Primeros pasos: cada día es una nueva oportunidad

miércoles, 2 de septiembre de 2009

Todos los miembros de su familia contaban cosas que les habían pasado en el día, todos y cada uno había llevado un día pausado y tranquilo, por ahí entre las conversaciones se asomaba algún acontecimiento curioso, pero no como las cosas que le habían pasado a Lahel en su ardua tortura.
Al retirarse de la mesa, subió a su cuarto y se acostó.
Le pesaban los párpados demasiado, cerrándosele sus ojos por sí mismos. Al día siguiente tendría clases, por lo que mejor se envolvió en la cobijas y se quedó dormido casi al instante.
Sus sueños eran lo usual, un vacío negro, pero la luz de la mañana cambió eso.
Esa luz a la que se abrían sus ojos azules, aún cansados por el día anterior, era la usual; pero al igual que la vez pasada todo era diferente.
Se incorporó como lo había hecho muchas veces, pero su cuerpo se sentía más ligero, más relajado y tranquilo, sensaciones que hacía mucho no experimentaba. Miraba como siempre su mano derecha, para admirar el anillo que le habían dado, ahora con gran satisfacción y no con tanta preocupación cómo en un inicio.
Levantándose, abrió una de las ventanas de su cuarto justo a la derecha de su cama y una brisa fresca y dulce le llenó los pulmones, haciéndolo respirar profundamente, esta le movía el pelo suavemente, como acariciándoselo. La pregunta que flotaba en su mente era si estaba vivo o si de alguna forma se encontraba en su cielo personal.
Bajó las escaleras de un particular buen humor. Su padre y hermanos ya no estaban, solo su madre. Le saludó cariñosamente con un abrazo y se preparó un desayuno de pancakes y un refresco gaseoso, un tipo de desayuno que hacía para ocasiones especiales. No podía evitar sentir que sería un excelente día.
Luego de cocinar, se sentó a la mesa del comedor a disfrutar todo lo que se había preparado.
Su madre se sentó a su lado, para conversar con él un buen rato, cual si nunca lo hubieran hecho.
Luego de eso se bañó, vistió con una camisa blanca de manga larga y pantalón negro y se fue a la universidad, un poco tarde pero no le importaba, todo era paz. Los árboles parecían cómplices de su humor, todos se movían rítmicamente al compás de la brisa, que soplaba fuerte pero agradablemente y el sol brillante coronaba el día nuevo que estaba por iniciar.
Caminaba tranquilo desde su casa a la parada, sonriendo en cada paso, parecía un loco.
Al tomar el bus, la gente se veía seria, triste, apurada, pensativa, pero a él no le importaba, solo sonreía tranquilamente. Incluso, al bajarse del bus, nuevamente la gente se veía en sus cosas y carreras, pero nada podía quitar lo bello de moverse en paz por cualquier lado que fuera.
Su clase estaba por comenzar, pero solo le tomó algunos minutos llegar al aula y tomar asiento, no apurarse daba sus frutos.
Saludaba a sus compañeros, que se extrañaban al verle con aquella nueva energía.
La profesora entró al aula e inició la clase. Así transcurrió un buen rato.
Al terminar, unos compañeros y compañeras se acercaron para ver qué haría luego:
“Vení y comés con nosotros un helado”-dijo uno de ellos.
Lahel aceptó gustoso, de por si había un sol radiante que tentaba a comerse algo frío.
Fueron a una heladería cercana al campus, compraron cada uno su helado y se sentaron por alguna zona verde del campus.
“¿Y por que hoy estás como tan feliz?” –se aventuró a preguntar una compañera.
El joven solo sonrió, con el helado de fresa en la boca.
“No sé, creo que todo lo que necesitaba era descansar un poco, y ayer fue cuando lo pude hacer”-sonrió calmadamente. En realidad parecía que se hubiese dado una nueva oportunidad de vivir con más ánimos a pesar del mundo que le rodeaba y al que detestaba.
Ese rato fueron risas y sonrisas, todo era como si de repente el mundo supiera dulce y aunque sabía que la felicidad no dura nada, al menos ese día la iba a disfrutar.
Al despedirse de sus compañeros, y camino a la parada de bus, apareció en el mismo parque de siempre, el ya típico auto negro con André esperando al joven.
¿Qué pasaría ese día? Ya eran como las 11:30 a.m.; la verdad no quería ir con André pero…
“Buenas señor Lahel, don Lucio le invita a almorzar en su casa, pero esta vez sí es sólo a almorzar”. André rió un poco.
“Ok, de por si tengo hambre”-dijo el muchacho con su típica sonrisa de resignación.
Se subió al auto y a los pocos minutos estaba otra vez frente al pórtico de la casa de Lucio.
André le abrió la puerta y le guió no hacia adentro de la casa, sino a un pequeño vivero de vidrio grueso que se encontraba bastante a la derecha del pórtico que daba entrada a la casa.
Al entrar en aquel vivero, pudo ver miles de platas entre orquídeas extrañas, lirios, cactus, en grandes filas y sobre mesas de metal forjado.
En frente de una de esas mesas estaba Lucio, con una camisa negra de manga larga y pantalón negro y un delantal blanco, humedeciendo algunas plantas con un rociador de mano.
El joven se le acercó:
“Hoy espero no haya sorpresas de ningún tipo…”
Lucio se volvió hacia él con una sonrisa sospechosa: “Digamos que no. Hoy es para comer juntos con unas personas de Rusia, y es necesario que hablemos algunos asuntos que quedaron pendientes ayer”
El joven se volvió y comenzó a irse:
“Ya me voy entonces…”
“¡No, no!-dijo Lucio alzando su mano como para detenerlo, Lahel se detuvo sin volverle a ver- hagamos algo, si no te gusta algo de lo que pase, te podés ir cuando querás y André te lleva hasta tu casa”
El muchacho sintió que era algo justo, además tenía un poco de curiosidad por ver lo que pasaría, no mucha, pero curiosidad al fin y al cabo:
“¿Cuándo yo quiera?”-dijo.
“Si, es una promesa, y vos sabés que en este negocio cada quien vive según la veracidad de su palabra”- Lucio sabía que ya había convencido al joven.
El muchacho bajó la mirada unos instantes, mientras tocaba una flor negra que nunca había visto.
“¿Te puedo hacer una pregunta?”-dijo suavemente.
“Ehm, decila a ver si puedo responderla”
“No es que me moleste, pero… ¿Por qué todo parece diferente, como…?”-volvió a ver a Lucio.
Lucio reía un poco, ante la mirada interrogante, y tal vez un poco infantil de Lahel.
“Esa respuesta ya te la dije, solo quien ha estado en peligro de perder su vida, la valora como se merece, y en este negocio, di, pues todos los días es una sorpresa; o mas bien, un regalo.”
Si, Lahel ya lo sabía, pero aún así quiso volverlo a escuchar. Sabía que todo estaba por cambiar y la verdad a pesar de todo en ese instante se sentía muy feliz.
“Vamos”-Lucio caminó, aun cojeando un poco, hasta la entrada del vivero, y al salir, siguieron un pequeño camino de piedras que rodeaba el vivero hasta su parte trasera, que daba a su vez a la parte trasera derecha de la casa también, ahí había una pequeña glorieta como la de los parques antiguos, llena de enredaderas de flores violeta y azules.
“¿Y a qué hora es el almuerzo?”
“Dentro de una hora más o menos”
“¿Y entonces que hacemos todo el rato? recuerde que tampoco me puedo quedar como toda la vida”
“Pues verás, un hombre tiene que ganarse la vida de alguna manera, y un líder su lugar. Te voy a poner a que me ayudés a construirnos un nuevo lugar”
El muchacho no entendió muy bien a lo que se refería, creyó que se refería a papeleo o a irse a extorsionar gente como en las películas; pero Lucio siguió caminando, pidiéndole al muchacho que caminara con él. Pasaron la glorieta y yendo hacia la parte occidental del mismo patio trasero de la propiedad, por entre los árboles había un claro.
Al menos 4 hombres fornidos estaban, cavando unos, y otros haciendo trabajos de carpintería, parecían construir un pequeño jardín estilo oriental.
“Vení y les ayudamos. Un líder de Familia no sólo da órdenes de trabajo, también trabaja con los suyos para ganarse su confianza” Esto le pareció sabio, y divertido el ayudar a construir algo.
Cuando estuvieron en el lugar de construcción los trabajadores se detuvieron y saludaron con gran alegría a Lucio, le daban la mano con efusividad, se notaba que le respetaban de verdad, luego saludaron a Lahel también.
“¡Hola gente! Por eso los escogía a ustedes, por que trabajan como titanes jajaja. Venimos a compartir el trabajo con ustedes”
Lahel estaba admirado por esa unión entre Lucio y los trabajadores, el era también su amigo, no solo su jefe. El muchacho, tomando una pala comenzó a deshierbar el terreno, ayudándole a los demás, que lo veían con satisfacción, parecía que ya sabían que era el sucesor de Lucio, y les agradaba verlo tan decidido a trabajar. Lucio a su vez se puso a serruchar algunos maderos para la construcción. Todos, además de trabajar decían bromas y hacían el rato muy ameno, haciendo que el esfuerzo y el cansancio no se notaran. El calor era grande, pero no molestaba. Ni Lucio ni él se quitaron la camisa por el sudor, sólo se arroyaron las mangas, era raro verlos vestidos casi iguales y elegantes en un trabajo como ese. Transcurrieron al menos cuarenta minutos.
Un aparente mayordomo trajo una limonada y algunos vasos en una bandeja plateada; todos agradecieron y se sentaron sobre unas vigas para tomar un vaso de ella. Lucio mismo les servía.
Lahel, mientras bebía, pensaba que le agradaba el que Lucio fuese tan cercano a su gente, era como ser un amigo de miles de personas, o al menos así lo racionalizaba; de hecho, Lucio comenzaba a lucir como un hermano mayor, alguien del que podía aprender bastante y con el cual era fácil pasar el rato. Cada vez le parecía más divertido su nuevo rol como sucesor, todo iba bien hasta el momento, no había razón para preocuparse, ni para querer irse, aún.
El mayordomo dijo algo al oído de Lucio. Este se levantándose dijo:
“Lahel, es hora de irnos-y dirigiéndose a los trabajadores continuó-Sigan trabajando tan bien. ¡Mañana vendré a ayudar otra vez!” Los hombres se despidieron con agradecimiento de ambos. El muchacho seguía a Lucio junto con el mayordomo.
Se devolvieron por entre los árboles a la parte trasera de la casa, el campo por el que habían pasado anteriormente que el joven no había observado con detenimiento, pues además de la glorieta al pasar unos arbustos se revelaba un espacio enzacatado y bien cuidado, perfecto para una actividad al aire libre.
Caminaron hasta una pequeña puerta, que el mayordomo abrió, con Lucio agradeciéndole.
Al entrar, había varios cuartos de baño con puertas de madera tallada, alrededor de 6.
“Entrá al primero de la izquierda y usás la ropa que está ahí, para que quedés listo para el almuerzo”. Lucio Entró en el de la derecha y cerró la puerta. El muchacho hizo lo mismo, era un cuarto sencillo, con azulejos blancos, una ducha en el fondo y puertas de vidrio, un pequeño banco de metal a la izquierda y a la derecha un paño blanco y el traje entero que había usado el día anterior. Se sonrió por el hecho, recordando aún el sinsabor de ese día.
Se duchó rápidamente sólo para quitarse el sudor, el agua estaba caliente y agradable.
Al salir, secarse y vestirse, se acomodó un poco el pelo, como el día anterior; su look más relajado comenzaba a agradarle. Abrió la puerta. Parecía que Lucio había salido antes que él, pues el cuarto del frente se hallaba vacío.
Salió de aquel lugar. Fue ahí cuando escuchó un sonido muy extraño, como de ramas quebrándose, en la esquina del terreno opuesta a la de donde se encontraban los trabajadores que había ayudado hacía un rato. Sintió gran curiosidad, y al no ver a nadie dirigiéndose al lugar, decidió ir a ver qué pasaba.
Caminando entre una arboleda aún más densa que la que tuvo que pasar con Lucio antes, pudo ver unas figuras de personas vestidas de negro, parecían cargar algo. Armas quizás.
Caminaban en grupo un poco dispersos, como buscando algo y apuntando ocasionalmente.
Lahel pensó que no sería bueno quedarse ahí, así que se escondió entre algunos arbustos para tratar de devolverse silenciosamente. Se le aceleró el corazón, tal vez estaban atacando a Lucio.
El sonido del crujir de una rama se escuchó detrás de él. Y al volverse en una reacción rápida, pudo ver a una adolescente sonriendo, justo detrás de él. Llevaba un vestido blanco. Y su pelo era rizado y castaño.
“¿Qué estás haciendo aquí? ¿No ves que hay gente armada ahí?”-dijo preocupado en vos baja.
La joven asintió con la cabeza y se agachó junto a él.
Cuando se volvió nuevamente para seguir viendo por entre los arbustos… Alguno de entre esas personas les había escuchado y se había acercado silenciosamente.
Lahel se puso de pie inmediata e impulsivamente y adoptó una posición de lucha, para tratar de defenderse.
Sin que se pudiera defender de aquella persona, le agarraron por el cuello y el hombre le hizo retroceder hasta ponerlo en contra de un árbol, mientras lo ahorcaba; pero Lahel algo había aprendido de defensa personal hace años, por lo que tomó, con un brazo el del hombre y con el otro le dio un golpe por al cuello que era la única parte que parecía vulnerable. Aprovechando el debilitamiento del hombre se soltó y le propinó un golpe con el codo en el estómago, y le terminó de hacer una ‘llave’ que había aprendido para dejarlo tirado en el suelo.
Tenía la adrenalina hasta el tope, siempre se ponía así al luchar, y llevaba años sin hacerlo, desde que tuvo que salirse de sus clases de artes marciales. Mientras respiraba un poco agitado, otra de las personas se acercó para darle un golpe en el rostro, pero el joven lo esquivó y de una patada en la espalda lo tiró hacia un lado. El primer tipo se puso en pie y pateó al joven, pero este le detuvo su pierna con las manos a tiempo. Sentía que le faltaba la fuerza en su pierna por haber golpeado a una persona con ese traje que de alguna manera era sólido y al detener la patada sintió bastante dolor en los brazos y las manos.
Aprovechó el agarre para barrerle la otra pierna al tipo, dejándolo de golpe otra vez en el suelo. Una persona más se acercó, mientras esto pasaba. El joven se volvió y le lanzó un puñetazo, que ese agente no tuvo problemas en esquivar agachándose.
Le lanzó otro golpe con el otro brazo pero vio, ‘en cámara lenta’, como esa persona se movía a una velocidad casi inhumana incorporándose hasta posicionarse a su lado y en una combinación de brazo y pierna, logró barrer al joven, haciéndolo caer.
Lahel veía como todo pasaba, sin que tuviera oportunidad de hacer algo al respecto, y cuando todo parecía no poder empeorar, ya en el suelo, aquella persona le estaba apuntando con un arma en la frente.
“¡De pie y las manos en la cabeza!”-dijo aquella persona, la voz parecía femenina.
Otra vez estaba en peligro y esta vez parecía algo serio. No pudo más que fruncir el ceño mientras se incorporaba lentamente. A pesar de que sentía algo de miedo, la sensación le era algo familiar.

(CONTINUARÁ)

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