Movimiento inesperado-esperado: paz como excusa para la tomenta.

miércoles, 21 de octubre de 2009

Ya había quedado solo, al fin todo estaba por comenzar, su entrenamiento de esa semana parecía terminar ese día, y al día siguiente se esperaba el ataque de Alfonso.

Ese día decidió dedicarse por exclusivamente a tratar de mejorar algo para estar listo, al menos psicológicamente para el día por venir.

Luego de realizar algunos quehaceres de la casa, fue directamente a donde Suzu, siguiendo el mismo procedimiento que el primer día: tocar el timbre, esperar a que el portón eléctrico se abriera y luego de ponerse el traje de entrenamiento hacer todo lo que Suzu le dijera.

Aunque había hecho algún progreso, se sentía bastante inseguro, y ese día en la práctica se equivocaba constantemente debido a su falta de concentración.

“Por favor concéntrese, mañana tiene que estar en la mejor forma posible para cualquier eventualidad.”-dijo Suzu en un momento de hastío, al ver que el muchacho no ponía de su parte en el entrenamiento. Bajó su arma, esperando una respuesta del muchacho.

Lahel bajó la guardia y también la mirada. “No puedo…de hecho… no quiero. Tengo mucho en la cabeza como para poder concentrarme”

“¿Pero no ha entendido el problema después de todos estos días?”-preguntó la joven un poco molesta.

“Si, pero ¿qué voy a hacer? Ha pasado solo una semana y aunque he hecho progresos, no me siento listo. Y tampoco voy a ir ahí matando gente, nunca lo he hecho y no quiero hacerlo…”

“Solo eso faltaba -replicó la joven, desvió su mirada a un lado- si no quiere no mate a nadie, pero al menos sepa defenderse, y terminemos con esto, que ya se hace tarde y tengo algunas obligaciones”

“Bueno…”

A pesar de que el joven no estaba nada tranquilo, logró terminar bien el entrenamiento. Ya era la tarde y no habían almorzado por dar más importancia al trabajo físico.

La joven finalizó la lección, pidiéndole al joven que se cambiara.

Una vez que se hubo cambiado de ropa, se disponía a irse, pero Suzu le dijo:

“¿Ahora va para su casa?”

“Si, por supuesto”-respondió Lahel.

“¿Y tiene al almuerzo preparado?”

Esta pregunta no agradó para nada al muchacho, no quería tener que cocinar para alguien más:

“No, todavía no he hecho nada, pero algo me inventaré”-dijo un poco inexpresivo.

“¿No quiere quedarse a comer?”

Fue como un shock para el joven, no esperaba tal cosa de ella. De hecho no sabía ni que esperar, sintió además un poco de remordimiento por pensar en no querer cocinarle nada y que ahora fuera ella quien le invitaba a comer.

“Di, está bien”-dijo extrañado.

“Bien-parecía que la joven se alegró un poco de tal respuesta, pero no era fácil afirmarlo- por favor suba al departamento y siéntese en la mesa”.

Subió por aquellas escaleras que daban al segundo piso del lugar. La muchacha le seguía detrás.

Al subir veía un espacio casi vacío con una mesa redonda de madera simple de cuatro sillas, una cocina sencilla, un lavabo con algunos estantes, suponía que esto era la ‘sala-cocina-comedor’; a unos metros se veía una puerta de madera que daba al dormitorio, con una pequeña cama arreglada, y algunos libros apilados encima, todas las paredes pintadas de un color ocre.

Pensaba que aunque trabajaba para Lucio, este lugar era muy solo y aburrido como para tenerlo por hogar, pero recordó también que era solo temporal, mientras se mudaba otra parte. Aún así, sabía ya el por qué de tener a alguien como compañía.

Suzu se apuró y sirvió uno que otro platillo, Lahel trató de ayudarle, pero ella prefirió que se sentara, lo cual le dio un poco de pena, pues estaba acostumbrado a ayudar a la hora de servir las comidas en su casa.

Comieron de lo que la joven había preparado, a Lahel le sabía bien, pero no dijo nada, porque ella misma permanecía en silencio.

Cuando hubieron ambos terminado, el muchacho se levantó y llevó los platos, vasos y cubiertos al fregadero, ante la mirada semi-satisfecha de Suzu.

“Muchas gracias por todo-dijo el joven-pero mejor me voy a alistarme para mañana”

“Esta bien, solo espere abajo mientras le traigo su traje para mañana, don André pasará las 4 de la tarde en punto, yo ya estaré allá.”

El muchacho bajó las escaleras y esperó junto al portón, y al instante la joven bajó con un traje entero similar al que había utilizado antes Lahel, con un estilo un poco oriental también, parecía que Lucio sabía un poco lo que le gustaba.

El joven se despidió alzando su mano, y Suzu agachando un poco la cabeza, parecía feliz, pero cómo saberlo.

El mismo proceso para llegar, solo que al revés; salir de la casa de Suzu, caminar y volver a la suya propia. Abrió, se metió y cerró todo nuevamente, y su casa aunque acogedora, estaba vacía sin su familia. Subió a su cuarto y puso el traje sobre la cama.

Así, pasó todo el resto del día aunque vio alguno que otro programa en televisión y se conectó al internet un rato, tenía un sentimiento de ansiedad y no podía apoyarse en nadie.

En la noche su madre le llamó, comentándole lo bello del lugar a donde habían ido, el excelente trato recibido, etc, etc, etc… Él solo escuchaba fingiendo una alegría empática, pero algo feliz muy en el fondo por que se estaban despejando un poco, aunque él no pudiera estar ahí.

Luego se acostó a dormir, y pudo dormir en paz, sin sueños, pero en paz.

La nueva mañana se presentaba extraña. Había una pequeña y suave llovizna, el silencio en su casa era anormal. Acostado de medio lado, como aún estaba, se cubrió el rostro con las cobijas y se quedó así un rato, a pesar de haber dormido bien estaba agotado por tal semana.

No había manera de zafarse de esto. Entre tantos pensamientos que se le venían a la mente, ilusiones de lo peor que podría pasar; recordó una frase “vivir cada día como el último”, una de sus favoritas, y nunca le había parecido mas racional que en este instante.

Se levantó de golpe y fue a hacer todo lo que más le gustaba, otra vez un desayuno de pancakes y gaseosa, que por suerte había un poco de esta. Solo, en la cabecera de la mesa, le hacía un brindis a Dios, a quien imaginaba sentado en el lado opuesto de la mesa rectangular de su sala.

Comenzó luego a hacer labores de la casa, lavar los platos, barrer, arreglar… Estaba un poco cansado, y decidió dedicarse a escuchar música, en la computadora de la pequeña salita que daba hacia las escaleras.

Almorzó igualmente solo, tenía algún dinero ahorrado, y mandó a pedir algo de comer, de un restaurante que siempre le había gustado.

En fin, luego de miles de minutos que pasaban lentamente, entre pensamientos y silencios, entre sonidos televisados y música, faltaba ya menos de una hora para que André viniera por él.

Tomó una ducha, y al estarse terminando de mudar, abrochándose los botones de las mangas de la camisa, veía aquel anillo, el que era su ‘cruz’ y su lujo, el anillo de Lucio; decidió ponerse otros anillos más que guardaba una pequeña caja de madera en un estante del ropero de su cuarto, aquellos con los que había recibido aquel nuevo anillo.

“Ya me parezco a Lucio con tantos anillos”-pensó mientras se veía en un espejo del baño del segundo piso. Una vez más su mecanismo de defensa ante el miedo y la incertidumbre se anteponía.

Ya tenía todo puesto, incluso la corbata y el saco, solo esperaba impaciente a André. Un joven vestido casi completamente de negro a excepción de la camisa blanca, cual si fiera a un funeral.

Para pasar el rato, fue a su cuarto y acariciando la cama con la mano, añoró su vida monótona de antes, se sentó en ella y sacó de su maletín la espada que Lucio le había obsequiado.

La desenvainó parcialmente, nunca la había usado, pero ya tenía una idea de cómo hacerlo, todo era por su bien y el de su familia. Sus ojos se reflejaban perfectamente en la hoja, no percibía nada en particular en su mirada.

En el reloj de su celular, las 4 p.m.

El sonido de un auto se escuchó cerca, guardó el arma en su vaina y corriendo hacia la entrada, abrió la puerta y vio que era André, con un auto negro, parecía nuevo.

Abrió rápidamente cada uno de los portones, mientras el hombre se bajaba del auto cauteloso, asegurándose que nadie sospechoso estuviera por el área, como siempre le abría la puerta al joven, que apenas hubo cerrado todo, se introdujo en el auto.

El hombre retomó su lugar como conductor y comenzó a manejar.

El joven veía por la ventada, pensativo.

“¿Cómo se siente hoy señor Lahel?”.Preguntó el joven mirando por el retrovisor, como siempre.

“Qué te diré, no es mi mejor día. Todo el día le he estado dando vueltas al asunto con el primo de don Lucio” Seguía mirando por la ventana, con el arma en el regazo.

“No se preocupe por nada, don Lucio va a hacer todo lo posible por tenerlo todo bajo control. Confíe en él, y también confíe en usted mismo, que todo va a salir bien” Sonreía por el espejo, pero aún así André mismo sabía que estas palabras eran difíciles de asimilar para un muchacho que nada había tenido que ver con la Mafia hasta el momento.

Por un buen rato ninguno dijo nada, hasta que Lahel rompió el silencio:

“¿Puedo hacerte una pregunta?-esto atrajo la mirada del hombre-¿A dónde es que vamos?”

André volvió a poner sus ojos en el camino, mientras contestó:

“Vamos a un hotel, donde nos espera un helicóptero para poder ir al lugar del evento, que es un barco de don Lucio”

“¿Cómo?-dijo el muchacho sobresaltado-¡Vamos a dura toda la vida!”

“No, no-replicó André en un tono incrédulo- el hotel está a media hora de donde estamos, el barco a hora y media. Aunque parece un poco raro, es porque don Lucio quiere alejar el área de ataque de la ciudad, para no llamar la atención y no implicar a gente inocente”

El joven asintió con el cabeza, más nervioso aún.

Todo fue según las palabras de André, llegaron a un hotel semi-lujoso, entraron; el hombre saludó a la persona en la recepción, tomaron el ascensor hasta la azotea, se montaron en el helicóptero, que parecía de tipo militar, por el diseño y algunas turbinas que tenía a los lados, aunque no parecía tener armas. André otra vez era el que “manejaba”, el sonido era muy fuerte, a pesar de que se había puesto los auriculares. Pasado el tiempo señalado, el barco se podía ver por la ventana. Lahel miraba asombrado tal cosa: un crucero enorme, blanco y con la marca de la Familia en la cubierta en la proa. Parecía haber muchas personas a medida que se acercaban.

Ya aterrizando en una zona de la popa del barco junto a varios otros helicópteros que parecían ser de los asistentes al evento; Lucio salió a recibirlo, el anochecer era inminente. André detuvo el motor y el joven fue el primero en bajarse del vehículo.

Acercándose a Lucio, este le saludó con un abrazo, el joven estaba perplejo, sin moverse sostenía en la mano derecha el arma.

“Lahel, nuestro invitado de honor-al muchacho no le agradaron para nada estas palabras-Hoy te toca ser el centro de atención. Vamos a la proa y comencemos esto, para ver qué pasa con mi primo jajaja” su sonrisa no le inspiraba confianza, a pesar de que Lucio parecía reconocer su nerviosismo.

Inmediatamente después de esto, apareció Suzu, a quien casi no reconoce. Tenía puesto un vestido largo rojo, con un cuello oriental, el pelo suelto y perfectamente peinado con algunos mechones rizados, apenas con maquillaje, pero se veía completamente bien.

Acercándose al muchacho, inclinó un poco la cabeza, para saludarlo. El joven hizo lo mismo en respuesta.

Caminaron bordeando el barco por los costados, hasta llegar a la proa. El lujo exagerado de siempre era ahora evidente.

“Hagamos una cosa, prestame tu arma”-Lucio decía esto antes de anunciarse en la actividad.

El joven le dio la espada. El hombre desató un cordón que parecía ser solo un decorativo de la vaina y lo puso alrededor de la cintura del muchacho amarrándoselo. Así se ocultaba un poco, pero quedaba a la mano.

“Es mejor así, para no causar sospechas entre los invitados.” Lucio le sonreía tal vez para evitar ponerlo más tenso de lo que ya estaba. De hecho Lahel sonreía levemente, pero su pulso estaba acelerado.

Ahora veía fugazmente los detalles porque temía que un descuido le costara el triunfo en este problema: esta cubierta tenía como dos niveles, uno que parecía un balcón con barandales y adornado con flores y de él había dos grupos de escalones a los lados que daban a un nivel inferior en el que estaba un espacio parecido a un lugar de baile en el medio, una mesa principal justo debajo del balcón, llena de adornos florales, y las demás mesas, todas con manteles blancos, arreglos, copas de cristal, vajilla de porcelana, y demás lujos posibles. Una banda de música tocaba un ensamble entre música clásica y electrónica en una especie de tarima en la parte más hacia la proa; y la gente, jóvenes y adultos todos con ropa sumamente elegante.

Un hombre de edad media, tomó un micrófono y dijo:

“Buenas noches a todas las Familias presentes, y a los miembros de la Familia Garibaldi, tengo el placer de anunciarles la presencia de Don Lucio y su Sucesor Oficial Lahel Speroza. Por favor recibámoslos con un cariñoso aplauso” Lucio y Lahel estaban en aquel “balcón”, mirando a los invitados. La gente aplaudía efusivamente.

Bajaron por las escaleras de la derecha hacia la mesa principal, el joven casi en el asiento del centro, con Lucio a su derecha, Suzu a su izquierda y André a la derecha de Lucio.

Este último llamó al hombre del micrófono con un gesto, y una vez que tuvo el aparato en la mano, se puso de pie y dijo:

“Buenas noches. Bueno como todos saben, tengo Sucesor, por eso quise hacer una pequeña fiesta para celebrar una nueva generación en nuestra Familia, cómo decía mi Madre ‘finché c’è vita, c’è speranza’, ‘mientras haya vida, hay esperanza’; y esta nueva generación me trae consuelo y una ilusión de que al fin después de tantos siglos le demos un giro a este mundo.”

Las palabras de Lucio eran aplaudidas, mientras el joven saludaba temeroso desde su asiento. Suzu, que no había dicho palabra, le miraba extrañada.

La banda comenzó a tocar música bailable, haciendo que muchos de los presentes, jóvenes o no tan jóvenes se pusieran a bailar. Incuso el mismo Lucio fue sacado a bailar por una mujer desconocida, de acento italiano. Meseros comenzaron a servir bebidas y algunos bocadillos.

El muchacho se preguntaba cómo Lucio podía mantener la calma con el peligro, y solo bebía un poco de refresco que había pedido. Viendo la tensión, Suzu preguntó al joven si quería bailar; a lo que este, desconcertado, respondió involuntariamente que sí. Aunque un poco torpe al principio, se acostumbró rápidamente. Lahel agradecía este gesto en su mente; sólo bailaba.

Al cabo de un buen rato, una joven se acercó a los muchachos, pidiendo a Suzu que si le permitía bailar con el joven; era Cassandra, la muchacha que había conocido luego de los incidentes del laberinto. Suzu accedió y Cassandra además de bailar conversaba con el joven el cómo se había desenvuelto en este tiempo al ser nombrado sucesor, y el joven le contaba todas las cosas por las que había tenido que pasar en esas últimas semanas. Suzu retomó su lugar en la mesa, y Lucio le hizo un leve gesto de complacencia a la distancia, la joven sonrió.

Luego de algún rato de baile se sirvió la comida, así que el joven se despidió momentáneamente y retomó su lugar en la mesa principal. Platillos exóticos y de sabores delicados y perfectos. Lucio propuso un brindis:

“Amigos y amigas, brindemos por el futuro que se desenvuelve ante nuestros ojos, por nuestros amigos, aliados y familias. ¡Salud!” Un aplauso general acompañaba su afirmación.

Luego de la cena, se volvió a hacer un baile, pero esta vez Lucio llamó a Lahel para que fuera conociendo a personas de las diferentes Familias o de otros miembros de su Familia. Caras conocidas, (del incidente de cuando conoció a Cassandra) más su esposa o esposo e hijos, primos, sobrinos; familiares de todas las personas asistentes al evento. Lucio era principalmente efusivo en que conociera a los más jóvenes, como para mejorar la unión de esta nueva generación.

Al llegar a cierta mesa, reconoció esas caras, era Alina, con Maxim y Natasha, esta última se levantó y saludó a Lucio y al joven con casi nada de ánimos y su típica expresión literalmente seria e inexpresiva. Alina y Maxim en cambio saludaron a Lucio con respecto, una inclinándose un poco y el otro estrechando su mano, y a Lahel con un abrazo una y un apretón de manos el otro joven. Luego de un pequeño espacio de diálogo, siguieron Lucio y el muchacho recorriendo mesas.

Finalmente, Lucio continuó hablando con algunos de los invitados, mientras que Cassandra llegó a buscar al joven:

“Don Lucio, voy a llevar a Lahel a que conozca a unos amigos”

El hombre asintió, y la muchacha tomó al joven de la muñeca y se lo llevó a uno de los lados laterales del barco, donde estaban varios otros jóvenes hablando.

“Ya lo conocieron un poco, pero se los presento más en persona, el es el tan-afamado sucesor de don Lucio”

Todos lo saludaron en respuesta. Eran alrededor de 7 muchachos de diferentes edades, sin contar a Cassandra ni a Lahel; 4 mujeres con vestidos de diferentes estilos y colores y 3 hombres todos con trajes enteros negros casi uniformados a no ser por los diferentes estilos de corbatas y sacos. La joven los presentaba:

“Teo y Romeo –señalaba a gemelos de escasos 15 años, ambos rubios, pero con peinados diferentes- son hijos de don Montebianco; Angelina-una muchacha de quizá 19 años, de vestido verde, ojos verdosos y cabello castaño lacio- hija de don Martello, Aisha, hija de la señora Camara-una joven africana en sus veintes de cabello rizado largo- Ángel, hijo de doña García-un muchacho de ojos negros y pelo castaño lacio-, Ishwari, hija de la señora Naidu- una joven morena de cabello muy largo negro- Niccole, la mayor de la señora Lee- una joven de cabello negro lacio y ojos café oscuro, pero de piel blanca.- Son los hijos de algunos de los 12, algo así como yo, solo que yo soy una de ‘Los 12’ ”-reía un poco. El joven se quedó hablando un buen rato con ellos, y cada uno le cayó muy bien. Hablaban del peso de ser sucesor, de sus experiencias con sus padres como miembros de la Mafia, mientras al joven le extrañaba que estuvieran tan empapados de todo lo que estaba pasando; además de que le parecían interesantes cada uno de los acentos de los jóvenes. La música acompañaba todo el evento.

Lo noche terminó con un pastel enorme que Lucio preparó como regalo final de bienvenida al joven. Le llamó y le pidió que partiera el primer pedazo con una espátula dorada que le dio una de los camareros. Los demás jóvenes, que ya le habían tomado cierta confianza estaban cerca suyo, cosa que parecía que Lucio y los padres de cada uno veían con buenos ojos.

Lucio, luego de permitir una media hora más para comer el pastel, subió a la tarima y pidió a Lahel que dijera algunas palabras; este subiendo también, tomó el micrófono y dijo:

“De verdad gracias todos por recibirme tan bien en la Familia, les prometo que voy a hacer lo mejor por todos y tratar de lograr algo bueno de mi suerte y mi vida” –Le sorprendía su propia fluidez en el sentido de que no se tenía nervios ni se trababa; y agradecía en su mente a Lucio esta oportunidad, había olvidado el motivo real de este encuentro. Lucio, junto con todos los presentes, aplaudía. Pidió el micrófono al joven y dijo:

“Gracias a todos y todas por venir, nuestro evento ha terminado. Espero poder hacer más cosas como esta para reunir a toda nuestra Gran Familia, llena de amigos y hermanos. ¡Saluti e buona fortuna!” Mientras todos aplaudían, el hombre y el joven bajaban y los muchachos llegaron a despedirse del joven con entusiasmo, parecía que se había ganado la simpatía de todos en tan poco tiempo. Se preguntaba dónde estaría Suzu en todo el rato.

En diferentes momentos, las personas comenzaron a irse en los demás helicópteros y algunos se fueron en pequeños yates que llegaron por ellos, así miembros de la Familia o de Familias aliadas, casi todos se fueron, todos elogiando a Lucio y felicitando a Lahel antes de irse.

Solo quedaron “los 12” de aquella ocasión del nombramiento de Lahel, incluso sus hijos o esposos o esposas se habían ido. Suzu apareció de entre la gente que se iba, y llegó a sentarse otra vez en la mesa principal. Los camareros ahora estaban aguardando quietos por todas partes con armas, Lahel intuyó que eran miembros de la Familia. Lahel caía en la cruel realidad del porqué del evento… No pudo contener su preocupación y dijo: “Don Lucio ¿Por qué los otros miembros de las familias se van? ¿No debería quedar mucha más gente con nosotros?”

Lucio, sonriendo como con nostalgia respondió: “Hace mucho tiempo hubo una masacre, por este mismo asunto, por ello, solo quiero que estemos los necesarios”-Lahel medio entendió su punto. El hombre les pidió a “los doce” seguirlo al puente de mando del barco. Atravesaron por una puerta de un lado del barco que daba a un pasillo alfombrado y subiéndose en un ascensor, llegaron al puente, que estaba en el nivel medio del barco, no en la parte superior, como solía ser en cualquier otra embarcación. Las puertas se abrieron y dejaron ver el lugar: era amplio, construido en dos niveles, uno ligeramente superior al otro, con una silla para el capitán en el centro, delimitado este nivel por un barandal y dos escalones a los lados que daban al nivel inmediatamente inferior, donde estaban algunos controles y personas en estos puestos. En el fondo del lugar estaba una pantalla gigante con algunos datos que el joven no entendía. El hombre sentado en la silla de mando, al capitán, se levantó y caminó hasta Lucio.

El capitán hizo un saludo militar a Lucio y a los presentes, era un hombre de barba blanca medio corta, vestido con una traje blanco y una gorra con el signo de la Familia, otras personas vestidas con su respectivo uniforme de marina, estaban en los diferentes puestos de control.

Así que este es su sucesor, Don Lucio; mucho gusto-dijo estrechando la mano de Lahel- Nello Spanoulis, a su servicio.”-su acento extranjero era diferente, parecía de una zona de oriente medio, pero no era un acento ‘arabesco’.

“Capitán Nello, por favor háganos un informe de la situación”-dijo Lucio tranquilamente.

“Si, bueno, hay poca actividad dentro y fuera del agua, no parece haber signos de la Familia Gabrielli”

“¿Gabrielli?”-dijo el muchacho como para sí mismo.

Cassandra estaba cerca del joven y lo pudo escuchar:

“Es la Familia que formó el primo de don Lucio, con su apellido. Son primos por sus madres, por eso tiene un apellido diferente”.

El joven asintió con la cabeza en respuesta.

“Bueno- retomó Lucio-, entonces no queda más que esperar, por favor, siéntanse libres de hacer lo que gusten”-dijo refiriéndose a los 12 que le acompañaban y al muchacho. Algunos tomaron asiento en algunos campos libres de la parte de atrás del puente, como Suzu y Cassandra, la primera un poco alejada del resto. André se arrecostó a un barandal del nivel superior de la sala. Y algunos otros se quedaron en pie, otros hicieron uso de las computadoras aledañas al asiento del capitán, como revisando la seguridad y/o expedientes de la Familia. Comenzaron a pasar segundos, minutos…; no parecía haber señales de un ataque inminente, todo estaba “calmado”, aunque el ambiente era tenso. Al cabo de una hora, uno de los 12, Martello, se acercó a Lucio preguntándole si no deberían reconsiderar pedir refuerzos. Lahel, quien había estado caminando, se sentó junto a Cassandra. Lucio respondió algo, pero el joven no prestó atención: “Hey, no te pregunté en toda la noche que has estado haciendo en todo este tiempo sin vernos” Se dirigía a la joven.

“Pues bueno, trabajos de la Familia, preocupándose todo el tiempo por negocios oscuros por desmantelar y esas cosas. La policía no sirve, en realidad; para eso estamos nosotros.”

“Jajaja, comprendo”-el joven daba una sonrisa que normalmente se guardaba mucho para sí. Una expresión sincera que daba una sensación de empatía total y de cercanía, difícil de percibir en él.

Durante algunos minutos siguieron hablando, luego guardaron silencio, y así pasaron un par de horas. Lahel le pidió a Cassandra salir con él a cubierta. Suzu parecía distraída.

“Creo que no es una buena idea…” afirmó la joven.

“Vamos. Solo será unos minutos” Ella aceptó. Salieron por el ascensor, mientras todos los demás estaban en sus cosas. Al subir, se alejaron de aquella entrada y esperaron cerca de la proa, no parecía haber nadie, curiosamente.

Lahel se apoyo en la baranda del borde: “Me gustó bailar con vos, hace tiempo no lo hacía”

La muchacha respondió: “Si, la verdad fue bastante divertido. Con todas las responsabilidades como cabeza de Familia casi nunca puedo hacer cosas con gente joven, y menos si involucra diversión”

Lahel veía un poco borroso, del sueño, bostezaba. Había poca brisa. Sacó su celular y vio como la pantalla estaba borrosa también. Un ruido fuerte se escuchó a la distancia, varios helicópteros se acercaban. Tanto él como la que estaba a su lado se alarmaron. Se comenzaron a escuchar disparos y ambos corrieron hacia el pasadizo que iba al ascensor. Una luz de helicóptero los iluminaba desde lejos.

Suzu salió a su encuentro: “¡¿Qué hacen aquí?! ¡Corran!” Algunos disparos errados impactaban cerca de todos, incrementando la adrenalina del muchacho, la tensión desesperada de tratar de salvarse.

Conforme se introdujeron a la entrada, unos ‘perros’ extraños aparecieron y como Lahel tenía su arma, desenfundó y detuvo al que estaba más cerca, cortándolo un poco, los otros mantuvieron su distancia gruñendo. Un pequeño punto rojo de luz se vio en su pecho, alguien lo estaba apuntando. Suzu se dio cuenta:

“Lahel, ¡Corra! ¡Ahí está muy expuesto!” -él recordó su sueño, pero para entonces ya era muy tarde, se escuchó un fuerte disparo y de alguna manera, en cuestión de segundos cayó al suelo, con Suzu encima suyo. Un dejavú total vino a él, su sueño, pero no había tiempo de pensar. Cassandra corrió deshacerse de los otros ‘perros’ a punta de golpes. Lahel incorporó a su guardaespaldas:

“¡¿Estás bien?! ¡¿Te dispararon?!”

“Estúpido…-musitó Suzu- me golpeé el brazo al caer, pero esquivamos la bala…”

“Que suerte… -parecía que quería llorar, pero se contuvo-vamos”. Suzu se incorporó.

Siguieron corriendo, en medio de los ruidos de disparos. Abordaron el ascensor justo donde parecía que venían más animales. Apenas y pudieron recobrar el aliento, Lahel veía a ambas mujeres bastante más ‘tranquilas’ que el. Al menos esta vez, a diferencia de su sueño, nadie había muerto, de verdad se sentía aliviado, pero no se permitía sentir.

Abajo era un caos igual o peor que arriba, las puertas se abrieron ante ellos:

“¡Capitán, Don Lucio, el sistema computacional está dañándose, de alguna manera!” dijo un marino.

“¿A qué se refiere con eso?”-preguntó el capitán que se puso de pie al instante, aunque estaba sentado en su silla. Todos los presentes estaban tensos, tan sólo Lucio notó la llegada de los muchachos. Lanzó una breve mirada inexpresiva, y siguió volteó nuevamente.

“¡No lo sé! ¡Todo está estropeándose, y la imagen se está distorsionando!”

La pantalla principal comenzó a emitir sonidos como de voces, combinadas con una imagen de interferencia, el ambiente se había vuelto tenso de repente.

En ese instante, pareció restablecerse, pero apareció en ella un hombre, de edad media, de pelo rubio, y ojos rojizos, usando una camisa formal morada, con una sonrisa maliciosa, solo se veía su rostro y parte del pecho.

“¡Alfonso!”-exclamó Lucio.

“¡Reparen los controles para saber la ubicación del enemigo!”-exigió el capitán al instante.

Alfonso reía, mientras todos miraban la pantalla un poco borrosa aún. Este dijo:

“Ni siquiera lo intenten, he interferido las líneas de comunicación y están siendo afectados por un virus que se ha infiltrado en el sistema…” Lahel recordó la pantalla de su teléfono.

“¡¿Cómo es posible que pase esto?!”-replicó el capitán, Lucio yacía sin expresar emoción ni parecer intimidado, solo apretaba los puños.

“Ya ves… esto es solo un saludo, por que cuando despliegue todas mis capacidades, la ‘Familia’ va a caer como no lo hizo la vez anterior. Ah por cierto ¿ese es tu ‘sucesor’?- el joven sintió vació en el estómago, mientras se suponía, los marinos hacían de todo por tratar de solucionar el asunto- Que patética elección… a penas y sobrevivió, pero en fin, hoy esto se acaba. Bien, Lucio, ¡hasta nunca!”-el hombre sonreía y de repente la señal se volvió a perder. Lucio, sin perder el tiempo, ordenó que “los 12”, incluyendo a Suzu, abandonaran el barco. André, Cassandra y Suzu no dijeron nada, pero esta última fruncía el ceño y la segunda bajó la cabeza.

Los demás excepto André, se quejaban con Lucio. Este, reprendiéndoles, les dijo:

“Ustedes piensen en ustedes mismos y sus familias, tienen que protegerlas y yo…Lahel es mi esperanza. Por eso quiero que se salgan de aquí, André se va a encargar de todo. Yo me encargo de Alfonso”

A Lahel, aunque las palabras del hombre le hicieron sentirse mal y bien al mismo tiempo, no podía moverse. Suzu le tomó del brazo y le metió en el ascensor. Los otros “12” también se subieron, sabían en el fondo que su Jefe tenía razón y además debían respetarlo.

El joven no sabía qué hacer; mientras, las puertas del ascensor se cerraban, frente a un Lucio que le guiñaba al muchacho, sonriéndole como siempre, aún en esta situación. Un sonido fuerte como de explosión y el barco estremeciéndose acompañaban su descenso.

Bajaron hasta un pequeño espacio al que se accedía abriendo una compuerta gruesa; donde un submarino pequeño a su vez estaba listo para salir, suspendido sobre una abertura en la parte inferior de la nave que daba al océano directamente. Una alarma y luces rojas invadían el lugar.

El joven caminaba como un muerto en vida, con la moral baja y las preocupaciones encima. No sabía cómo haría Lucio para sobrevivir, además de todas las personas que se encontraban en el barco, todos los otros agentes de la Familia… no había nada que pudiera hacer.

Subieron al vehículo por unas escaleras de un andamio, desde una escotilla en la parte superior, había que bajar por unas escaleras. Unos asientos a los lados del submarino estaban destinados a los pasajeros mientras que una mujer uniformada en los controles saludaba respetuosamente. Una vez que todos estuvieron adentro, André cerró la escotilla y todos tomaron asiento, poniéndose cinturones para sujetarse a sus lugares. André tomó un puesto a la par del de la mujer, y se puso unos auriculares. Suzu se sentó al lado del joven y Cassandra estaba en los asientos del lado opuesto. Comenzaron la inmersión soltando el vehículo del andamio y cayendo al agua, el frente de la máquina estaba hecho de un material transparente que dejaba ver el agua que cubría cada vez más todo el submarino. Nadie decía palabra, el joven pedía al cielo que todo saliera bien; cual alguna vez anterior, agarraba en su pecho las medallas en su cadena.

El vehículo no estaba afectado por el virus.

No dejaban de sentirse explosiones en el agua.

“Señor- dijo la mujer refiriéndose a André- se acercan torpedos hacia nosotros, no son para el barco, ya se calculó su trayectoria, son siete segundos antes del impacto, y son de un submarino enorme, mire el radar”

Los presentes estaban en shock, el joven no podía ni respirar, mientras que André dio un golpe con el puño al brazo de su asiento. Parecía que nada podía hacer.

“¡Acelere lo más posible! ¡Vamos hacia la base 67!” –exclamó André con mas acento que nunca.

La mujer comenzó a contar: “Seis…cinco… cua… ¡Espere! Los torpedos desaparecieron, parece que el barco logró disparar sus propios proyectiles en contra” El alivio fue casi palpable en el aire, el joven tenía ahora la esperanza de que hubieran podido combatir el virus y hubiesen obtenido el mando del barco suficiente como para poder disparar.

Justo se estaban alejando del barco, cuando otra vez la mujer dio una señal de torpedos, pero esta vez era el mismo barco el que disparaba por segunda vez, en intervalos de tiempo de minutos, tratando de dar al submarino enemigo. Algo pasaba, según la mujer en los controles los proyectiles explotaban antes de dar en el barco, de alguna forma eran destruidos antes de tiempo.

“¡¿Cómo es posible?!-decía frustrado André, luego se dirigió a aquella mujer- ¡Siga avanzando, no nos tenemos que detener por nada!”

“Mas proyectiles, esta vez hacia el barco”-dijo en respuesta. Lahel bajó la mirada y se sostuvo el rostro con las manos, tenía los ojos bien abiertos, pero no quería ver a su alrededor, solo dejaba que su mente pensara lo peor en escenas más vividas que la realidad misma.

Escuchaba las voces de algunos de “los 12” comentando, pero todas eran voces de adultos, las jóvenes permanecían en silencio. Lo que más le molestaba era el porqué si Lucio siempre había tenido todo planeado, hasta el más ínfimo detalle, todo era tan diferente ahora… ¿sería posible entonces que Alfonso estuviera a la altura de su familiar?...

“Parece que el enemigo disparó miles de torpedos, son demasiados…-decía la mujer- Cinco, cuatro, tres, dos, uno… ¡Le dieron al barco!, el sonar registra sonidos de explosiones por todas partes…”

El submarino se estremeció aún más.

“No se preocupen-dijo André volviendo la cabeza hacia los presentes en la parte trasera del submarino. Estamos ya un poco lejos del sitio de impacto, ahora tenemos que mantener toda la velocidad hasta estar fuera del radar del enemigo”

Lahel alzó la cabeza, mientras que los otros presentaban una sensación de alivio, el joven preguntó:

“¿Y don Lucio?...”

El hombre, esta vez, no volteó la cabeza; solo respondió:

“No hay comunicaciones, debemos seguir hasta una base submarina a 20 minutos de aquí, no tenemos otra opción”

El vehículo aún estaba moviéndose, en un temblor constante.

La mujer uniformada iba a decir algo, pero André puso la mano sobre su hombro, y ‘disintió’ con la cabeza. Esto era para indicar que el mismo diría lo que ella iba a decir, o para cambiarlo:

“Estamos experimentando aún los efectos de los impactos, esperemos que pronto se quiten.”

Luego de un rato, el movimiento cesó, y el silencio era patente.

El tiempo pasó y se podía ver por el vidrio del frente del submarino una especie de ‘montaña’, una formación rocosa con una grieta en la base, lo bastante grande como para dejar entrar un vehículo pequeño.

“Llegamos”- dijo André.

“Estoy ingresando la información del protocolo de ingreso”-dijo la mujer de los controles.

Parecía que se introducían en la grieta, bajaban un poco y una pared se habría para darles paso.

La mujer decía algunos datos de identificación mientras el vehículo emergía.

Al fin el aire removía poco a poco la visión del agua; hasta que al fin el vehículo salió a flote. Parecía que habían emergido justo en una especie de puerto diseñado para submarinos.

Los “12” iban saliendo poco a poco, uno por uno, incluso la mujer en uniforme que había estado controlando la nave.

Solo quedaron Suzu, André, Cassandra y Lahel, hundido en sí mismo.

Suzu tomó a Cassandra del brazo y la sacó del submarino.

André se acercó al joven que aún estaba sentado en uno de los asientos, mirando al suelo:

“Tenga fe, tal vez don Lucio esté bien, recuerde lo que le dije de confiar en él. Ahora lo mejor sería que descanse un poco”

“Tal vez tenés razón… salgamos entonces…”

Se levantó, y André iba delante de él hacia la escalera de salida. Mientras André trepaba, el muchacho comenzó a ver borroso, perdió un poco las fuerzas en las piernas, y recostándose súbitamente en una de las paredes del vehículo, perdió el conocimiento, solo terminó de ver a André que se devolvía sorprendido; podía percibir unos sonidos confusos como palabras que decía el hombre, pero no distinguía nada, cerró los ojos y no pudo saber qué más paso, solo sentía un poco de alivio, mientras caía en la inconsciencia.

(CONTUNARÁ, Y Dem gracias por leer!!!!)

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