Un mundo pequeño: lo que se fue, regresa a uno en alguna forma

miércoles, 7 de octubre de 2009

Luego de su buen rato de camino hacia la casa de Lucio, al fin la pudieron ver; majestuosa, hasta brillante a la luz de la mañana de aquel día. Los portones se abrieron cual portal a la otra dimensión de pseudo perfección del paraíso terrenal de Lucio.

La madre de Lahel sabía que el hombre al que visitaban era de dinero, pero no esperaba tal lujo.

Esta vez, al estacionar André el auto frente al pórtico de la entrada, se bajó y le abrió la puerta a Lahel y a su madre, indicándoles el entrar por aquella puerta de la entrada.

Se bajaron y el joven miraba con cierta extrañeza aquella puerta, que daba al lugar donde todo había comenzado.

Al abrirla, aquel recibidor que hubiese visto al salir por primera vez de la casa de Lucio, le hacía incómodo el tener a su madre a la par sabiendo que pronto se toparían con Lucio, y no sabía que estupidez inventaría esta vez para con ella.

El pasillo, con las mismas lámparas de pared se veía diferente, pues todas las puertas de los lados estaban cerradas, y daba un aspecto un poco lúgubre, pero al final del pasillo, yacía el gran salón al que nunca había entrado, el corazón de la casa de Lucio.

André indicó que el destino de esta visita sería aquel gran salón, lo que alegró en secreto al muchacho, lejos de su preocupación.

Caminaba un poco despacio con su madre a un lado, esperando apreciar bien el salón antes de que Lucio apareciera.

Al fin, aquel espacio era visible por completo. Un enorme espacio que terminaba con un inmenso ventanal con vitrales que daban forma a una enorme espada y las ramas de olivo, el símbolo del anillo que le había regalado Lucio, además de algunas figuras humanas que no podían apreciarse muy bien por los escalones hacia el segundo piso de la casa que salían del centro del salón y se dividían hacia la derecha y hacia la izquierda; y que ocultaban un poco aquellos detalles. Estas parecían estar hechas de mármol blanco, con barandas de madera completa y perfectamente talladas, dando hacia un segundo piso algo visible desde el primero.

Una mesa cubierta con un mantel blanco bordado con motivos en dorado, a la izquierda; servida con una vajilla blanca y copas, de cristal seguramente. A la derecha unos sillones en un espacio alfombrado y con algunos libros, además de una pequeña mesa como para sentarse en algún momento a reflexionar. En cada uno de estos lados, más ventanales, haciendo que la sala fuera llena de una iluminación natural e intensa, a pesar de que cada uno tenía su propio candelabro lujoso colgando del techo de cada uno de estos espacios.

Para coronar todo, una lámpara de cristal, colgando del techo.

Una vez que hubo observado todo con cuidado, se preguntaba por qué nunca había visto el ventanal enorme al fondo del salón desde el patio de afuera, donde jugaron paintball la vez anterior.

André les invitó a sentarse en la mesa de la izquierda, pues aún estaban casi que paralizados, tanto el joven como su madre en la entrada. El muchacho tomó un asiento de los lados de la mesa, junto a su madre, no en la cabecera, a pesar de que todos los campos tenían su propio juego de vajilla.

Al momento se escucharon unos pasos que se oían bajar por las escaleras.

El muchacho un poco nervioso por la aparición inminente de Lucio, tragó grueso y suspiró.

Una figura conocida, con su típico traje negro aparecía sonriente, cual foto, nunca cambiaba de aspecto. El muchacho volteó a ver a su madre, que lo miraba atónita. No podía entender aquella reacción. ¿Sería que tanto miedo le produjo? ¿O era alguien que ya conocía y le había hecho algún tipo de daño?

El hombre sonreía, André se había ido del lugar.

“¿Lu, Lucio?”-dijo en voz baja la madre del muchacho.

“Lian ¡tanto tiempo!”-dijo Lucio con una sonrisa maliciosa.

La expresión de sorpresa de su madre se tornó en una sonrisa enorme; esta se levantó y casi que corrió a Lucio, quien a su vez se acercaba a ella.

Se abrazaron con bastante familiaridad, mientras el joven se sentía extremadamente confundido y no entendía qué era lo que estaba pasando; solo miraba aquella escena con extrañeza.

“¡Ven y te sentás tranquila y hablamos!”-dijo el hombre con una inusual alegría, un poco diferente de su alegría característica normal. Se sentó al frente de Lian y Lahel, tampoco se sentó a la cabecera.

El nombre de su madre era Liandra. ¿Cómo era posible que Lucio lo conociera? El joven se moría por dentro tratando de descifrar tal reacción.

Afortunadamente para el muchacho, su madre se volvió para explicarle aquella relación casi inmediatamente, y conservando su sonrisa.

“Lucio era amigo de la infancia de tu papá y el mío, siempre jugábamos en la calle, aunque él vivía en una casa toda lujosa en ese tiempo, siempre salía a jugar con nosotros y salíamos juntos a todo lado con otros varios amigos”

El joven volvió a ver a Lucio en su incredulidad. ¿Tendría esto algo que ver con el hecho de que él se hubiese convertido en su sucesor o solo fue que Lucio tomó a la decisión y luego se dio cuenta a manera de coincidencia que era hijo de sus amigos de la infancia?

“Pues sí, cómo nos divertíamos, y yo fui a la boda de tus papás y de todo, pero esa fue la última vez que nos vimos, porque un tiempo después tuve que irme a Italia a atender algunos asuntos de mi familia, pero desde entonces no había podido volver y cuando logré volver –dijo con cierta nostalgia- no he podido hacer muchas cosas, por problemas que tuve constantes, que casi que me han robado la vida”-reía un poco de la ironía. Lahel comprendía que se refería al hecho de que lo hubiera conocido casi muriéndose, una extraña sensación recorrió su cuerpo, como un escalofrío pequeño.

Durante un rato compartieron algunos recuerdos, como que habían tenido a Lahel y dos hijos más, todos varones, que ahora vivían en tal lado, y algunas cosas más. Lucio se mostraba sorprendido y alegre de tales noticias, pero Lahel pensaba que solo era una máscara del hombre, ya que seguro se conocía toda la historia de principio a fin.

Un mayordomo, el hombre de edad avanzada que se encontraba aquel día en que le torturaron en aquel laberinto y luego tuvieron una cena; ese mismo hombre apareció en aquel lugar, trayendo consigo una tetera de las que Lucio siempre utilizaba, y algunos bocadillos.

Saludó al joven con una sonrisa, y Lucio agradeció su intervención.

El muchacho estaba un poco más sorprendido de tal cosa, parecía que todo lo que pasaba alrededor de Lucio tenía relación directa con él.

La madre del joven comentaba con Lucio lo bien que le habría ido con sus negocios familiares por tener tan lujosa casa y hasta un personal a su disposición las 24 horas. Lucio bromeaba un poco comentando que desde que habían muerto sus padres (hecho que provocó en Lahel una sensación de sorpresa, pero no se atrevió a preguntar el cómo habían muerto) su negocio había logrado seguir progresando y se había logrado dar algunos lujos.

Luego de este rato de conversaciones, Lucio tomando una expresión de entre seriedad y malicia al mismo tiempo, dijo:

“Bueno Lian, la cosa es así, al muchacho este-miró con una sonrisa de cómplice a Lahel y prosiguió- le regalé un puesto como tutor de idiomas de alguna de la gente de mi personal, y cuando descubrí que vos eras su madre, decidí hacerles un regalo de bodas por el que no les logré hacer en aquel tiempo en que se casaron, por algunos problemas financieros que tuvimos, por eso los mandé a llamar con Lahel”

“No tenés que preocuparte-comentaba Liandra- al fin y al cabo a los amigos se les conserva por su forma de ser y no por los regalos que le dan a una, con tu presencia ese día estuvo más que bien” Sonreía al decir estas cosas.

Lucio tomó la tetera e hizo su casi que “ritual” de servir el té en las tazas de los presentes, y con una voz un poco grave respondió:

“Yo sé que lo que decís, lo hacés del corazón, pero quiero hacerles un regalo, por tantos años de amistad y por el servicio que ahora me presta tu hijo” Lahel estaba masticando un pastelillo de chocolate y al oír esto se atragantó un poco.

Su madre preocupada le preguntó si se encontraba bien, a lo que asintió con la cabeza.

Lucio endulzó su té y se lo pasó, mientras mantenía una gran sonrisa, para que bebiera. El muchacho bebía ahora con un poco de vergüenza.

“Bueno como te estaba diciendo- prosiguió Lucio- el punto es que no quiero que digás que no de un solo, quiero que lo hablés con Long (que era el nombre del padre de Lahel) y si quieren vienen a hablar conmigo de nuevo, pero quiero que me digan que sí”

Liandra estaba un poco extrañada de tal proposición, mientras tanto echaba azúcar a su bebida; y el muchacho estaba un poco nervioso, aunque fingía para no demostrarlo.

“Bien, pues quiero regalarles una de las propiedades que he comprado muy cerca de aquí, que ya he hasta amueblado un poco para que apenas digan que sí se pasen a vivir, será completamente suya, no es un préstamo ni les quiero pedir nada a cambio, y además conservan su antigua casa, y la pueden alquilar”

Ahora era la madre del joven la que de la impresión no pudo beber tranquila un sorbo de su bebida:

“Pero Lucio, eso es demasiado, ¿regalarnos una casa?”

“Si. Es grande, tiene ese toque familiar y a la vez elegante, y con cinco cuartos, y ya que me decís que son solo cinco en tu familia, tiene cuarto libre para invitados o así. Ah y también tiene un jardín bien grande. De hecho tengo unas fotos aquí para que veás, y de paso te las quedás para que se las muestres a los demás” Hizo un ademán con la mano y el mayordomo le trajo las mencionadas fotos. Se las pasó a Liandra para que las viera, mientras tanto se servía un trozo de queque de algún tipo, que estaba en una de las bandejas de aperitivos.

El muchacho pensaba en cómo el plan de Lucio era tan eficaz, al menos en apariencia.

La madre del joven miraba atónita las fotografías: cuartos enormes y bastante lujosos, una sala con muebles finos, la cocina con todos los aparatos de apariencia nueva, un jardín lleno de flores y con un espacio con terraza para hacer una parrillada… Lahel mismo estaba atónito, otra vez pensaba que eran cosas que quería para él y su familia, pero no por ‘encerrarlos en una jaula de oro’.

Su madre no sabía que decir, la verdad estaba sumamente sorprendida, en ‘shock’, pero no podía negar la idea de que tal proposición le era tentadora…

“Vo, voy a hablarlo con Long, y te aviso, porque esto es un poco repentino”-las palabras costaba que salieran de su boca.

Lahel estaba entre entusiasmado y preocupado, pero en este momento, quería conocer su nueva casa. Estaba seguro que todos estarían de acuerdo.

Su madre le volteó a ver, como esperando su opinión. Aunque le costaba fingir que estaba sorprendido, trató de hacerlo lo mejor que pudo.

“Di mamá, yo por mi, encantado. Don Lucio ha sido super amable conmigo y ahora con toda la familia, en lo personal vos sabés que yo no me negaría.”

Su madre sonrió con cierto entusiasmo y guardó las fotografías con intención de enseñárselas a los demás miembros de la familia, mientras Lucio apoyaba sus codos en la mesa comiendo tranquilamente un trozo de su rebanada de queque.

La conversación continuó con un poco mas de soltura, incluso Lahel habló ahora, pues la tensión del momento había bajado. Terminaron hablando del joven y sus hermanos, del trabajo de su padre y además del trabajo de su madre en una universidad.

Luego de algunas horas más, cuando ya eran casi las 12, Liandra agradeció la hospitalidad de Lucio pero le expresó su necesidad de irse. Lucio se levantó de su asiento y bordeando la mesa, se acercó a ella y le abrazó, agradeció su visita y le dijo que André les llevaría de vuelta a su casa, lo que la mujer agradeció doblemente. Se acercó también a Lahel despidiéndose y estrechando su mano sonreía. Parecía estar feliz por el cumplimiento de esta parte de su plan.

Recorrieron todo el camino hacia la salida, dejando a Lucio en el salón aquel.

André les esperaba afuera con el auto listo para levarles de vuelta. Se montaron e inmediatamente el hombre comenzó a manejar. La madre del joven miraba por la ventana la majestuosidad e la casa de Lucio; el joven la miraba, pensando en que él había tenido esa misma reacción la primera vez.

En el camino, Lahel recibió un mensaje de uno de sus amigos diciendo que ese día no tendría clases, lo cual celebró interiormente porque ya no le habría dado tiempo de llegar. Se lo comentó a su madre que aún impresionada no se había percatado de tal cosa.

En poco tiempo estaban de vuelta en la casa. André se bajó a abrirles la puerta y comentó con su típico acento:

“Espero que les haya ido muy bien y hayan disfrutado su visita”

Tanto el joven como su madre asintieron con la cabeza y agradecieron a André tal servicio. Este se montó nuevamente en el carro y partió.

Su madre sacó las llaves del pequeño bolso que cargaba y procedieron a entrar en su casa. Todo parecía un poco monótono ante la posibilidad de esta nueva casa. Su sala, el comedor, todo era bonito y cargado de sentimientos para Liandra, pero le había gustado la idea de un cambio.

El joven miraba con curiosidad tal reacción; comenzaron a hacer el almuerzo.

Mientras preparaban algunas cosas, Lahel recibió una llamada:

“Aló. Es Suzu. Como no tiene clases lo espero en mi casa a las 3, es la #415”

“Hey, ¿para qué?”-dijo un poco indignado.

“Pues para su entrenamiento, pero diga a su madre que soy la persona a la que don Lucio le asignó como tutor”

Sonaba un poco lógico. “Bueno, eso voy a hacer”

“Ah y recuerde revisar el periódico, ahí está el anuncio del premio del viaje. Hasta luego”

Lahel miraba la pantalla de su teléfono, preguntándose por qué Suzu era tan cortante.

“¿Quién llamaba?”-preguntó su madre, mientras lavaba algunas hortalizas en el fregadero.

“Era una compañera de la U, que necesita que le mande una información”. Su madre sonrió.

El almuerzo transcurrió tranquilo, luego de haber preparado todo; el joven decidió que era mejor darles la sorpresa del viaje en la noche. Su madre se fue para el trabajo y ya siendo las tres, se dirigió a la casa de Suzu, no sabía qué le esperaba, pero le aliviaba ver que todo el plan de Lucio se estaba cumpliendo, tal vez era algo bueno dejar su seguridad en manos de Lucio. De todas formas; aquel hombre era un amigo de toda la vida de sus padres.


(CONTINUARÁ)

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