El fin siempre justifica lo medios...o al menos eso dicen.

miércoles, 16 de septiembre de 2009

El juego había comenzado. El muchacho no sabía muy bien qué hacer, pues en realidad era su primera vez jugando. Tal vez alguna vez había visto algún juego.
Su primera acción fue esconderse tras uno de los inflables para poder tener un momento para pensar sus acciones. Al mirar a Suzu, ya estaba ordenando a sus hombres asignados, y comenzando a disparar por detrás de de los obstáculos, y André hacía lo mismo. Se asomó por un lado del inflable para ver a los miembros del otro equipo en la misma situación, todos disparando casi que por turnos e igualmente protegidos, tratando de sacar a alguno miembros del grupo contrario. Sintió el aire de una bala de pintura que pasó rápidamente al lado de su cara; por lo que se volvió a poner completamente escondido detrás de aquel objeto. Decidió que era necesario animarse a dar las órdenes, no estaba dispuesto a perder; ordenó a los suyos un ataque directo, fue lo único que se le ocurrió. Balas de pintura cruzadas, un pandemonium entre los dos equipos buscando la victoria, y quien se acercare impetuosamente a la bandera era impactado por la mayoría de balas del equipo contrario.
Unos minutos después, los grupos se habían reducido drásticamente dejando casi solo a los capitanes de ambos bandos. Era tiempo del enfrentamiento cuerpo a cuerpo.
La indecisión y mala puntería de Lahel no permitían ver un posible resultado favorable.
Suzu salió corriendo y aprovechando su agilidad evadió uno que otro disparo, tenía una velocidad que dejó al joven bastante impresionado.
Maxim corrió a hacerle frente a la joven lanzándole un golpe, Suzu evadió el mismo, mientras hizo una barrida para derribar al muchacho, pero este a su vez, con un simple salto esquivó esta táctica. La batalla siguió un poco más, pero ninguno de los dos bandos podía ayudar ni a Suzu ni a Maxim, cualquier intento tan solo de apuntar era respondido por más disparos enemigos.
Lahel parecía ser el menos llamativo, pues nadie parecía prestarle atención por su mala puntería, así que lentamente puso en su mira al muchacho que aún estaba luchando con Suzu. Sin pensarlo mucho disparó y su bala pasó un poco lejos de Maxim, pero lo suficiente como para que el joven se moviera impulsivamente hacia un lado.
Suzu, notando la guardia baja del joven tomó un poco de impulso y dio un salto por encima de Maxim y al instante siguiente tomó la bandera antes que alguien pudiera detenerla. Habían ganado el primer asalto y los aplausos de ambos bandos era audibles por doquier.
Sendos equipos tenían casi en su totalidad a los hombres cubiertos de pintura en cada parte vital de sus cuerpos: cabeza, corazón, extremidades… Si hubieran sido balas de verdad, la masacre hubiera sido enorme. Parecía que la calidad de tiradores de ambas partes era muy parecida.
Aún con la derrota, ambos equipos se veían felices mientras se reagrupaban para la siguiente partida. Lucio miraba con una sonrisa desde su silla. Se dio una nueva orden de inicio.
En el segundo asalto, las cosas mejoraron un poco para el muchacho, pues logró darle a Natasha porque ella se encontraba distraída con dispararle a los demás. El punto negativo fue que luego de un rato de juego el joven fue expulsado por el primo de Alina, quien le dio en una pierna. Por esa confusión, Alina, escudándose tras un grupo de hombres y sus balas certeras logró que otros le impulsaran en el aire haciendo una pirueta en la que tomó la bandera para ganar esta vez.
La gente estaba atónita de la agilidad de Alina pero no olvidaban la de Suzu.

Lucio, a raíz del empate, se puso de pie y aplaudiendo dijo:
“Dados los resultados, vamos a hacer esto más divertido. Desde ahora, quien tome la bandera o le acierte al Jefe del equipo contrario, gana. Lahel y Alina son los blancos”
El corazón de ambos pareció detenerse, ni él ni ella estaban preparados para la presión emocional de tal regla improvisada, aún menos el joven, que sudaba frío.
El nuevo asalto comenzó igual que los anteriores: la gente se disparaba cada vez que veían la posibilidad de acertarle a alguien. Pero algo era diferente, no solo eran las balas esta vez, de repente todos se unieron haciendo un despliegue de sus habilidades de pelea, en una sinergia de golpes y disparos cada vez que se podía. Ahora si parecía que la fiesta había comenzado. El contacto cuerpo a cuerpo impedía que salieran del juego tantos participantes como en las veces anteriores, pues casi ninguno utilizaba solo su arma contra los otros.
Lahel tenía que hacer algo, se había sumido en el juego y deseaba ganar. Dio un vistazo a Suzu, que en un instante saltó, dio hizo una pirueta y logró volverse a esconder tras uno de los inflables mas cercanos a la bandera. El joven, un poco decepcionado de sí mismo miró a André y llamando su atención le hizo alguna seña para que lo cubriera mientras intentaba avanzar.
Corrió lo más rápido que pudo de donde se encontraba a otro de los inflables, aledaño al que Suzu había tomado como resguardo. Sorteaba cada una de las batallas privadas de las otras personas y cada que alguien le intentaba atacar, sus hombres le defendían con fiereza digna de la lealtad hacia Lucio. André no se movía ni un milímetro, algo estaba calculando. Al disparar, le dio al primo de Alina; este salió por uno de los costados del área de juego y los disparos continuaron. Parecía que quería eliminar a los cabecillas con tal de desbalancear al grupo contrario.
Natasha intentó aventurarse un poco más adelante, lo más cerca que pudiere quedar de la bandera, pero no lo lograba con los disparos de André, por más que con frialdad certera, inutilizaba quien le atacaba para luego dispararle sin pensarlo; a pesar de la crudeza del campo de juego, ella caminaba con paciencia. Lahel disparaba a quien podía, pero era mas como para distraer, porque aunque su puntería no era mala, no era nada certera cuando tenía alguna oportunidad de acertar por tanto movimiento. El joven iba a dispararle a Natasha pero esta logró acertar a André por un pequeño descuido que tuvo al tratar de apuntarle mejor a Alina. A pesar de esto, el joven tuvo suerte y logró darle a Natasha. Los dos debieron salir, André calladamente, Natasha parecía estarse quejando en su lengua nativa.
La ventaja la tenía el equipo del muchacho, pues Alina estaba sin sus cabecillas.
Mientras Suzu disparaba y luchaba sin descanso, Lahel tomó la decisión un poco precipitada de correr a la bandera de una vez por todas, quedándose al descubierto y corriendo a todo lo que pudo entre los otros participantes que descargaban unos sobre otros patadas y golpes de mil formas diferentes.
Ya iba a llegar a la bandera, su mano estaba a punto de tomarla…cuando sintió que alguien o algo le empujó fuertemente a un lado, y la bandera se le escapó de las manos.
Al caer al piso se dio cuenta de la situación. Suzu lo había empujado para evitar que un disparo de Alina le diera. Suzu tenía el casco lleno de pintura, y estaba de pie a un lado del muchacho, le dio la mano para levantarlo. El joven, tratando de incorporarse para tomar la mano de Suzu, sintió cerca de su mano derecha algo; era la bandera. Por alguna razón extraña había quedado con ella, a pesar de que instantes antes apenas la había rozado. Con la ayuda de la joven se pudo levantar, pero no podía entender del todo qué era lo que había pasado.
La muchacha estaba descalificada, pero este encuentro lo habían ganado, pues Lahel había logrado tomar la bandera. Los aplausos no se hicieron esperar en una euforia producto de tanta adrenalina. Alina se acercó quitándose el casco:
“¡Bien hecho! Nos ganaron como tenía que ser”- sonreía.
Suzu también se quitó el casco. Parecía algo molesta por lo sucedido.
“Si esto hubiese sido algo real, la inmadurez que demostró nos hubiera costado la vida a todos” -dijo Suzu.
“Sólo es un juego, no se pongan tan serios respecto a esto”-respondió la joven jefe de Mafya.
Lahel estaba ahí, sabiendo que lo que había hecho era impulsivo, pero no lo vio desde la perspectiva de su nueva guardaespaldas. No sabía muy bien si pensar seriamente estas palabras o si era solo una exageración por parte de ella.
Lucio aplaudía desde afuera del área de juego, mientras todos se acercaban a el, ya que había finalizado el juego.
“Bien hecho, para todos por supuesto. ¡Por favor felicítense entre ustedes!”
Los miembros de los dos equipos se dieron la mano, unos con más deseo que otros. Natasha molesta, Lahel confundido y hasta un poco indispuesto ya y Suzu inexpresiva.
Lucio, retomando la palabra dijo:
“¡Muy bien, el ganador es el equipo de Lahel! Todos aplaudieron una vez más, con distintos ánimos como se podría inferir. Dirigiéndose a Alina dijo bastante complacido:
“Gracias por venir, aceptar nuestra propuesta y participar en este encuentro amistoso”
Alina estrechando la mano de Lucio dijo a su vez: “Al contrario, gracias a ustedes por su ayuda y por este rato tan agradable. Esperamos lo mejor de su Familia”
Miró a Lahel y le sonrió, mientras Natasha tomándola del brazo se despidió de Lucio con un gesto de respeto, y se la llevó en dirección a la arboleda. El joven apenas pudo despedirse de ella a la distancia moviendo su mano. Maxim dijo adiós a todos rápidamente y corrió para alcanzar a su prima y a Natasha.
Mientras les veía introducirse en la arboleda, el muchacho se preguntaba cómo saldrían Alina y su gente de la propiedad, pero más importante que ello, le preocupaba el hecho de que Lucio le hubiera conseguido una guardaespaldas, lo había recordado, y quería respuestas ya.
Una especie de helicóptero-avión apareció sobrevolando la zona boscosa en la que se encontraban Alina y su gente, se vieron caer dos escaleras y poco a poco la gente comenzó a subir por ella, no se distinguía muy bien cada persona. En poco tiempo todo el mundo se había subido y el vehículo partió de manera ruidosa.
Ya de vuelta en el silencio, André se metió en la casa. Lahel, volteándose hacia Lucio se le quedó mirando, un poco molesto.
“¿Qué pasa?” dijo Lucio sintiendo la mirada del joven. El joven le respondió con una fugaz mirada hacia la joven a su lado.
“Ah… ya entiendo-cerró los ojos para pensar un instante- Vamos a definir esto. Vos ya sos parte de nuestra Familia, por eso, ahora que ya se ha corrido la voz de tu existencia, es mejor que te protejamos, y un guardaespaldas no llama mucho la atención, mas por la apariencia de Suzu y así me aseguro que tengás un futuro” Lucio comenzó a reír.
El muchacho aun en total desacuerdo, lo miraba de forma acusatoria y tampoco le agradó tal comentario:
“No me diga que me va a estar siguiendo a todo lado y que se va a meter en mi casa a escondidas o así” Suzu guardaba silencio.
“Pues no, solo vigilando desde lejos, pero no insistás, por que no voy a cambiar de opinión. Un dato importante es que todos los miembros de tu familia tienen sus propios guardaespaldas. Es algo inevitable en este negocio”
Lahel lo sabía, pero en cierta parte le molestaba por el riesgo que pudiera conllevar para su familia, más que para él. Había visto que Suzu era buena en lo que hacía, pero… Tenía la mirada baja, su familia también tenía guardaespaldas…pensaba todo esto en silencio.
“Creo que es hora de que te vayás, para no levantar sospechas. Solo cambiate y André te lleva como siempre. Suzu se queda aquí un rato”- le dijo Lucio.
Lahel asintió con la cabeza, aún pensativo y disgustado; aunque la había pasado muy bien.
Se cambió en los baños, y ahora que conocía el camino, pasando por el invernadero a un costado de la casa, y saliendo a la parte frontal. André como de costumbre lo esperaba. Estaba muy cansado por aquel día y prefirió ocuparse de estos pensamientos después.
Lucio estaba ahí, Suzu no.
“Otro detalle-dijo al muchacho que ya se hallaba dentro del auto-decile a tu familia que te conseguiste un trabajo de medio tiempo, de un afiche que viste en el periódico y que fuiste a la entrevista y te eligieron. Eso va a justificar algunas cosas del futuro. Y vamos a arreglar unas clases de esgrima, yo te aviso”
El joven aún mas confundido exclamó:
“¿Qué tipo de trabajo?”
“No se tal vez tutor de algún idioma extranjero o alguna cosa por el estilo, ciao”-respondió el hombre, sonriendo. Cerró la puerta, tocó el techo del auto y André aceleró.
En el camino iba luchando contra el sueño del que era presa por el día tan ‘largo’ que había pasado, que aunque no era mucho, le había agotado.
El mismo proceso de siempre, se bajó un poco lejos de su casa y caminó hasta ella. La luz del sol ya declinaba.
Era extremadamente feliz de regresar a su hogar; el cariño de su madre, la compañía de sus hermanos, todo era perfecto, otra vez.
Una cena tranquila llena de comentarios alegres, incluso con su padre presente.
Luego fue la hora de su descanso diario, pues ya no podía aguantar más despierto.
Fue a su cuarto, miró por la ventana en la negrura, tratando de ver a alguien, y sin ver a nadie, se acostó para descansar, sin pensar más en nada del día.
El día que siguió era sábado. Comenzó igual al anterior, se sentía feliz de ver que la sensación de éxtasis ante la vida no le había pasado, lo estaba disfrutando de verdad. Había olvidado el tema de una guardaespaldas por el momento.
Su padre ya no estaba porque ese día tendría que ir a trabajar, por ello se fue desde muy temprano.
Desayunó, se baño, vistió su típica ropa formal y ayudó un poco en su casa. Luego jugaba con sus hermanos videojuegos.
Para el almuerzo, fueron a la casa de sus abuelos maternos, una casa pequeña, pintada de color crema, donde su tía y primo estarían también. Estaba ubicada no muy lejos de la casa del joven, pero igualmente fueron en auto, su madre era la que manejaba. Normalmente iban los domingos en la tarde, pero ese día también quisieron ir.
Entrado a ella pasaron por un pasillo que daba a la puerta principal, y al entrar, la sala estaba ordenada, y la mesa del comedor, con un mantel rojo y los platos ya sobre ella.
Su abuela, una mujer mayor con su vestido azul preferido le saludaba con efusividad recibiéndoles en la entrada, y su abuelo, igualmente mayor y de usanza semi-elegante, estaba sentado a la cabecera de la mesa.
Mientras lo saludaba, apareció su tía saliendo de la cocina a la que daba el comedor, con un platón de arroz. Era una mujer de edad mediana, de cabello negro rizado, un poco morena como todos en la familia; tenía unos ojos grises y era un poco pecosa. Saludó como era usual en ella: con una sonrisa y ya.
Al sentarse todos, alguien faltaba, su primo, que su tía llamó alzando la voz.
“¡Alexander!”-gritaba su tía, y pronto un joven bastante alto de cabello negro y corto, con los mismo ojos grises de su madre, pero más moreno, aparecía en el comedor, y sentándose solo saludó diciendo un “hola” un poco seco, como era su costumbre.
Mientras comían, un comentario de su madre surgió dentro de otros muchos temas que eran tratados en ese instante.
“Ayer iba manejando camino al trabajo y un hombre en un carro se puso a la par y me gritaba cosas como ‘inútil’, ‘animal’ y así por varios minutos, sin ninguna razón.”
Su tía intervino de forma sarcástica: “Por eso es que muere la gente en las calles, por andar buscando pleito, algunos solo se bajan y le pegan un disparo al que los está jodiendo y ya”
Su madre continuó: “Bueno la cuestión es que al final le hice una ‘mala seña’ y ya el señor se adelantó un poco y siguió como si nada; me gustaría tener un revolver para por lo menos asustarlo un poco” Su madre reía un poco.
La familia reía un poco. La abuela quejándose con la madre por decir ‘tonterías’, y el abuelo riendo. Sus hermanos y primo, todos reían un poco de ello.
Su madre comenzó a bromear con sacar y megáfono y decirle cosas al tipo también pero Lahel ya no prestó más atención, comenzó a sumirse en sus pensamientos.
Pensaba si sería justificado hacer algo así con tal de hacer justicia. La Mafia estaría justificada entonces, al menos la infame Mafia Bianca. Reía internamente, pensando en que la vida parecía confirmarle que había hecho algo bueno al aceptar la propuesta de Lucio, pero pensaba también en el peligro que podrían pasar sus familiares con tal empresa.
La tarde transcurrió con conversaciones, los menores veían televisión, hasta que al cabo de algunas horas, cuando ya anochecía, la madre del joven decidió que era hora de irse de vuelta a casa.
Se despidieron de todos y montándose en el auto se fueron su hogar.
Al llegar, estacionaron en el garaje ubicado a un lado de la casa, y se metieron por la parte trasera de la misma.
Lahel ayudó a su madre a hacer la comida, sirvieron y comieron.
Al rato, luego de haber visto algún programa en la televisión con Jehiel, se fue a dormir…

La luz de la mañana le despertó; un ruido fuerte y extraño se escuchaba, como el de un helicóptero y el de personas caminando por el techo de la casa. Se incorporó pues aun se encontraba medio dormido; al caer en la cuenta de aquellos ruidos, se levantó de un salto y al mirar por la ventana de su cuarto vio que era gente armada y en trajes negros, como de asalto. Alguien entró en su cuarto, era André.
“¡Señor Lahel una Familia enemiga ha enviado gente para matarlo, por favor venga conmigo, yo lo escoltaré hasta que esté a salvo!”
El muchacho tomó su espada y corrió fuera del cuarto con André. Unas personas entraron por las ventanas de la sala del segundo piso, y cuando André se disponía a protegerlo el joven salió corriendo hacia ellos para atacarlos. Le cortó un brazo a uno y apuñaló en el pecho al otro; no sintió ningún remordimiento, la adrenalina le llenaba incluso sus pensamientos, de hecho disfrutó un poco el poder hacerlo.
Al encontrarse tan expuesto en la ventanas, otro de los hombres que caminaban por el techo hasta la ventana de su cuarto le apuntó en el pecho y disparó.
Lahel solo alcanzó a oír el sonido y de repente estaba en el suelo. Se registró el cuerpo, pero no tenía nada, André lo había cubierto y recibido el disparo por él, pero para ello había empujado al muchacho y caído al suelo. Se incorporó, mientras unos hombres vestidos de traje entero negro, subiendo las escaleras, comenzaron a disparar contra los hombres enemigos, parecían ser gente de Lucio. Acercándose a André que yacía en el suelo, vio su herida en el pecho.
“Señor Lahel -dijo André con dificultad- le dije que viniera conmigo y yo lo escoltaría, no debió haberse expuesto.”
El joven se sentía muy mal, solo podía ver la herida sangrante en el pecho de André. Se sentía culpable.
Al joven se le salieron lágrimas y André cerró los ojos y dejó de respirar. Lahel bajó la cabeza y dijo: “Perdón André… me voy a vengar por esto” y levantándose dijo:
“¡Mátenlos a todos!”
Un hombre se coló por la ventana de la sala y Lahel, volviéndose a él comenzó a embestirlo con la espada, hasta quedar el mismo cubierto de sangre. Había perdido la cabeza en su dolor, por no haber escuchado a André.
Los disparos se podían oír por todas partes, y el joven, aun con lágrimas en los ojos sonreía, a pesar de estar rodeado de cadáveres.

(CONTINUARÁ jajaja)

0 comentarios:

Publicar un comentario