Intermedio/dudas e incertidumbre

miércoles, 5 de agosto de 2009

Lahel abría sus ojos azul oscuros, y veía el techo de playwood de su cuarto, la luz que entraba por las ventanas le provocaba cierta molestia.
“Otro día mas” –pensó, tapándose los ojos con la mano derecha.
Se levantó, su cuarto bien iluminado como siempre por la luz de la mañana. Tomó un poco de su ropa, para el día y procedió a bañarse.
Con cada acción de su acostumbrada rutina matutina, recreó en su cabeza el desenlace del día anterior, en su encuentro con Lucio:

Cuando Lahel aceptó la propuesta de Lucio, este último siguió bebiendo de su té, mientras el joven intentaba, aunque sumamente nervioso, hacer lo mismo.
Cuando Lucio hubo terminado su té, colocó su taza de vuelta en la mesa, cruzó una pierna y entrelazó los dedos de sus manos, apoyando sus codos en los brazos del asiento.
Lahel aún no había terminado su bebida; al levantar la mirada un poco pudo ver las manos de Lucio, tenía 3 anillos en la derecha y 4 en la izquierda, unos de oro, otros de plata.
En ese momento pensó: “No había notado esos anillos, siempre quise unos así, llenos de detalles”. Tal vez estos pensamientos le surgían para evadir un poco la situación, al menos en su mente.
Lucio fue de nuevo quien rompió el silencio, mirando a Lahel con una sonrisa.
“Je je, me complacés demasiado al decir que sí, seguramente lo hiciste por miedo- al decir esto Lahel tuvo un pequeño movimiento involuntario en su cuerpo, de esos típicos, de cuando se descubre algo de uno, que se quería mantener escondido, Lucio prosiguió- pero sin importar la razón que sea, conforme pase el tiempo, podrás elegir mejor la posición que querés tomar ante esto”
Mientras Lucio hablaba, Lahel logró mirarlo y mantener una leve sonrisa, al fin logró terminar su té.
Lucio prosiguió: “Esto es lo que vamos a hacer. ¿Mañana tenés que ir a la U?”
“Si, como hasta las 10 tengo clases”-respondió Lahel un poco agitado otra vez, por lo que fuera a decirle Lucio.
“OK, entonces vas salir de clases y me vas a buscar en aquel mismo parque en el que nos vimos. Vamos a dar una vuelta y a hacer algunos trabajos pequeños. ¿Capicci?”
Lahel se extrañó un poco, a pesar de que sabía que Lucio tenía algo de italiano, su acento no lo demostraba, y nunca desde que el joven lo conoció, había dicho palabra en italiano, solo ‘Bianca’, pero había obviado esa palabra.
“Di está bien, jeje…” Lahel sonrió mirando hacia la ventana.
“Muy bien entonces…”-el hombre de la puerta interrumpió a Lucio, diciéndole algo al oído, luego de asentirle con la cabeza, continuó-“… ¡Jajaja, apenas y nos dio tiempo de hablar, tengo que irme a atender algunas cosas urgentes, entonces quedamos en eso, y mañana nos vemos!”-Lucio se levantó de su asiento, le extendió su mano a Lahel, y al estrecharla, le dijo: “Uno de mis amigos te llevará a tu casa, ahí le indicás el camino”
“OK; está bien”-respondió el muchacho, sonriendo un poco involuntariamente.
Aun sentado, el hombre de la puerta vino hacia él y extendió la mano en dirección a la puerta, como indicándole a Lahel el camino, todo esto mientras Lucio salía de la habitación.
El joven se levantó y mientras caminaba hacia la puerta observó detalles que no había tomado en cuenta hasta el momento, la alfombra del piso, bordada con detalles por toda su superficie, el candelabro de la habitación, como los que había visto en programas de televisión donde presentaban casas antiguas.
La puerta, aún abierta, de color natural tallada en toda forma posible, daba a un pasillo estrecho alfombrado, y lleno de pequeñas lámparas sujetas a la pared. Este pasillo daba a su izquierda a un salón grande y lujoso, y a la derecha estaba otra puerta, en lo que parecía ser un recibidor. Ya no veía por ningún lado a Lucio. El hombre de traje entero que le acompañaba detrás dijo, con una voz grave, pero amigable:
“Por favor Lahel, diríjase a la puerta”-Este hombre tenía un acento como francés.
“OK”-dijo Lahel un poco distraído por los detalles lujosos de la casa de Lucio.
Al llegar a la puerta principal llena de vitrales, un poco abstractos, el hombre de acento francés le abrió la puerta y le indicó un auto negro que se encontraba en una especie de callejuela hecha con pequeñas piedras. Bajaron entonces unos escalones que daban de la puerta, hasta donde se encontraba el auto. Como si fuera de cliché, en el centro de esa callejuela había una fuente, sencilla, pero llena de lirios, y alrededor había árboles y maseteros con flores de varios colores.
Lahel, aunque había visto de ese tipo de lujos en internet o la televisión, no salía del asombro, por poder ver aquello por sí mismo. Sentía algo de envidia ante aquella opulencia.
El hombre francés le tocó el hombro para llamar su atención, entonces Lahel cayó en la cuenta de que el hombre le pedía que se montara al vehículo.
Un poco avergonzado, pero aún anonadado, se subió en los asientos traseros del carro, notando que ahí, en el asiento de al lado, estaba su maletín y además había una pequeña caja color vino. El hombre francés le cerró la puerta y se montó en el asiento del chofer. Mirando al joven por el espejo retrovisor, le dijo:
-“Se me había olvidado, ya que aceptó la oferta del Señor Lucio, le quiso dar un regalo, como de bienvenida a la Familia”
Al quitarle la tapa, entusiasmado, cayó de ella una nota escrita a mano con una caligrafía elegante, que decía:

“Gracias por tu valentía, mocoso, jajaja.
Espero que te guste tu regalo. Sirve, además de adorno, para certificar que sos de los miembros más importantes de nuestra Familia, así que cuidalo bastante y ahí nos veremos.
Con cariño:

Lucio”

Lahel comenzó desde ese momento a sentirse mucho más cómodo con la situación, y para mejorar las cosas, al mirar el contenido de la caja, vio que era un anillo grueso de oro, con una insignia extraña en el medio, como una espada con una corona de laurel, como la de los romanos, le parecía haberlo visto antes, seguramente era igual a uno de los que le vio a Lucio. Inmediatamente lo sacó y se lo puso en el dedo medio de la mano derecha, le quedaba perfecto y combinaba incluso con el anillo que siempre llevaba puesto en el dedo anular de esa misma mano.
Levantó su mano para verlo a la luz del día, y notó que el cielo parecía atardecer.
Con apuro sacó el teléfono celular de su bolsillo para ver la hora. Lo tenía apagado, supuso que al momento de raptarlo, algún empleado de Lucio se lo habría apagado. Lo encendió y vio que eran casi las 3 de la tarde.
Un poco nervioso llamó a su casa.
“Aló”-contestó una voz femenina.
“¿Madre?”-dijo Lahel aliviado.
“¡¿Lahel?! ¿Dónde estás? Juré que ya habías llegado a la casa, llego y no estás. Te estuve llamando y el celular apagado, luego te quejás de que yo hago lo mismo y nunca te contesto”-dijo evidentemente molesta la madre de Lahel.
“Si perdón, lo apagué porque…- el joven dudó unos instantes-… como estaba en clases y se me olvidó encenderlo… y luego unos de mis compañeros me dijeron que los acompañara a almorzar, pero ya voy para allá”-el hombre francés lo miraba con una sonrisa de complicidad desde el espejo.
“OK, aquí te espero, me gustaría ir con vos a comprar algunas cosas al centro comercial”
“Esta bien, dentro de un rato llego, hasta luego”-colgó la llamada, aunque con cierta inseguridad, pues no sabía ni donde se encontraba, como para poder decir que estaba cerca de llegar a su casa.
El hombre francés se volvió, y mirando a Lahel le dijo:
“Bueno, creo que olvidé mis modales. Mi nombre es André-Lahel sonrió-lo llevaré a la universidad, que fue de donde lo trajimos y luego de ahí le pediré que me indique la dirección de su casa”
“¿Mas o menos a cuantos minutos estamos de la universidad?”-dijo el muchacho
“Cinco, más o menos”, respondió el hombre, y volviéndose, comenzó a manejar.
Lahel pudo ver por la ventana la imagen completa de la casa de Lucio mientras salían, era una casa casi completamente blanca de dos plantas, con pilares al frente, que sostenían un techo pequeño en la entrada, con varios ventanales y balcones en las ventanas del segundo piso, todo acompañado por el jardín, el camino a la salida, lleno de los maseteros y flores y los portones negros de la entrada principal, con un enrejado profesional y detallista.
Aunque salieron a una calle principal, ninguno de aquellos parajes le pareció conocido a Lahel, pero pronto llegaron a la parte de la zona aledaña a la universidad donde había pasado la situación incómoda de la mañana.
-“Bien ¿de aquí hacia donde, señor Lahel?”-dijo André viéndolo una vez más a través del espejo.
“Pues de aquí… Voy, un toque. ¿Me dijiste ‘señor’?”- dijo Lahel un poco confundido.
André rió suavemente-“Si, desde ahora, si quiere ser respetado, tiene que darse a respetar, y así es la única manera”
Lahel miró por la ventana un poco confundido-“Pues di, si vos lo decís”.
De repente recordó que André esperaba la dirección- “Ehh, mi casa está en…”, dándole la descripción detallada.
Faltando mas o menos 300 metros para llegar, Lahel dijo: -“Don André, ¿me podría dejar aquí y yo camino, para no levantar sospechas?”
“Si por supuesto señor Lahel, pero por favor no me diga “don”, sólo André está bien”.
“Ah bueno jeje”-rió un poco.
Se bajó y despidió de André, que rápidamente manejó de vuelta.
Recordó entonces como al haber llegado a su casa dejó sus cosas y realizó los encargos con su mamá, todo fingiendo que nada había pasado.

Lahel cerró la llave de la ducha, terminando así de recordar todos esos momentos del día anterior. Saliendo de la ducha, y mudándose, su mirada se quedaba en los hechos que acababa de revivir, preguntándose qué pasaría ese día. Al salir del baño, miró en su mano el anillo de Lucio, que no se había quitado desde el día anterior, sonrió preguntándose cómo era posible que nadie lo hubiese notado.
Su cuarto quedaba en el según piso de la casa, junto con un baño y la pequeña sala donde el y sus hermanos siempre veían televisión. Salió del baño y bajó las escaleras para desayunar con su familia. Sus dos hermanos menores, uno de 15, Jehiel y el otro de 10, Ismael, peleaban en la mesa de la sala como de costumbre, por alguna cosa que el menor dijera. Eran un poco diferentes a el, el del medio era un poco mas pálido y tenía el cabello corto y rizado, y le menor tenía menos volumen y era un poco más moreno. Su padre aún dormía, para suerte de él, pues le molestaba que estuviera cerca, ya que nunca había logrado sentir cariño por el, ni sentía la necesidad de una figura paterna.
Su madre en la cocina, preparaba apurada la comida, se le acercó por detrás y dándole un abrazo cariñoso le dijo:
“Ma, ¿cómo amaneciste?”
Una sonrisa se le dibujo en el rostro a su madre, aún atareada por cocinar.
“Bien-le respondió- ayudame con los vasos, los cubiertos y las demás cosas por favor”
“OK”-dijo el muchacho. Mientras buscaba todas las cosas que su madre la había pedido, le surgió una pregunta fuera de lugar:
“Mamá, ¿que harías vos si yo fuera un mafioso?”
La sonrisa de su madre se desdibujó un poco, y con un tono un poco agresivo le dijo:
“Y ¿por qué me pregunta eso?”
Lahel no pudo sino reír un poco, al ver la reacción de su madre.
“No se, solo se me ocurrió hacerte la pregunta”. Volviendo a ver a su madre, su semblante se había tornado un poco serio.
Al sentarse a la mesa con su madre, dijo a su hermano del medio, con algo de ironía:
“Jehiel, vieras que le pregunté a mamá que qué haría si yo fuera un mafioso, y se enojó un poco jajaja”
Su hermano respondió: -“Ey, ¡pero si ser de la mafia es lo mejor, jajaja!”
Su madre solo movió la cabeza mirando seriamente a Jehiel, levantando las cejas y arqueándolas, siguió comiendo el desayuno.
Lahel sabía que todos creían que era una mentira, de todas formas, ni el mismo podía creérselo. Se había involucrado en algo grande, y veía que su familia, o al menos su madre no lo tomaría nada bien.
El resto de la hora de desayuno nadie dijo nada, y Lahel volvió a su estado ausente, ido en sus pensamientos.
Pensaba en todas las posibilidades y situaciones en las que podría verse envuelto, los peligros a los que se podría exponer. Sopesaba tanto todos los beneficios como los prejuicios de participar de algo así, y si podría realmente confiar en Lucio, o si solo era un treta extraña en la que él era solo un ficha de un juego.

Casi sin darse cuenta, y por divagar tanto en todo lo que le pasaba, el salir de su casa, tomar el bus, asistir a sus clases, y que terminaran, le resultó un instante.
Ya eran las diez de la mañana, y su cita con Lucio estaba por empezar.
Caminaba por aquellos lugares tan conocidos, como si fuera a tomar el bus, igual que siempre, pero algo cambiaba, los nervios lo invadían y todas aquellas imágenes de tiendas, calles sucias, esa ciudad que albergaba a la universidad, todo parecía diferente.

Pudo, al llegar al parque, ver el auto de Lucio, el mismo del día anterior, y a André, el francés, esperando afuera, junto a una puerta. Saludó a André con una sonrisa y se subió al carro, solo para encontrarse junto a el a Lucio, siempre con su traje entero negro, y una copa de vino tinto en la mano izquierda.
“Jaja, ¡buenos días! ¿Listo para los desafíos de hoy?”-dijo Lucio mirándolo con su ya acostumbrada sonrisa.
“Eh, si”-respondió Lahel con cierta ansiedad.
André se montó y comenzó a manejar, parecía que ya conocía las acciones a tomar de aquel día.
El joven miraba por la ventana mientras Lucio tomaba de su copa y la incertidumbre le carcomía el alma a pocos.

(Igual a la vez anterior; CONTINUARÁ)

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