Abandonar lo bueno y lo malo... la mente no siempre ayuda

miércoles, 23 de septiembre de 2009

La luz de la mañana le despertó; un ruido fuerte y extraño se escuchaba, como el de un helicóptero y el de personas caminando por el techo de la casa. Se incorporó pues aun se encontraba medio dormido; al caer en la cuenta de aquellos ruidos, se levantó de un salto y al mirar por la ventana de su cuarto vio que era gente de una construcción aledaña a su casa, donde unos trabajadores caminaban en el techo de una casa a medio construir y otros hacían un ruido fuerte como con un martillo hidráulico. Los hombres armados no estaban.

Alguien entró en su cuarto, era su Madre.

“¡¿Qué sonó como si alguien se hubiera caído de la cama?!”-dijo un poco sobresaltada.

El joven se alteró un poco con tal entrada de su Madre.

Su ritmo cardiaco estaba acelerado y un sudor frío le empapaba el rostro. Parecía que todo había sido…. un sueño… los hombres armados, André muerto y él matando gente con gusto y poseído por la ira…

Su respiración era pesada, había pasado un día agradable el día anterior y hoy le despertaba un sueño de un ‘si mismo’ maligno.

“N, n, no es que tuve una pesadilla y me levanté de golpe…”

“Ah bueno-dijo su madre recobrando la calma- pensé que te había pasado algo”

Lahel la saludó abrazándola ligeramente, se sentía un poco alterado aún. Su madre pudo percibir los latidos acelerados, pero sólo lo abrazó también.

“Vamos para que desayunés, acordate que hoy hay que ir al oficio religioso, por que ayer no fuimos”

“Ok”-respondió el muchacho.

La rutina del domingo era parecida a la misma que lo otros días: desayunar, bañarse y alistarse para salir. Todo este proceso casi en completo silencio. Se preguntaba si realmente el podría ser tan malo, si el estar como sucesor de Lucio lo llevaría a eso: muerte, venganza, ira y descontrol...

Toda la familia fue en auto al oficio en un templo cercano a su casa. El joven bastante ansioso oraba pues no sabía muy bien qué pensar, las dudas que había tenido se habían agravado con aquel sueño que le fuera tan perturbador.

Sólo buscaba la solución a sus dudas, entonces pensó:

“Si alguna vez hago algo así de malo, no será en venganza, sino para defender a alguien de algún daño, así será”.

Con tal pensamiento se sintió más tranquilo y en paz consigo mismo.

De regreso a su casa, pasó el resto del día realizando tareas de la universidad, que había olvidado ir haciendo por los acontecimientos de días pasados, peor entre hora y hora, volvía a su ansiedad, le sudaban las manos, el cuerpo parecía temblarle: la imagen de sí mismo había sido escalofriante, en especial el recuerdo de su mirada digna de un asesino.

Ese mismo día, ya finalizándolo, recibió una llamada telefónica de un amigo que hace unos días no veía.

“Lahel ¿todo bien?, es Ryan. Es que te llamaba por que la profesora de idiomas del semestre pasado se va ahorita, el viernes y hablando con ella dijo que mañana en la tarde va a estar en la U y tiene un rato libre para poder vernos y así hacerle como una mini-despedida. ¿Podés ir?”

“¡¿Ya se va?! Si claro, yo llevo un refresco o algo así”-respondió Lahel.

El día terminó sin más ni más. No hubo sueño alguno.

Otro día comenzaba y tendría que ir a la Universidad muy temprano en la mañana.

Los sentimientos de bienestar consigo mismo y de ver la vida con otros ojos, aunque parecían menguar, el joven no dejaba de tratar de sentirlos. No quería que algo que lo hacía sentirse tan completo se fuera tan pronto.

La rutina no contribuía mucho a su querer, pues todos los días era lo mismo: bañarse, desayunar, e irse a la U tomando el bus y prácticamente correr hasta la clase; era una rutina que no le agradaba, pero pensaba que algo bueno saldría de ese día.

Al llegar a la clase todo era como siempre: la gente de siempre y la materia teórica que no le interesaba.

Saludó con cierta efusividad a la mayoría de sus compañeros y compañeras. Y tomando asiento en un espacio ni muy cerca ni muy lejos de la puerta, escuchaba callado las cosas que decía el profesor.

Miraba por la ventana, los árboles se movían con la brisa y la luz del sol parecía ser más agradable que las paredes en las que estaba encerrado por tener que atender asuntos mundanos como la educación, prefería estar en su casa o con sus amigos en alguna otra parte. Pensó por un instante en qué podría estar haciendo Lucio en ese momento, pero con los hechos del día anterior, quería darse un tiempo para asimilar su situación y no aparecerse a donde Lucio indispuesto por su temor y dudas, ya de por si se había comprometido a seguir adelante.

Una de sus amigas, de piel blanca, ojos negros y cabello rizado y azul oscuro le devolvió a la realidad:

“No estás poniendo atención ¿verdad?”

“¿Ah?- dijo el muchacho totalmente distraído- hoy no estoy en ningún lado, la verdad ya debés saber que detesto las clases.”

“Si yo sé, pero al menos podrías fingir que estás cómodo. ¿A dónde se fue esa energía que traías la semana pasada?”

“No sé, me siento un poco distraído de repente, como añorando estar en otra parte. Y es que tengo muchas cosas en que pensar también”

Luego de unas horas, al fin había terminado la tediosa clase.

Saliendo del aula, buscó a Mille, una joven de tez morena, alta de cabello negro y lacio y ojos celestes.

“Mille ¿qué van a hacer ustedes?-se refería además a sus otros compañeros, pero ella era una con las que más hablaba- es que me tengo que quedar hasta luego del almuerzo.”

“Ahora vamos a almorzar juntos, por si quiere ir con nosotros”

“Ok, entonces me voy con ustedes”-dijo sonriendo.

Fueron a un lugar cercano al edificio donde usualmente recibían sus clases.

No fue nada fuera de lo normal, cada quien compró su almuerzo y hablando el tiempo se fue rápidamente hasta la hora acordada para la despedida de la profesora de idiomas.

Al llegar el momento de poder visitar a la maestra que pronto partiría de vuelta a su país natal, se despidió de con quienes almorzó y fue a buscar una tienda para comprar algo de beber y recordó que cerca de donde se hallaba había una. Fue rápidamente, compró una gaseosa y corrió al edificio donde se encontraría con sus otros amigos para ir juntos a la oficina de la profesora.

Subió las escaleras de aquel viejo edificio colorido y pudo ver a Ryan, caracterizado por su alegre sonrisa; una joven de cabello castaño rizado y piel blanca, Cloe, Ivy otra joven de cabello negro; y finalmente a otro joven de aspecto moreno, Gerald.

A los cuatro les saludó con bastante alegría, un poco diferente a su humor de toda la mañana.

Fueron a la oficina a buscar a su profesora, y le saludaron con toda la efusividad del mundo cada uno de ellos. Salieron un momento a uno de los pasillos a comer de lo que habían traído, todos a la vez que comían, hablaban con la docente de lo que haría al volver a su país. Esta experiencia era nueva para Lahel, que nunca le había tocado despedirse así de alguien con quien había compartido tiempo y que se iría para seguramente no volver. Estaba realmente conmovido por aquel momento, alguien que había marcado su vida aún con solo unos años de haberla conocido.

Finalmente y luego de un ameno rato, tomándose fotos y compartiendo risas, la hora de que la profesora se fuera había llegado:

“Mientras yo estuve aquí, ustedes hicieron que me sintiera muy feliz y a gusto…”-dijo la profesora con nostalgia.

Ivy tenía ya los ojos llorosos, y al escuchar tales palabras no pudo sino abrazar a la profesora.

Lahel, aún con su personalidad un poco fría, se sentía bastante conmovido.

Para terminar de hacer más emotivo aquel instante, la profesora les pidió un último abrazo entre todos, por supuesto, ninguno de los jóvenes se rehusó.

El encuentro terminó con las palabras de la profesora, aún con una que otra lágrima que se le escapaban de los ojos: “Ojalá que en su vida tengan mucha suerte y sean felices, y tal vez algún día nos volvamos a ver, ne?…”-su típico acento extranjero precedía a sus palabras.

Cloe comentó: “¡Algún día vamos a ir a visitarla y sabiendo hablar de lo mas bien!”

La profesora asentía con la cabeza con una sonrisa sincera; mientras caminaba con cierto desgano lejos del grupo de muchachos, les regaló una sonrisa muy alegre y complacida y se fue.

El muchacho, luego de la partida de la profesora, se quedó un rato más.

Ya eran alrededor de las 5 de la tarde y mientras Lahel aún estaba con ellos, recibió una llamada.

Al ver su celular notó que era Lucio quien lo estaba llamando. Su corazón pareció detenerse, pues no sabía si contestar o no.

“Y, ya vengo”- dijo a sus amigos, con voz un poco nerviosa y se retiro un poco del lugar donde estaban.

Con su pulso tembloroso, puso el celular en su oreja:

“¿S, si?”

“Hola, te tengo noticias nuevas”

“D, don Lucio, si es algo de ir a su casa, hoy no puedo, de verdad…”

“Bueno-respondió el hombre- no es eso, es que te conseguí una forma para que vayás a clases de esgrima cerca de tu casa, por que se te va a hacer necesario”

“Ok, entonces a partir de mañana”-en realidad no puso mucha atención pues quería pensar un poco mas antes de seguir adelante con esto de la Mafia.

“Bueno, entonces Suzu te da los detalles”

“Está bien, hasta luego Don Lucio”-otra vez no prestó atención y terminó la llamada.

Gerald se acercó un instante:

“Lahel ya nos vamos, porque ya va siendo hora. ¿Te vas con nosotros o tenés que quedarte?”

El joven recuperó su compostura, y con una sonrisa respondió que se iría con ellos.

Cada uno se quedaba en lugares diferentes, pero él tenía que recorrer el camino más largo. Se despidió con alegría, sentimiento que de verdad le quitaba su sensación de vacuidad creciente.

Al final había quedado solo en la parada del bus con un montón de personas desconocidas, esperando su bus también, y el vacío, su ilusoria maldad, volvía a él.

Era un muy agradable atardecer, la luz del sol y el viento eran óptimos. El bus al fin vino y montándose, tomó un campo cerca de la ventana, quería pensar en todas las cosas que habían pasado en ese día.

El bus ya estaba en movimiento. Pensaba con una sonrisa que el mundo no era tan malo, y no tenía que dejar que una pesadilla le quitara lo que había ganado. Era curioso como él mismo se hablaba una y otra vez incidiendo en el mismo pensamiento negativo y encontrando la misma premisa positiva para anular tal pensamiento.

Luego de todo el viaje en bus, al bajarse ya de noche, le tocaba caminar el mismo recorrido de siempre para llegar a su casa.

La visión de su hogar le llenaba de tranquilidad, al saber que al fin podría descansar y de alguna forma, alejarse de sí mismo.

Al abrir la puerta, algo estaba mal, su madre estaba sentada conversando con alguien en unos sillones de la sala a la que daba la entrada; ello significaba que había visitas.

Su madre se levantó y le dijo que le presentaba a una nueva vecina que había conocido en sus clases de la universidad.

Al muchacho estuvo a punto de caérsele el maletín de la mano, por la impresión. La invitada era Suzu y por supuesto el no lo podía creer.

(CONTINUARÁ. Dedicado a un sol; cualquier parecido a la realidad es pura imaginación jajaja)

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