de sus favoritas, y nunca le había parecido mas racional que en este instante.

Se levantó de golpe y fue a hacer todo lo que más le gustaba, otra vez un desayuno de pancakes y gaseosa, que por suerte había un poco de esta. Solo, en la cabecera de la mesa, le hacía un brindis a Dios, a quien imaginaba sentado en el lado opuesto de la mesa rectangular de su sala.

Comenzó luego a hacer labores de la casa, lavar los platos, barrer, arreglar… Estaba un poco cansado, y decidió dedicarse a escuchar música, en la computadora de la pequeña salita que daba hacia las escaleras.

Almorzó igualmente solo, tenía algún dinero ahorrado, y mandó a pedir algo de comer, de un restaurante que siempre le había gustado.

En fin, luego de miles de minutos que pasaban lentamente, entre pensamientos y silencios, entre sonidos televisados y música, faltaba ya menos de una hora para que André viniera por él.

Tomó una ducha, y al estarse terminando de mudar, abrochándose los botones de las mangas de la camisa, veía aquel anillo, el que era su ‘cruz’ y su lujo, el anillo de Lucio; decidió ponerse otros anillos más que guardaba una pequeña caja de madera en un estante del ropero de su cuarto, aquellos con los que había recibido aquel nuevo anillo.

“Ya me parezco a Lucio con tantos anillos”-pensó mientras se veía en un espejo del baño del segundo piso. Una vez más su mecanismo de defensa ante el miedo y la incertidumbre se anteponía.

Ya tenía todo puesto, incluso la corbata y el saco, solo esperaba impaciente a André. Un joven vestido casi completamente de negro a excepción de la camisa blanca, cual si fiera a un funeral.

Para pasar el rato, fue a su cuarto y acariciando la cama con la mano, añoró su vida monótona de antes, se sentó en ella y sacó de su maletín la espada que Lucio le había obsequiado.

La desenvainó parcialmente, nunca la había usado, pero ya tenía una idea de cómo hacerlo, todo era por su bien y el de su familia. Sus ojos se reflejaban perfectamente en la hoja, no percibía nada en particular en su mirada.

En el reloj de su celular, las 4 p.m.

El sonido de un auto se escuchó cerca, guardó el arma en su vaina y corriendo hacia la entrada, abrió la puerta y vio que era André, con un auto negro, parecía nuevo.

Abrió rápidamente cada uno de los portones, mientras el hombre se bajaba del auto cauteloso, asegurándose que nadie sospechoso estuviera por el área, como siempre le abría la puerta al joven, que apenas hubo cerrado todo, se introdujo en el auto.

El hombre retomó su lugar como conductor y comenzó a manejar.

El joven veía por la ventada, pensativo.

“¿Cómo se siente hoy señor Lahel?”.Preguntó el joven mirando por el retrovisor, como siempre.

“Qué te diré, no es mi mejor día. Todo el día le he estado dando vueltas al asunto con el primo de don Lucio” Seguía mirando por la ventana, con el arma en el regazo.

“No se preocupe por nada, don Lucio va a hacer todo lo posible por tenerlo todo bajo control. Confíe en él, y también confíe en usted mismo, que todo va a salir bien” Sonreía por el espejo, pero aún así André mismo sabía que estas palabras eran difíciles de asimilar para un muchacho que nada había tenido que ver con la Mafia hasta el momento.

Por un buen rato ninguno dijo nada, hasta que Lahel rompió el silencio:

“¿Puedo hacerte una pregunta?-esto atrajo la mirada del hombre-¿A dónde es que vamos?”

André volvió a poner sus ojos en el camino, mientras contestó:

“Vamos a un hotel, donde nos espera un helicóptero para poder ir al lugar del evento, que es un barco de don Lucio”

“¿Cómo?-dijo el muchacho sobresaltado-¡Vamos a dura toda la vida!”

“No, no-replicó André en un tono incrédulo- el hotel está a media hora de donde estamos, el barco a hora y media. Aunque parece un poco raro, es porque don Lucio quiere alejar el área de ataque de la ciudad, para no llamar la atención y no implicar a gente inocente”

El joven asintió con el cabeza, más nervioso aún.

Todo fue según las palabras de André, llegaron a un hotel semi-lujoso, entraron; el hombre saludó a la persona en la recepción, tomaron el ascensor hasta la azotea, se montaron en el helicóptero, que parecía de tipo militar, por el diseño y algunas turbinas que tenía a los lados, aunque no parecía tener armas. André otra vez era el que “manejaba”, el sonido era muy fuerte, a pesar de que se había puesto los auriculares. Pasado el tiempo señalado, el barco se podía ver por la ventana. Lahel miraba asombrado tal cosa: un crucero enorme, blanco y con la marca de la Familia en la cubierta en la proa. Parecía haber muchas personas a medida que se acercaban.

Ya aterrizando en una zona de la popa del barco junto a varios otros helicópteros que parecían ser de los asistentes al evento; Lucio salió a recibirlo, el anochecer era inminente. André detuvo el motor y el joven fue el primero en bajarse del vehículo.

Acercándose a Lucio, este le saludó con un abrazo, el joven estaba perplejo, sin moverse sostenía en la mano derecha el arma.

“Lahel, nuestro invitado de honor-al muchacho no le agradaron para nada estas palabras-Hoy te toca ser el centro de atención. Vamos a la proa y comencemos esto, para ver qué pasa con mi primo jajaja” su sonrisa no le inspiraba confianza, a pesar de que Lucio parecía reconocer su nerviosismo.

Inmediatamente después de esto, apareció Suzu, a quien casi no reconoce. Tenía puesto un vestido largo rojo, con un cuello oriental, el pelo suelto y perfectamente peinado con algunos mechones rizados, apenas con maquillaje, pero se veía completamente bien.

Acercándose al muchacho, inclinó un poco la cabeza, para saludarlo. El joven hizo lo mismo en respuesta.

Caminaron bordeando el barco por los costados, hasta llegar a la proa. El lujo exagerado de siempre era ahora evidente.

“Hagamos una cosa, prestame tu arma”-Lucio decía esto antes de anunciarse en la actividad.

El joven le dio la espada. El hombre desató un cordón que parecía ser solo un decorativo de la vaina y lo puso alrededor de la cintura del muchacho amarrándoselo. Así se ocultaba un poco, pero quedaba a la mano.

“Es mejor así, para no causar sospechas entre los invitados.” Lucio le sonreía tal vez para evitar ponerlo más tenso de lo que ya estaba. De hecho Lahel sonreía levemente, pero su pulso estaba acelerado.

Ahora veía fugazmente los detalles porque temía que un descuido le costara el triunfo en este problema: esta cubierta tenía como dos niveles, uno que parecía un balcón con barandales y adornado con flores y de él había dos grupos de escalones a los lados que daban a un nivel inferior en el que estaba un espacio parecido a un lugar de baile en el medio, una mesa principal justo debajo del balcón, llena de adornos florales, y las demás mesas, todas con manteles blancos, arreglos, copas de cristal, vajilla de porcelana, y demás lujos posibles. Una banda de música tocaba un ensamble entre música clásica y electrónica en una especie de tarima en la parte más hacia la proa; y la gente, jóvenes y adultos todos con ropa sumamente elegante.

Un hombre de edad media, tomó un micrófono y dijo:

“Buenas noches a todas las Familias presentes, y a los miembros de la Familia Garibaldi, tengo el placer de anunciarles la presencia de Don Lucio y su Sucesor Oficial Lahel Speroza. Por favor recibámoslos con un cariñoso aplauso” Lucio y Lahel estaban en aquel “balcón”, mirando a los invitados. La gente aplaudía efusivamente.

Bajaron por las escaleras de la derecha hacia la mesa principal, el joven casi en el asiento del centro, con Lucio a su derecha, Suzu a su izquierda y André a la derecha de Lucio.

Este último llamó al hombre del micrófono con un gesto, y una vez que tuvo el aparato en la mano, se puso de pie y dijo:

“Buenas noches. Bueno como todos saben, tengo Sucesor, por eso quise hacer una pequeña fiesta para celebrar una nueva generación en nuestra Familia, cómo decía mi Madre ‘finché c’è vita, c’è speranza’, ‘mientras haya vida, hay esperanza’; y esta nueva generación me trae consuelo y una ilusión de que al fin después de tantos siglos le demos un giro a este mundo.”

Las palabras de Lucio eran aplaudidas, mientras el joven saludaba temeroso desde su asiento. Suzu, que no había dicho palabra, le miraba extrañada.

La banda comenzó a tocar música bailable, haciendo que muchos de los presentes, jóvenes o no tan jóvenes se pusieran a bailar. Incuso el mismo Lucio fue sacado a bailar por una mujer desconocida, de acento italiano. Meseros comenzaron a servir bebidas y algunos bocadillos.

El muchacho se preguntaba cómo Lucio podía mantener la calma con el peligro, y solo bebía un poco de refresco que había pedido. Viendo la tensión, Suzu preguntó al joven si quería bailar; a lo que este, desconcertado, respondió involuntariamente que sí. Aunque un poco torpe al principio, se acostumbró rápidamente. Lahel agradecía este gesto en su mente; sólo bailaba.

Al cabo de un buen rato, una joven se acercó a los muchachos, pidiendo a Suzu que si le permitía bailar con el joven; era Cassandra, la muchacha que había conocido luego de los incidentes del laberinto. Suzu accedió y Cassandra además de bailar conversaba con el joven el cómo se había desenvuelto en este tiempo al ser nombrado sucesor, y el joven le contaba todas las cosas por las que había tenido que pasar en esas últimas semanas. Suzu retomó su lugar en la mesa, y Lucio le hizo un leve gesto de complacencia a la distancia, la joven sonrió.

Luego de algún rato de baile se sirvió la comida, así que el joven se despidió momentáneamente y retomó su lugar en la mesa principal. Platillos exóticos y de sabores delicados y perfectos. Lucio propuso un brindis:

“Amigos y amigas, brindemos por el futuro que se desenvuelve ante nuestros ojos, por nuestros amigos, aliados y familias. ¡Salud!” Un aplauso general acompañaba su afirmación.

Luego de la cena, se volvió a hacer un baile, pero esta vez Lucio llamó a Lahel para que fuera conociendo a personas de las diferentes Familias o de otros miembros de su Familia. Caras conocidas, (del incidente de cuando conoció a Cassandra) más su esposa o esposo e hijos, primos, sobrinos; familiares de todas las personas asistentes al evento. Lucio era principalmente efusivo en que conociera a los más jóvenes, como para mejorar la unión de esta nueva generación.

Al llegar a cierta mesa, reconoció esas caras, era Alina, con Maxim y Natasha, esta última se levantó y saludó a Lucio y al joven con casi nada de ánimos y su típica expresión literalmente seria e inexpresiva. Alina y Maxim en cambio saludaron a Lucio con respecto, una inclinándose un poco y el otro estrechando su mano, y a Lahel con un abrazo una y un apretón de manos el otro joven. Luego de un pequeño espacio de diálogo, siguieron Lucio y el muchacho recorriendo mesas.

Finalmente, Lucio continuó hablando con algunos de los invitados, mientras que Cassandra llegó a buscar al joven:

“Don Lucio, voy a llevar a Lahel a que conozca a unos amigos”

El hombre asintió, y la muchacha tomó al joven de la muñeca y se lo llevó a uno de los lados laterales del barco, donde estaban varios otros jóvenes hablando.

“Ya lo conocieron un poco, pero se los presento más en persona, el es el tan-afamado sucesor de don Lucio”

Todos lo saludaron en respuesta. Eran alrededor de 7 muchachos de diferentes edades, sin contar a Cassandra ni a Lahel; 4 mujeres con vestidos de diferentes estilos y colores y 3 hombres todos con trajes enteros negros casi uniformados a no ser por los diferentes estilos de corbatas y sacos. La joven los presentaba:

“Teo y Romeo –señalaba a gemelos de escasos 15 años, ambos rubios, pero con peinados diferentes- son hijos de don Montebianco; Angelina-una muchacha de quizá 19 años, de vestido verde, ojos verdosos y cabello castaño lacio- hija de don Martello, Aisha, hija de la señora Camara-una joven africana en sus veintes de cabello rizado largo- Ángel, hijo de doña García-un muchacho de ojos negros y pelo castaño lacio-, Ishwari, hija de la señora Naidu- una joven morena de cabello muy largo negro- Niccole, la mayor de la señora Lee- una joven de cabello negro lacio y ojos café oscuro, pero de piel blanca.- Son los hijos de algunos de los 12, algo así como yo, solo que yo soy una de ‘Los 12’ ”-reía un poco. El joven se quedó hablando un buen rato con ellos, y cada uno le cayó muy bien. Hablaban del peso de ser sucesor, de sus experiencias con sus padres como miembros de la Mafia, mientras al joven le extrañaba que estuvieran tan empapados de todo lo que estaba pasando; además de que le parecían interesantes cada uno de los acentos de los jóvenes. La música acompañaba todo el evento.

Lo noche terminó con un pastel enorme que Lucio preparó como regalo final de bienvenida al joven. Le llamó y le pidió que partiera el primer pedazo con una espátula dorada que le dio una de los camareros. Los demás jóvenes, que ya le habían tomado cierta confianza estaban cerca suyo, cosa que parecía que Lucio y los padres de cada uno veían con buenos ojos.

Lucio, luego de permitir una media hora más para comer el pastel, subió a la tarima y pidió a Lahel que dijera algunas palabras; este subiendo también, tomó el micrófono y dijo:

“De verdad gracias todos por recibirme tan bien en la Familia, les prometo que voy a hacer lo mejor por todos y tratar de lograr algo bueno de mi suerte y mi vida” –Le sorprendía su propia fluidez en el sentido de que no se tenía nervios ni se trababa; y agradecía en su mente a Lucio esta oportunidad, había olvidado el motivo real de este encuentro. Lucio, junto con todos los presentes, aplaudía. Pidió el micrófono al joven y dijo:

“Gracias a todos y todas por venir, nuestro evento ha terminado. Espero poder hacer más cosas como esta para reunir a toda nuestra Gran Familia, llena de amigos y hermanos. ¡Saluti e buona fortuna!” Mientras todos aplaudían, el hombre y el joven bajaban y los muchachos llegaron a despedirse del joven con entusiasmo, parecía que se había ganado la simpatía de todos en tan poco tiempo. Se preguntaba dónde estaría Suzu en todo el rato.

En diferentes momentos, las personas comenzaron a irse en los demás helicópteros y algunos se fueron en pequeños yates que llegaron por ellos, así miembros de la Familia o de Familias aliadas, casi todos se fueron, todos elogiando a Lucio y felicitando a Lahel antes de irse.

Solo quedaron “los 12” de aquella ocasión del nombramiento de Lahel, incluso sus hijos o esposos o esposas se habían ido. Suzu apareció de entre la gente que se iba, y llegó a sentarse otra vez en la mesa principal. Los camareros ahora estaban aguardando quietos por todas partes con armas, Lahel intuyó que eran miembros de la Familia. Lahel caía en la cruel realidad del porqué del evento… No pudo contener su preocupación y dijo: “Don Lucio ¿Por qué los otros miembros de las familias se van? ¿No debería quedar mucha más gente con nosotros?”

Lucio, sonriendo como con nostalgia respondió: “Hace mucho tiempo hubo una masacre, por este mismo asunto, por ello, solo quiero que estemos los necesarios”-Lahel medio entendió su punto. El hombre les pidió a “los doce” seguirlo al puente de mando del barco. Atravesaron por una puerta de un lado del barco que daba a un pasillo alfombrado y subiéndose en un ascensor, llegaron al puente, que estaba en el nivel medio del barco, no en la parte superior, como solía ser en cualquier otra embarcación. Las puertas se abrieron y dejaron ver el lugar: era amplio, construido en dos niveles, uno ligeramente superior al otro, con una silla para el capitán en el centro, delimitado este nivel por un barandal y dos escalones a los lados que daban al nivel inmediatamente inferior, donde estaban algunos controles y personas en estos puestos. En el fondo del lugar estaba una pantalla gigante con algunos datos que el joven no entendía. El hombre sentado en la silla de mando, al capitán, se levantó y caminó hasta Lucio.

El capitán hizo un saludo militar a Lucio y a los presentes, era un hombre de barba blanca medio corta, vestido con una traje blanco y una gorra con el signo de la Familia, otras personas vestidas con su respectivo uniforme de marina, estaban en los diferentes puestos de control.

Así que este es su sucesor, Don Lucio; mucho gusto-dijo estrechando la mano de Lahel- Nello Spanoulis, a su servicio.”-su acento extranjero era diferente, parecía de una zona de oriente medio, pero no era un acento ‘arabesco’.

“Capitán Nello, por favor háganos un informe de la situación”-dijo Lucio tranquilamente.

“Si, bueno, hay poca actividad dentro y fuera del agua, no parece haber signos de la Familia Gabrielli”

“¿Gabrielli?”-dijo el muchacho como para sí mismo.

Cassandra estaba cerca del joven y lo pudo escuchar:

“Es la Familia que formó el primo de don Lucio, con su apellido. Son primos por sus madres, por eso tiene un apellido diferente”.

El joven asintió con la cabeza en respuesta.

“Bueno- retomó Lucio-, entonces no queda más que esperar, por favor, siéntanse libres de hacer lo que gusten”-dijo refiriéndose a los 12 que le acompañaban y al muchacho. Algunos tomaron asiento en algunos campos libres de la parte de atrás del puente, como Suzu y Cassandra, la primera un poco alejada del resto. André se arrecostó a un barandal del nivel superior de la sala. Y algunos otros se quedaron en pie, otros hicieron uso de las computadoras aledañas al asiento del capitán, como revisando la seguridad y/o expedientes de la Familia. Comenzaron a pasar segundos, minutos…; no parecía haber señales de un ataque inminente, todo estaba “calmado”, aunque el ambiente era tenso. Al cabo de una hora, uno de los 12, Martello, se acercó a Lucio preguntándole si no deberían reconsiderar pedir refuerzos. Lahel, quien había estado caminando, se sentó junto a Cassandra. Lucio respondió algo, pero el joven no prestó atención: “Hey, no te pregunté en toda la noche que has estado haciendo en todo este tiempo sin vernos” Se dirigía a la joven.

“Pues bueno, trabajos de la Familia, preocupándose todo el tiempo por negocios oscuros por desmantelar y esas cosas. La policía no sirve, en realidad; para eso estamos nosotros.”

“Jajaja, comprendo”-el joven daba una sonrisa que normalmente se guardaba mucho para sí. Una expresión sincera que daba una sensación de empatía total y de cercanía, difícil de percibir en él.

Durante algunos minutos siguieron hablando, luego guardaron silencio, y así pasaron un par de horas. Lahel le pidió a Cassandra salir con él a cubierta. Suzu parecía distraída.

“Creo que no es una buena idea…” afirmó la joven.

“Vamos. Solo será unos minutos” Ella aceptó. Salieron por el ascensor, mientras todos los demás estaban en sus cosas. Al subir, se alejaron de aquella entrada y esperaron cerca de la proa, no parecía haber nadie, curiosamente.

Lahel se apoyo en la baranda del borde: “Me gustó bailar con vos, hace tiempo no lo hacía”

La muchacha respondió: “Si, la verdad fue bastante divertido. Con todas las responsabilidades como cabeza de Familia casi nunca puedo hacer cosas con gente joven, y menos si involucra diversión”

Lahel veía un poco borroso, del sueño, bostezaba. Había poca brisa. Sacó su celular y vio como la pantalla estaba borrosa también. Un ruido fuerte se escuchó a la distancia, varios helicópteros se acercaban. Tanto él como la que estaba a su lado se alarmaron. Se comenzaron a escuchar disparos y ambos corrieron hacia el pasadizo que iba al ascensor. Una luz de helicóptero los iluminaba desde lejos.

Suzu salió a su encuentro: “¡¿Qué hacen aquí?! ¡Corran!” Algunos disparos errados impactaban cerca de todos, incrementando la adrenalina del muchacho, la tensión desesperada de tratar de salvarse.

Conforme se introdujeron a la entrada, unos ‘perros’ extraños aparecieron y como Lahel tenía su arma, desenfundó y detuvo al que estaba más cerca, cortándolo un poco, los otros mantuvieron su distancia gruñendo. Un pequeño punto rojo de luz se vio en su pecho, alguien lo estaba apuntando. Suzu se dio cuenta:

“Lahel, ¡Corra! ¡Ahí está muy expuesto!” -él recordó su sueño, pero para entonces ya era muy tarde, se escuchó un fuerte disparo y de alguna manera, en cuestión de segundos cayó al suelo, con Suzu encima suyo. Un dejavú total vino a él, su sueño, pero no había tiempo de pensar. Cassandra corrió deshacerse de los otros ‘perros’ a punta de golpes. Lahel incorporó a su guardaespaldas:

“¡¿Estás bien?! ¡¿Te dispararon?!”

“Estúpido…-musitó Suzu- me golpeé el brazo al caer, pero esquivamos la bala…”

“Que suerte… -parecía que quería llorar, pero se contuvo-vamos”. Suzu se incorporó.

Siguieron corriendo, en medio de los ruidos de disparos. Abordaron el ascensor justo donde parecía que venían más animales. Apenas y pudieron recobrar el aliento, Lahel veía a ambas mujeres bastante más ‘tranquilas’ que el. Al menos esta vez, a diferencia de su sueño, nadie había muerto, de verdad se sentía aliviado, pero no se permitía sentir.

Abajo era un caos igual o peor que arriba, las puertas se abrieron ante ellos:

“¡Capitán, Don Lucio, el sistema computacional está dañándose, de alguna manera!” dijo un marino.

“¿A qué se refiere con eso?”-preguntó el capitán que se puso de pie al instante, aunque estaba sentado en su silla. Todos los presentes estaban tensos, tan sólo Lucio notó la llegada de los muchachos. Lanzó una breve mirada inexpresiva, y siguió volteó nuevamente.

“¡No lo sé! ¡Todo está estropeándose, y la imagen se está distorsionando!”

La pantalla principal comenzó a emitir sonidos como de voces, combinadas con una imagen de interferencia, el ambiente se había vuelto tenso de repente.

En ese instante, pareció restablecerse, pero apareció en ella un hombre, de edad media, de pelo rubio, y ojos rojizos, usando una camisa formal morada, con una sonrisa maliciosa, solo se veía su rostro y parte del pecho.

“¡Alfonso!”-exclamó Lucio.

“¡Reparen los controles para saber la ubicación del enemigo!”-exigió el capitán al instante.

Alfonso reía, mientras todos miraban la pantalla un poco borrosa aún. Este dijo:

“Ni siquiera lo intenten, he interferido las líneas de comunicación y están siendo afectados por un virus que se ha infiltrado en el sistema…” Lahel recordó la pantalla de su teléfono.

“¡¿Cómo es posible que pase esto?!”-replicó el capitán, Lucio yacía sin expresar emoción ni parecer intimidado, solo apretaba los puños.

“Ya ves… esto es solo un saludo, por que cuando despliegue todas mis capacidades, la ‘Familia’ va a caer como no lo hizo la vez anterior. Ah por cierto ¿ese es tu ‘sucesor’?- el joven sintió vació en el estómago, mientras se suponía, los marinos hacían de todo por tratar de solucionar el asunto- Que patética elección… a penas y sobrevivió, pero en fin, hoy esto se acaba. Bien, Lucio, ¡hasta nunca!”-el hombre sonreía y de repente la señal se volvió a perder. Lucio, sin perder el tiempo, ordenó que “los 12”, incluyendo a Suzu, abandonaran el barco. André, Cassandra y Suzu no dijeron nada, pero esta última fruncía el ceño y la segunda bajó la cabeza.

Los demás excepto André, se quejaban con Lucio. Este, reprendiéndoles, les dijo:

“Ustedes piensen en ustedes mismos y sus familias, tienen que protegerlas y yo…Lahel es mi esperanza. Por eso quiero que se salgan de aquí, André se va a encargar de todo. Yo me encargo de Alfonso”

A Lahel, aunque las palabras del hombre le hicieron sentirse mal y bien al mismo tiempo, no podía moverse. Suzu le tomó del brazo y le metió en el ascensor. Los otros “12” también se subieron, sabían en el fondo que su Jefe tenía razón y además debían respetarlo.

El joven no sabía qué hacer; mientras, las puertas del ascensor se cerraban, frente a un Lucio que le guiñaba al muchacho, sonriéndole como siempre, aún en esta situación. Un sonido fuerte como de explosión y el barco estremeciéndose acompañaban su descenso.

Bajaron hasta un pequeño espacio al que se accedía abriendo una compuerta gruesa; donde un submarino pequeño a su vez estaba listo para salir, suspendido sobre una abertura en la parte inferior de la nave que daba al océano directamente. Una alarma y luces rojas invadían el lugar.

El joven caminaba como un muerto en vida, con la moral baja y las preocupaciones encima. No sabía cómo haría Lucio para sobrevivir, además de todas las personas que se encontraban en el barco, todos los otros agentes de la Familia… no había nada que pudiera hacer.

Subieron al vehículo por unas escaleras de un andamio, desde una escotilla en la parte superior, había que bajar por unas escaleras. Unos asientos a los lados del submarino estaban destinados a los pasajeros mientras que una mujer uniformada en los controles saludaba respetuosamente. Una vez que todos estuvieron adentro, André cerró la escotilla y todos tomaron asiento, poniéndose cinturones para sujetarse a sus lugares. André tomó un puesto a la par del de la mujer, y se puso unos auriculares. Suzu se sentó al lado del joven y Cassandra estaba en los asientos del lado opuesto. Comenzaron la inmersión soltando el vehículo del andamio y cayendo al agua, el frente de la máquina estaba hecho de un material transparente que dejaba ver el agua que cubría cada vez más todo el submarino. Nadie decía palabra, el joven pedía al cielo que todo saliera bien; cual alguna vez anterior, agarraba en su pecho las medallas en su cadena.

El vehículo no estaba afectado por el virus.

No dejaban de sentirse explosiones en el agua.

“Señor- dijo la mujer refiriéndose a André- se acercan torpedos hacia nosotros, no son para el barco, ya se calculó su trayectoria, son siete segundos antes del impacto, y son de un submarino enorme, mire el radar”

Los presentes estaban en shock, el joven no podía ni respirar, mientras que André dio un golpe con el puño al brazo de su asiento. Parecía que nada podía hacer.

“¡Acelere lo más posible! ¡Vamos hacia la base 67!” –exclamó André con mas acento que nunca.

La mujer comenzó a contar: “Seis…cinco… cua… ¡Espere! Los torpedos desaparecieron, parece que el barco logró disparar sus propios proyectiles en contra” El alivio fue casi palpable en el aire, el joven tenía ahora la esperanza de que hubieran podido combatir el virus y hubiesen obtenido el mando del barco suficiente como para poder disparar.

Justo se estaban alejando del barco, cuando otra vez la mujer dio una señal de torpedos, pero esta vez era el mismo barco el que disparaba por segunda vez, en intervalos de tiempo de minutos, tratando de dar al submarino enemigo. Algo pasaba, según la mujer en los controles los proyectiles explotaban antes de dar en el barco, de alguna forma eran destruidos antes de tiempo.

“¡¿Cómo es posible?!-decía frustrado André, luego se dirigió a aquella mujer- ¡Siga avanzando, no nos tenemos que detener por nada!”

“Mas proyectiles, esta vez hacia el barco”-dijo en respuesta. Lahel bajó la mirada y se sostuvo el rostro con las manos, tenía los ojos bien abiertos, pero no quería ver a su alrededor, solo dejaba que su mente pensara lo peor en escenas más vividas que la realidad misma.

Escuchaba las voces de algunos de “los 12” comentando, pero todas eran voces de adultos, las jóvenes permanecían en silencio. Lo que más le molestaba era el porqué si Lucio siempre había tenido todo planeado, hasta el más ínfimo detalle, todo era tan diferente ahora… ¿sería posible entonces que Alfonso estuviera a la altura de su familiar?...

“Parece que el enemigo disparó miles de torpedos, son demasiados…-decía la mujer- Cinco, cuatro, tres, dos, uno… ¡Le dieron al barco!, el sonar registra sonidos de explosiones por todas partes…”

El submarino se estremeció aún más.

“No se preocupen-dijo André volviendo la cabeza hacia los presentes en la parte trasera del submarino. Estamos ya un poco lejos del sitio de impacto, ahora tenemos que mantener toda la velocidad hasta estar fuera del radar del enemigo”

Lahel alzó la cabeza, mientras que los otros presentaban una sensación de alivio, el joven preguntó:

“¿Y don Lucio?...”

El hombre, esta vez, no volteó la cabeza; solo respondió:

“No hay comunicaciones, debemos seguir hasta una base submarina a 20 minutos de aquí, no tenemos otra opción”

El vehículo aún estaba moviéndose, en un temblor constante.

La mujer uniformada iba a decir algo, pero André puso la mano sobre su hombro, y ‘disintió’ con la cabeza. Esto era para indicar que el mismo diría lo que ella iba a decir, o para cambiarlo:

“Estamos experimentando aún los efectos de los impactos, esperemos que pronto se quiten.”

Luego de un rato, el movimiento cesó, y el silencio era patente.

El tiempo pasó y se podía ver por el vidrio del frente del submarino una especie de ‘montaña’, una formación rocosa con una grieta en la base, lo bastante grande como para dejar entrar un vehículo pequeño.

“Llegamos”- dijo André.

“Estoy ingresando la información del protocolo de ingreso”-dijo la mujer de los controles.

Parecía que se introducían en la grieta, bajaban un poco y una pared se habría para darles paso.

La mujer decía algunos datos de identificación mientras el vehículo emergía.

Al fin el aire removía poco a poco la visión del agua; hasta que al fin el vehículo salió a flote. Parecía que habían emergido justo en una especie de puerto diseñado para submarinos.

Los “12” iban saliendo poco a poco, uno por uno, incluso la mujer en uniforme que había estado controlando la nave.

Solo quedaron Suzu, André, Cassandra y Lahel, hundido en sí mismo.

Suzu tomó a Cassandra del brazo y la sacó del submarino.

André se acercó al joven que aún estaba sentado en uno de los asientos, mirando al suelo:

“Tenga fe, tal vez don Lucio esté bien, recuerde lo que le dije de confiar en él. Ahora lo mejor sería que descanse un poco”

“Tal vez tenés razón… salgamos entonces…”

Se levantó, y André iba delante de él hacia la escalera de salida. Mientras André trepaba, el muchacho comenzó a ver borroso, perdió un poco las fuerzas en las piernas, y recostándose súbitamente en una de las paredes del vehículo, perdió el conocimiento, solo terminó de ver a André que se devolvía sorprendido; podía percibir unos sonidos confusos como palabras que decía el hombre, pero no distinguía nada, cerró los ojos y no pudo saber qué más paso, solo sentía un poco de alivio, mientras caía en la inconsciencia.

(CONTUNARÁ, Y Dem gracias por leer!!!!)