Preparativos para lo peor: incertidumbre ante la dificultad.

miércoles, 14 de octubre de 2009

Tenía un poco de pereza, aunque el lugar a la que se dirigía estaba cerca de su casa.
Aún pensaba en la relación tan curiosa entre Lucio y sus padres y que se hubieran reencontrado por alguna tontera, como lo era el hecho de que los quería proteger del primo del mismo Lucio.
Buscaba aquel departamento, que quedaba literalmente a la vuelta de donde vivía él mismo.
Al llegar a la casa, la 415; una casa de colores pastel, con aspecto casi obvio de apartamento, pero muy grande y de dos pisos, uno el garaje y otro la parte superior. Tocó el timbre.
El sonido de un portón abriéndose era evidente, el portón de enfrente de lo que parecía ser el garaje de aquel lugar se abrió, dejando ver en el interior una especie de espacio de entrenamiento, con un piso de un material azul y de aspecto suave.
A los lados de este salón grande había un equipo de esgrima completo, además de haber cierto equipo de protección para pelear, unos guantes, un ‘sandbag’, etc.
Todo estaba listo para comenzar su entrenamiento intensivo.
Al momento Suzu apareció bajando unos escalones que parecían dar a la casa propiamente; vestida con el típico traje blanco utilizado para la esgrima, cargando el casco en una mano.
“Por favor, tenemos que economizar el mayor tiempo posible, así que póngase el traje que está listo para usted y venga inmediatamente para poder iniciar” Señalaba un pequeño cuarto al fondo de aquel lugar, parecía tener la luz encendida.
Entró y encontró un uniforme igual que le de Suzu, colgando de un pequeño gancho de la pared. Cerró la puerta, se cambió rápidamente y salió, también sin el casco puesto.
Unas luces de neón en el techo iluminaban el lugar.
“Por favor, póngase el casco y comencemos”-dijo la joven, tan fría como se había mostrado al conocerse ambos jóvenes.
Ambos se pusieron el accesorio y Suzu trajo dos espadas para comenzar por ese estilo, que Lucio creyó era el más adecuado por su agresividad. La muchacha comenzó explicándole al joven el por qué de este estilo, el que todo el cuerpo es área válida de contacto y explicándole técnicas básicas.
Lahel estaba un poco contento, pues siempre había querido aprender algo así, aunque sabía el por qué de tal lección. Así pasaron algunas horas, cada vez la joven se volvía un poco más dura en la forma de enseñar, exigiéndole que hiciera mejor las posturas, que pusiera más fuerza en tal o cual movimiento. Alzaba un poco la voz, mientras el muchacho solo respondía con un simple ‘si’ o asentía con la cabeza, se sentía en cierta forma intimidado por la aparente hostilidad de la joven. Aunque a Lahel no le gustaba mucho la actitud de Suzu, sabía que debía hacer lo posible por proteger a su familia y de paso sobrevivir lo que estaba a punto de iniciar.
Afortunadamente, alguna vez había aprendido algo de artes marciales, por lo que su condición física no era tan mala, a pesar de la fuerza y resistencia de la joven.
Luego de algunas horas de estar en tal actividad, el joven no daba para más, Suzu lo había puesto sin el casco, a correr por el salón, hacer lagartijas, abdominales, golpear y patear el saco con técnica (que para suerte del joven ya algo sabía), entre otras actividades, además de las lecciones de esgrima. El sudor le bajaba por el rostro, como si hubiese estado en un sauna por horas, su respiración era muy pesada.
La muchacha le pidió que se pusiera una vez más el caso, para continuar con la práctica, pero algunas partes de su cuerpo le temblaban involuntariamente; estaba pronto a decirle a Suzu que pararan de una vez por todas. Suzu lanzó un ataque que ya había explicado al joven como bloquear, pero ya sin fuerzas cayó de espaldas al suelo al tratar de resistir el golpe.
Suzu, quitándose el casco y dejando ver una expresión de enojo, exclamó:
“¡¿Así piensa sobrevivir al ataque de Alfonso?! ¡¿Con esa fuerza y sin resistir nada?!- el joven no pudo sino quitarse el casco, la costaba respirar y con estas palabras, solo pudo mirar al suelo con cierto rencor por tales palabras, entonces Suzu, viendo tal cosa, suavizó la expresión de su rostro y retomó- Por hoy terminamos aquí, necesito que descanse y esté listo para mañana para que podamos seguir.” Su expresión no cambiaba casi nunca, siempre parecía seria ante él.
El muchacho solo pudo dar un golpe al suelo que parecía de foam, estaba realmente molesto, mas consigo mismo por no poder ser más fuerte, aunque fuera el primer día de entrenamiento, las palabras de aquella joven tenían mucho sentido, si algo pasaba, lo más seguro sería que moriría, o vería morir a otros por no poder hacer nada, esto le recordó su sueño, o más bien, pesadilla.
La joven se puso a un lado del muchacho y extendiéndole la mano le dijo:
“Levántese, se cambia y le traigo algo que le quite un poco el cansancio, pero como le dije, seguiremos mañana”. Su rostro parecía inexpresivo, como pasaba siempre a diferencia de cuando estuvo en su casa, que le sonrió y hasta parecía que era otra persona, una joven más bien dulce.
Lahel tomó la mano de la joven, que le ayudó a levantarse, y este, por si mismo fue hasta aquel cuarto a cambiarse de ropa; Suzu subió las escaleras para traer lo que había mencionado. Al entrar y cerrar la puerta, el joven se sentó en un pequeño banco de madera que ahí había, tratando de recuperar el aliento. Con grandes esfuerzos se quitó el traje y se puso de nuevo su ropa. Miraba en el suelo el traje de esgrima; con cierto desgano, pero tomando un poco de fuerzas de quién-sabe-donde, se incorporó y salió del diminuto cuarto con el uniforme en el brazo.
Al frente suyo estaba la joven, aún con el uniforme de práctica, y sosteniendo en una mano una especie de bebida en un vaso de cerámica.
Se acercó y ella le entregó el vaso.
“Tómeselo y no va a tener dolor de cuerpo mañana ni se va a sentir más cansado de lo normal”
Su rostro parecía tener a penas un poco de sudor, Lahel no entendía como era tan resistente, y el tan débil, al menos en ese momento. Miró el contenido de aquel vaso, era un líquido que parecía un té de color rojizo, y al beber un sorbo, percibió que estaba tibio, era dulce y de olor y sabor agradable. A pesar de no estar frío, lo bebió con ganas, la sed podía más que el hecho de que estuviera a una u otra temperatura.
Al terminarlo, la joven tomó la tasa de las manos del muchacho y dijo:
“Ahora que va a su casa, descanse un rato y se sentirá mejor, y lo espero mañana, me avisa la hora con don Lucio por favor”
“Si claro”-el joven parecía haber recobrado el aliento. Casi que por inercia, retomó la palabra con una sonrisa y dijo: “Gracias por todo, yo sé que no doy muy bien la talla, pero me voy a tratar de esforzar mas” Pareció que Suzu sonrió un poco ante tal comentario, pero fue una expresión tan fugaz que al muchacho le fue imposible diferenciar si fue su imaginación o no.
“Bueno, por favor deje el uniforme en el cuarto aquel y… gracias por esforzarse hoy”-respondió ella; para el muchacho esto fue bastante reconfortante, y hasta se le escapó una leve sonrisa a pesar de estar tan cansado.
Dejó el traje en aquel lugar y la joven le abrió nuevamente el portón, para que pudiera regresar a su casa, el muchacho a su vez se despidió con un leve movimiento de la mano, aunque la joven solo agachó un poco la cabeza, como queriendo dar a entender que se despedía también.
Para Lahel, Suzu era algo extraño, una joven que le confundía un poco pues no sabía si le caía bien o mal a ella, y él mismo no sabía cómo catalogarla, si como amiga, o qué, por el momento no eran nada, pero le preocupaba tener que soportar a alguien que no se llevara bien con él.
La luz de la tarde y una brisa tranquila acompañaban su camino de regreso.
Al llegar a la casa, apenas había abierto la puerta principal, su hermano del medio pasaba por el frente de la sala, caminando hacia la cocina.
“¿A dónde andabas?”- dijo Jehiel.
“Andaba donde la vecina nueva, la asiática, es que me pidió que si le podía llevar una cosa que dejó aquí ayer”-respondió con naturalidad Lahel.
“Mmmm ya veo” –dijo su hermano y siguió caminando.
Lahel sonrió otra vez, le agradó poder decir tal mentira con toda tranquilidad.
Se acercó a la mesa, que era una de madera sencilla, y vio el periódico, lo tomó con la mano y buscó el anuncio que estaba hecho exclusivamente para que el gane fuera de su familia.
Ahí estaba, un anuncio colorido informando del viaje. Se le ocurrió llamar a su hermano, para que lo viera y poder hacer desde ahora todo un proceso de ilusionar a su familia.
“¡Jehiel, vení ve lo que dice acá!”
“¿Qué?”-dijo su hermano de manera poco expresiva.
“¡Hace unos días llené un formulario que me regalaron para participar en un viaje, y mirá!” Señalaba el anuncio en el periódico.
“¡¿Qué?! ¡Nos ganamos un viaje! ¡Y todo pagado!” Casi que se moría de la alegría.
“Pues sí, qué dicha-decía con casi nada de entusiasmo-yo tengo examen el viernes y no puedo ir, pero ustedes si por que se van el viernes y el lunes es libre, entonces pueden disfrutar del viaje”
Su hermano se puso un poco serio: “Diay si, qué queda”
Lahel reía un poco, ya que su plan daba un poco de éxito. “De todas formas es un viaje para cuatro personas, y así también va Ismael, y yo me quedo. Ahora no les digamos nada a Pa y Ma hasta que estemos comiendo”
Comentaron algunas cosas más, pero luego cada quien se sumió en sus cosas, y Lahel dijo que iría a bañarse por el calor que tenía, y así lo hizo. Unas horas después, el hombre del correo trajo un sobre con los tiquetes del premio, y el muchacho los recogió.
Al llegar la noche, estando todos en la mesa cenando, Jehiel exclamó:
“¿Les decimos ya?”
Sus padres y hermano menor estaban sumamente extrañados. “¿Decir qué?”- dijo su madre.
Lahel asintió con la cabeza y sonriendo, sabía que todo saldría bien.
“¡Nos ganamos un viaje con todo incluido 4 días!-sacó el periódico y los tiquetes y les enseñó- solo hay que seguir estas especificaciones que vienen en el sobre”
Ismael estaba completamente alegre, y mientras su padre y madre leían la hoja del diario, su madre, al leer las instrucciones del sobre, dijo:
“Pero solo es para cuatro personas”
“Si, de todas formas yo no puedo ir porque tengo examen de la universidad ese día, así que vayan ustedes y yo cuido la casa esos días”
Ahora todos miraban con afán la hoja, leyendo las instrucciones de cómo irse, y el regreso.
“Entonces yo pido el día y vos también y a los chiquillos no los mandamos ese día a la escuela”
Sus hermanos menores no paraban de decir cuan felices los hacía tal viaje.
“¿Cómo fue que nos ganamos tal cosa?”-preguntó a Lahel y a su hermano.
“Yo llené un formulario que me regalaron en un lado y por pura suerte nos eligieron a nosotros”
Su madre quedó satisfecha con esta respuesta, parecía que las dos buenas noticias del día le hacían olvidar la curiosidad por los detalles.
Terminaron su cena y siguieron hablando de algunas otras cosas, hasta que al fin era hora de terminar el día para el joven, al día siguiente tendría clases y otras cosas que hacer.
Estando en su cuarto, llamó a su madre un momento, mientras todos los demás miembros de su familia hacían cada uno cosas aparte.
“¿Si Lahel?” se acercó su madre quedándose quieta en la entrada a su cuarto, el joven estaba sentado en la cama.
“¿No le has dicho nada a Pa de la propuesta de Lucio verdad?”-dijo con curiosidad el joven, pues a pesar del éxito del plan de Lucio del viaje, quería saber cómo iban las cosas con ese otro tema.
“No, pensaba contarle durante el viaje o luego de volver-el joven asintió con la cabeza, un poco serio- ¿No te parece curioso cómo nos están pasando cosa buenas, así de repente?”
“Si supieras por qué es…” se decía en su mente. Luego, verbalizando, dijo con un tono burlón: “Di, pues aprovechemos hasta donde podamos jajaja”
“Si tenés razón” Su madre se despidió de él y se retiró. Luego el muchacho se preparó para dormir.
El día siguiente fue muy parecido al anterior, lo curioso fue que las palabras de Suzu se volvieron realidad, nada le dolía.
Tuvo que ir a la universidad y en su tiempo libre fue al departamento de Suzu, tuvo su rato de entrenamiento intensivo, aunque esta vez el uniforme era diferente, era del estilo oriental, y Suzu cambió el método de enseñanza, de acuerdo a este estilo.
Le comentaba al joven que tenían que intentar varios estilos con tal de que el muchacho supiera lo más que pudiera.
“Además, le informo que don Lucio organizó una fiesta para la tarde del sábado, con el pretexto de celebrar su nombramiento y ha ido dejando que se conozcan el lugar y las horas de todo el evento, don André se encargará de transportarlo ese día y en los días por venir le daré el traje que tiene que vestir para la ocasión.”
Luego de esto, su entrenamiento continuó.

Así pasaron los días, entre entrenamientos duros en los que se volvía un poco mejor cada vez, a pesar de las exigencias inhumanas de Suzu, parecía que algo le había quedado de lo poco que había aprendido de artes marciales. Repartía su tiempo entre su familia y en la universidad, a pesar de que sus amigos le invitaban a quedarse luego de clases o ir a comer, el se disculpaba e iba lo más rápido posible a su casa para seguir entrenando, sabía que de ello dependía el éxito de la misión del fin de semana; a pesar de lucir como un ‘antisocial’.
Suzu era muy difícil, pues por cada vez que el muchacho mejoraba, más le exigía. Cada día era peor en dificultad que el otro y cuando ya no daba más, se preguntaba si sobreviviría al lunes.

Así, al cabo de los días, el viernes llegó.
Todos se levantaron en la madrugada, incluso Lahel, pues tenía que ir a la universidad, así que de todas formas prefirió despedir a su familia antes que partieran. Desde el día anterior habían alistado maletas. Un taxi vendría a recogerlos, por lo que abrieron todos los portones en espera del vehículo. Con todo el cariño del mundo se despidió de su madre, hermanos y con cierto recelo como siempre, de su padre.
Su madre le deseaba suerte en el examen, al igual que su padre, y sus hermanos se despidieron haciéndole un poco de burla por tener que quedarse, pero esto al muchacho no le importaba, porque sabía que con este pequeño sacrificio cuidaría a su familia y su esfuerzo sería recompensado, además no sabía si los volvería a ver, por lo que les despidió casi que como en un último adiós.
Al fin el taxi llegó y viéndolos partir, sus ojos se llenaron de lágrimas. Cerrando todos los portones y puerta de su casa se sentó solo a la mesa, pensando qué sería de él.

(CONTINUARÁ)

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