Todo lo que empieza mal termina bien, pero...¿todo lo que empieza bien, termina mal?

miércoles, 12 de agosto de 2009

Lucio levantó un paquete que se encontraba a sus pies, y dándoselo al muchacho le dijo:
“Pues bien, aquí comienza tu entrenamiento, lo primero que vamos a hacer es probar lo que ya podés hacer, y la primera parada será en un ‘mini súper’”- a Lahel estas palabras le parecieron sin sentido, como ya solía pasarle desde el día anterior, cada vez que Lucio le explicaba algo, pero le escuchaba con cierta curiosidad.-“Lo que vas a hacer es cambiarte tu ropa, a esta que es un poco más informal-señalaba con su mano derecha el paquete que le había dado- y comprar una botella con agua, detergente y huevos, pero fingiendo ser un extranjero. ¿De qué nacionalidad? Te lo dejo a escoger”.
El joven no pudo evitar reírse de tal pedido, pero aun así pensaba hacerlo, por probar.
“¿Con qué propósito voy a tener que hacer esta ridiculez?”-preguntó con una sonrisa, mientras habría el paquete y podía ver una camiseta blanca, un pantalón corto beige y unas sandalias negras, además de unos lentes para el sol y una buena cantidad de dinero.
“Bueno-respondió Lucio sonriendo- pues vamos a ver cuánto te dura una actuación. Eso es importante para poder esconder algo de posibles rivales, algo como cuando se está de encubierto o cosas por el estilo…”
El muchacho no pudo sino reír un poco más, casi sin tomar en cuenta la seriedad que encerraban las palabras de Lucio.
El auto se detuvo frente a un restaurante de comida rápida.
Al verlo Lahel se extrañó: -“¿Por qué paramos aquí?
Lucio tenía un expresión de ironía en su rostro y dijo-“Di para que te cambiés. No vas a cambiarte aquí con nosotros viéndote”.
Lahel se sonrojó de la vergüenza que sentía por aquella pregunta, y bajándose del auto se apuró a cambiarse en los baños de aquel establecimiento.

Al volver a subirse en el vehículo, incluso se había humedecido su negro cabello, cambiando un poco su peinado habitual por uno un poco alborotado, y con los lentes en el pelo. De hecho parecía otra persona, un poco mas hecho a las tendencias de la moda juvenil.
Lucio lo miró complacido, por la forma en que tomaba esta prueba.
Arrancando nuevamente, André condujo aún mas, deteniéndose en un establecimiento pequeño, a varios kilómetros de donde habían hecho la parada anterior. Parecía, no un lugar rural, sino un poco pueblerino.
“Ahora sí, te toca a vos”-dijo Lucio, indicándole con la mano que se bajase y guiñándole el ojo.
Lahel suspiró profundamente, y bajándose nuevamente del auto, se dirigió a hacer el encargo.
Ya que el lugar era pequeño y humilde, lleno de miles de cosas colgadas del techo, un mostrador grande con recipientes de vidrio, todo había que pedírselo al hombre que atendía el lugar. Era un anciano que aparentaba tener un mal carácter, leía el periódico.
El muchacho volvió a tomar aire y comenzó el juego:
“Disculpa senior-dijo con el primer acento extranjero que se le vino a la mente- yo desea una boteiya de awua, un detirllente y una doucena de wuevous” Sintió un poco de alivio al ver que todo salía tan fácil.
“Vea misterch, no l’entiendo muy bien, me podría repetirch lo que se li’ofrece”-respondió un poco tosco aquel hombre, con su mirada por sobre el periódico extendido.
Esta situación le pareció un poco incómoda a Lahel, ya que creía que todo le había salido ya. –“You quiere una boteia de agua-dijo señalando un refrigerador con las botellas, mientras el anciano miraba a lo que señalaba- un bolsa de deteryente y una doucena de huevous”
El hombre rió- “Ah ve que sencillo. Si se lo propone si lo logra, es que tenía que serch un extranjero. Son cinco mil”
Lahel se sitió muy molesto por el hecho- “¡Mire Señor!...-se detuvo súbitamente, pues pronunció a la perfección su reclamo, mientras aquel hombre le miró extrañado y retomando su acento dijo- yo cree que su idioma es muy difícil, por favour no se burla”
La expresión del hombre se torno seria, mientras el joven le daba el dinero, el anciano metía los objetos en una bolsa.
Dándole la bolsa al muchacho le dijo de manera un poco irónica:-“Pues para mi que asté se está burlando de mí, porque ahorita no sonó muy estrangero que digamos, además es un poco moreno pa’ tener ese acento”
El joven tomó la bolsa y se retiró, un poco sonrojado por su descuido, montándose nuevamente en el auto de Lucio.
Inmediatamente Lucio le dijo: “Y bien ¿cómo te fue?”
“Pues di creo que medio bien” respondió con una leve sonrisa.
“Pues resulta que medio te equivocaste, porque le hablaste al señor ese sin acento en un momento”
“¿Y cómo supo usted eso?”-dijo el joven sorprendido.
El auto arrancó y Lucio comenzó a reírse enérgicamente, mientras André se veía sonriendo por el espejo.
“¡¿Vos que esperabas?! La ropa que te di tenía un micrófono, para oír lo que pasaba, pero solo era un práctica para divertirnos un rato, ahora vamos a ir a almorzar a un restaurante fino, para que lo hagás en serio, y mejor cambiá el acento a otro con el que te sintás mas cómodo”
Lahel se registraba la camisa sin poder encontrar nada. Frustrado miró a Lucio de reojo y suspirando, como ya se le estaba volviendo costumbre, miró por la ventana el resto del camino.
Antes de llegar al restaurante, por caminos que aunque Lahel veía atentamente, no reconocía. Preguntó a Lucio:
“Don Lucio, le tengo un pregunta indiscreta, ¿por qué está tan bien luego de lo del parque, si apenas ha pasado una semana y algo?”
Lucio, pasándose una mano por el rostro, dijo tranquilamente: “Pues, di es que los disparos fueron solo en la pierna y el torso, pero fue alguien con tan poca puntería que n todos los casos me roso, sin producir mayor daño”
“Ya veo”-dijo el joven, algo aliviado por saber que no fue tan grave, a pesar de la pérdida de sangre.

“Llegamos Don Lucio”-dijo André.
“Lahel, ahora te vuelve a tocar a vos. Yo me quedo en el parqueo y vos vas a comprar un lasaña de vegetales para cuatro personas, para llevar”
“Pero… ¿No era que íbamos a almorzar en el restaurante?”-dijo un poco indignado el muchacho.
“Si, pero luego de que traigás la comida, además te sobró dinero, usalo” Lucio se reía aun con más ganas.
Al bajarse, Lahel pudo ver al frente suyo pequeño edificio, parecía un típico restaurante de comida tradicional. De grandes ventanales, algunas plantas de interior en la entrada de puertas de vidrio, nada fuera de la común, además no tenía letreros, como para saber ni siquiera el nombre.
Lucio hizo un gesto con la mano a André, indicándole que manejara para estacionar el auto en el parque al lado del edificio.
“Apurate, y andá pensando de una vez el acento nuevo jaja”, dijo Lucio dirigiéndose al muchacho por entre la ventana del auto.
Este último no se sintió muy confortable con la petición de Lucio, le costaba pensar en un acento nuevo, con el que estuviera un poco más familiarizado.
Una melodía se escuchó al pasar un auto a todo volumen, le hizo recordar una canción de unos extranjeros, y recordó también que él en colegio bromeaba con algunos amigos con cierto acento.
“Si vuestra merced me lo permite, hablaré así”-dijo Lahel con esa particular pronunciación, con el que tantas veces hizo reír a más de uno de sus amigos y amigas.
“Pues sí, ese me gusta más, y hasta te cambia el semblante, te veo más confiado”. Con una sonrisa en el rostro, Lucio cerró su ventana y André comenzó a manejar hacia el estacionamiento.
Al entrar, el interior del lugar justificaba las conclusiones del muchacho, era un logar común y corriente, con algunas mesas, con manteles de cuadros rojos y blancos, al fondo el mostrador que daba a la cocina. Había más o menos unas siete personas distribuidas en el lugar, algunas solas, otras en compañía.
Se acercó sin ninguna preocupación en específico, por su ya pasada experiencia.
Dirigiéndose a una mujer que atendía un mostrador de madera sencillo, dijo:
“Disculpad, quisiera pedir cuatro lasañas”
La mujer dijo: “¿De carne?”
“No de vegetales” respondió un poco dubitativo.
“Permítame un momento.” La mujer entro en lo que parecía la cocina del restaurante, saliendo al poco tiempo con un hombre moreno y fornido de traje entero.
“Por favor acompáñeme”-dijo muy serio aquel hombre.
Lahel, ya con cierta preocupación, fue guiado por el hombre hacia adentro de la cocina, donde unos cocineros preparaban alguno que otro platillo, y luego por otra puerta, que daba a un salón pequeño. Pareció que ninguna de las personas se encontraban afuera comiendo notaron el asunto.
EL salón al que fue conducido no tenía ventanas, las paredes eran de madera. Un hombre de edad madura se encontraba sentado en un escritorio viejo y un poco descuidado, una luz tenue iluminaba el lugar.
Al entrar en el cuarto, el hombre que le había escoltado salió inmediatamente y cerró la puerta tras de sí.
Alzando la vista, aquel hombre dijo con voz grave: “¿Así que vos sos el extranjero que está pidiendo las ‘lasañas’?”
“Si, pero creo que me ha sucedido un malentendido,-ya podía sentir un poco de temblor en su cuerpo- yo solo quiero unas lasañas comunes y corrientes”
“Pero de vegetales” dijo el hombre con cierto sarcasmo.
El joven se sentía como cuando Lucio le explicaba algo, estaba completamente confundido.
Aquel hombre golpeó la mesa con el puño. “¡Vos sabés de qué estoy hablando!-se puso de pie y caminó hacia el muchacho- “No creas que no sabemos que un policía encubierto anda tratando de destapar nuestros negocios, fingiendo ser un extranjero interesado en la mercadería, hasta lograste saber la contraseña, no sé cómo, pero estas en un verdadero problema”
El joven, con el corazón acelerado, solo se le ocurrió mantener su acento, con tal de parecer un extranjero real.
“Mirad señor, yo soy un extranjero cualquiera, no soy de este país, sinceramente no se a que os referís con ser un policía, si lo deseáis podéis registrarme y lo veréis”
El hombre dijo en voz alta algo que el muchacho no logró entender, quizá sería algo en otro idioma.
El hombre fornido que lo había escoltado hacia ese cuarto apareció nuevamente, y requisando a Lahel dijo algo en el mismo idioma en el que le había hablado aquel hombre viejo. Volvió a salir.
“Si está bien, no tenés nada, pero aún así no me convences de que sos extranjero”
El joven no encontraba la forma para resolver tal pedido, solo siguiendo el juego.
“Mirad señor, yo no sé cómo hacer tal cosa, solo sé que nada tengo que ver en vuestros asuntos”
El viejo pensó unos instantes, hasta que un momento después su mirada se iluminó y se sonrió. Parecía que se le había ocurrido algo.
Pronunció algo nuevamente en ese idioma que Lahel no entendía.
El hombre fornido volvió a entrar, pero sin dar tiempo a que el muchacho se volviera, le agarró de un brazo haciéndole una especie de llave para inmovilizarlo. Inmediatamente, Lahel pudo sentir en su espalda una presión de algo, lo primero que se le vino a la mente fue que le estaban apuntando con un arma.
Su miedo llegó casi al máximo, aunque luchaba internamente por mantener su personaje a cualquier costo.
“Ahora sí, si no nos decís la verdad, mi empleado te va a mandar a dormir permanentemente”-le dijo de manera arrogante el hombre viejo, casi se podría decir que disfrutaba ver tal escena.
“¡Pero os digo la verdad, no soy nada de lo que decís!” A pesar de la situación procuraba mantener la cordura y de cuidar cada palabra.
El viejo rió un poco y dijo: “Pues si el susto no le aflojó la lengua debe ser que si es cierto.-una sonrisa malintencionada se le dibujó en el rostro-…Pero aún así ya no te podemos dejar ir.”
Al muchacho le faltaba el aire, no podía imaginarse lo que iba a pasar, muy en el fondo maldecía a Lucio, aún a pesar de todo, tenía una expresión seria y desafiante, mas que demostrar el miedo que sentía.
El viejo hizo un movimiento con la cabeza, y dijo: “Este tipo ya sabe qué hacer con vos, lástima que sí fueras un extranjero, pero diay, todos cometemos errores”
Mientras el hombre viejo se sentaba en su silla, el fornido aplicaba más fuerza en el brazo del muchacho, con tal de hacer que Lahel se moviera por el dolor que le causaba. Lo movió a la fuerza a un lado del escritorio del cuarto, abriendo una puerta secreta, en la pared de madera, no se podía ver el interior por lo oscuro que estaba.
Lahel sólo podía imaginarse lo peor, pero el hombre fornido solo lo lanzó en aquel lugar y cerró la puerta.
Al joven se le ocurrió quedarse ahí tirado en el suelo, pues pensó instantáneamente que no tendría ningún sentido darle golpes a la puerta, tal vez pasaría algo peor.
En ese momento su mente voló, pensando en que podría morir, en todo lo que quedaría sin hacer, en que estaba solo, en su familia. Comenzó a sentir alguna nostalgia, ya casi se había resignado, pero igualmente en el fondo aún se aferraba a una leve esperanza.

(CONTINUARÁ, espero jajaja)

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